Tribunas

Mientras ellos avanzan, nosotros retrocedemos

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

Conversaba el lunes pasado con un político católico o un católico que se dedica a la política. Manifestaba cierto desazón por la situación que se nos viene encima, que tendrá, según él, dos instituciones diana, la Iglesia y la Monarquía, es decir, la instancia ética básica y la legal normativa, la Constitución de 1978.

En un momento del diálogo sobre las relaciones entre la prepolítica y la política, ante lo que parece la etérea respuesta de algunos, incluso de carácter preventivo, me dijo una frase que se me ha quedado grabada: “Mientras ellos avanzan, nosotros retrocedemos”.

Coincidió que hacía unos días había participado en una mesa con el director de El Mundo, Francisco Rosell. En el debate público, Rosell se refirió a las instituciones que se han caracterizado en España, a lo largo de su historia reciente, por articular lo que entendemos por sociedad civil y que ahora se mantienen en silencio. Y añadió: “Da la impresión que por miedo al poder”.

Cuando terminó el debate, le dije algo así como que muchas gracias por no haber dado nombres. Y me contestó que no hacía falta, porque todos sabíamos a quién se estaba refiriendo.

No olvidemos que las ideologías son los nuevos mythos del presente, las nuevas mitologías. Los griegos pasaron del mythos al logos, a la razón. Nosotros pasamos de la modernidad, de la ilustración basada en la razón, al mythos en esta postmodernidad con el predominio, de nuevo, de las ideologías. José Ramón Ayllón lo ha explicado muy bien en su reciente libro “El mundo de las ideologías” (Homo Legens).

Tenemos que tener claro, además, que cuando la izquierda radical utópica, reformuladora de los nuevos mythos, ha conseguido llegar al poder, para lo que ha trabajado es para mantenerse en el poder a toda costa, por los medios que sean, incluidas las revoluciones en la calle, o lo que son peores, las revoluciones silenciosas de los cambios de mentalidad.

Ahora quienes han firmado el acuerdo de gobierno piensan que nunca lo han tenido mejor en su proyecto de desmantelar el entramado de convivencia, unidad y Estado de derecho sobre el que se ha tejido la historia democrática de España desde 1977. Los socialistas incluso han ido asumiendo la creencia de que la Transición y el pacto constitucional se hicieron mal, de ahí su afición al cultivo tantas veces sectario de la memoria histórica.

Más que un nuevo tiempo político, estamos en un período constituyente. Más que partidos constituyentes, tendremos un presidente constituyente. La Constitución no quebrará, pero se vaciará mediante leyes habilitantes.

Y en esta fase, ¿tendremos un sujeto católico, y un Iglesia, con capacidad de ofrecer una respuesta a un proceso constituyente?

Esperemos que sí. Por lo que nos toca.

 

José Francisco Serrano Oceja