Opinión

09/12/2019

 

Eutanasia, falacias y demanda social

 

 

María Solano Altaba


 

 

 

“No hay demanda social” para la eutanasia. Así explicaban en estos días los obispos el documento “Sembradores de esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de esta vida” en el que llevan largo tiempo trabajando y que publican con acierto en este momento, a las puertas de un nuevo Gobierno que, si se confirma, tendrá esta forma de suicidio como una prioridad ideológica de su plan de acción.

El problema del debate de la eutanasia es que no se está desarrollando en la arena del razonamiento. Al contrario, junto con el debate del aborto, la batalla en favor de acabar con la vida de está librando con un arma peligrosa y difícil de controlar: la emoción.

Vivimos en una sociedad dominada por el pathos, esa prueba argumental que, explicaba Aristóteles, permite al emisor dominar las emociones del receptor y, por tanto, su pensamiento. De ahí que la defensa de atrocidades cómo matar a un bebé en ciernes o a una persona enferma se logren mediante la utilización de falacias en las que un caso paradigmático y lacrimógeno incita a tomar la parte por el todo. Y a ello contribuyen enérgicamente unos medios de comunicación que no siempre buscan la verdad con criterio sino el valor de un click, de un punto más en la audiencia, porque tiran de esa mitad morbosa que presumen en sus receptores. Entonces localizan un caso de esos que desatan olas de empatía para abanderar una causa en la que siempre aparecen resquicios.

La primera grieta tiene que ver con otra falacia que reduce las opciones a dos: o infinito sufrimiento o muerte. Lo que los obispos han querido poner de manifiesto en su importante documento -importante porque aúna cientos de miles de voces que ven reflejada allí su posición- es que hay una elección intermedia: la de los cuidados paliativos y el acompañamiento médico, humano y espiritual del que sufre y de sus familiares.

Mientras se entabla el debate de las ideas, las ideologías avanzan en la partida y hacen creer a la sociedad que la eutanasia es una demanda social, que cualquiera la desearía si está en una dolorosa y traumática situación, que todos la pediríamos si viéramos el inmenso sufrimiento de los nuestros. Pero de nuevo hay aquí una falacia que juega con la definición de los términos y el uso del lenguaje: lo que cualquier persona en situación de desesperación demanda es el fin del dolor, del sufrimiento. El gol ideológico que nos han colado es que a esa petición le asociemos el vocablo “eutanasia”. El legítimo y natural deseo de evitar el sufrimiento tiene otro nombre que defiende la vida a capa y espada: “cuidados paliativos”. Esa sí es la verdadera demanda social.

 

María Solano Altaba