Tribunas

Luces de Navidad

 

 

Ernesto Juliá


 

 

 

“El pueblo que vivía en la oscuridad ha visto una gran luz”.

La alegría de la Luz de Cristo, de la Luz que es Cristo –Camino, Verdad y Vida- llena el corazón de los creyentes,  mueve el corazón de muchos no creyentes, y les invita a abrir los ojos y contemplar la Grandeza, el Amor, la Misericordia de Dios, en el Niño envuelto en pañales en el portal de Belén.

“Nadie tiene que sentirse alejado de la participación de semejante gozo, a todos es común la razón para el júbilo: porque nuestro Señor, destructor del pecado y de la muerte, como no ha encontrado a nadie libre de culpa, ha venido para liberarnos a todos. Que se alegre el santo, porque se acerca a la victoria. Alégrese el pecador, porque se le invita al perdón. Anímese el gentil, porque se le llama a la vida” (san León Magno).

Esta llamada a la Vida, que el Señor hecho hombre, hecho niño, anuncia desde los brazos de María, ha florecido en estos días en tres hechos que no han tenido gran publicidad, como era de esperar. Y me supongo que en otros muchos semejantes a lo largo y ancho de toda la tierra.

El primero, el nacimiento de dos hermanas gemelas, las dos afectadas por el síndrome Down, que una madre americana, en Usa, ha llevado con serenidad y paz los nueve meses del embarazo, y les ha dado la vida, no obstante las presiones y consejos para que abortara. Y no solo. Los médicos les dijeron que las niñas se tendrían que someter a una cirugía de corazón nada más nacer. Al final, solo una necesitó la operación y quedó en muy buen estado.

El caso, por lo que señalan, sólo suele ocurrir una vez en cada millón de embarazos.  Las dos gemelas son un auténtico canto pro-vida.

El segundo fulgor de la Luz que se encendió en Belén el día de Navidad, ha brotado en Inglaterra. Un obispo anglicano, antiguo capellán de la reina, se ha convertido y se dispone a vivir su vida en la Iglesia Católica. La canonización de John Henry Newman da sus frutos.

“Estoy especialmente agradecido por el ejemplo y las oraciones de san John Henry Newman (…). Su experiencia nos pone de manifiesto que la Iglesia de Inglaterra tiene sus raíces en los valores de la cultura secularizada más que en la base de la tradición bíblica, apostólica y patrística. La experiencia de Newman marca el camino hacia nuestro hogar eclesial apropiado que se basa en el carisma petrino en nuestra lucha por la salvación y el Cielo”

El mismo Espíritu Santo que movió a Newman y al obispo Ashenden, mueve el corazón de un sacerdote chino, y es la tercer lucecita, quien hablando de las muchas conversiones que se están dando en China, también en estos días, y de la necesidad de preparar a los catecúmenos para recibir el Bautismo, comenta: “El Espíritu Santo siempre está trabajando en Su Iglesia. Los protege y los guía en su camino hacia la Verdad, única y completa”. Y añade: “Vivimos una cierta semejanza con la Iglesia de los primeros tres siglos dentro del imperio romano. Ahora, reconociendo que en los días de Mao Tse Tung la Iglesia se enfrentó a una persecución violenta cercana a la que los primeros cristianos habían conocido, sin embargo hoy nos enfrentamos a una persecución insidiosa, cuyo objetivo es transformar la Iglesia en una Iglesia que ya no es la verdadera Iglesia de Cristo. Es mucho más peligroso para los fieles, que están desorientados y, a veces, pueden abandonar la verdadera fe sin darse cuenta”.

El Niño Jesús, en su hacerse Hombre y hacerse Eucaristía, sigue siendo, y lo será siempre, la Roca en la que se apoya la Iglesia por Él fundada. Newman lo descubrió un día; los sacerdotes chinos y los anglicanos que se convierten, saben que esa Roca no se tambaleará jamás.

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com