Tribunas

El Nombre de Dios

 

Jesús Ortiz


 

 

 

Los hombres religiosos musulmanes han buscado durante siglos los nombres de Alá y le reverencian con sumo respeto. No llegan ha encontrar el centésimo nombre de Dios, porque es inabarcable, y la búsqueda incesante los mantiene pendientes de Alá.

El pueblo hebreo sí tiene el Nombre de Dios, YHWH: Soy el que soy, que parece una tautología y sin embargo es lo más, el Ser Absoluto, la Aseidad, sin origen y no vinculado a nada ni nadie.

Los cristianos sabemos aún más: Dios no está en el Olimpo ajeno a los hombres porque ha decidido crearnos en el universo como hacen una madre y un padre que preparan la cuna para sus hijos antes de nacer. Jesucristo es la prueba máxima y definitiva del amor de Dios con sus hijos de adopción, verdaderos hijos en su Hijo Unigénito, un misterio también inefable que vivimos con naturalidad desde el Bautismo. Lo acabamos de celebrar en Navidad, al menos los que tienen viva la fe.

 

Dios es Dios

Conviene recordar el respeto que debemos al Nombre de Dios y a las cosas santas, como son los sacramentos como el Bautismo, la Eucaristía y el Matrimonio. Veo la portada de un disco de famosa que no guarda el respeto debido a las cosas santas.

Aparece la cantante como un ser celestial rodeada de nubes, en medio de un halo de oro, con la paloma sobre su cabeza, y algún otro detalle desagradable e irreverente. Lástima que para vender discos recurran con falta de respeto y mucha frivolidad a referencias a Jesucristo y la Virgen.

El segundo mandamiento rechaza tomar el Nombre de Dios en vano como hacen tantas veces cantantes como Madonna o Rosalía. La formulación de este precepto del Decálogo menciona explícitamente poner a Dios por testigo de una falsedad el perjurio, pero implícitamente también comprende otros pecados que atentan al nombre de Dios, como pronunciar este nombre sin respeto, blasfemar contra Dios, o hacer juramentos no necesarios.

 

Faltas de respeto a Dios y al prójimo

La blasfemia consiste en palabras o acciones que expresan o implican menosprecio por Dios, la Santísima Virgen o las cosas santas. Por su propia materia, que es el menosprecio -e incluso el odio a Dios-, se trata de un pecado grave. Sin embargo, en ocasiones la blasfemia se pronuncia sin plena intención de ofender a Dios, cuando una determinada persona está movida por la ira o por el mal hábito culpablemente contraído, pero contra el que se está luchando; pero, si no se ha retractado de ese mal hábito, no disminuye la culpabilidad, sino que la aumenta.

También rechazamos las palabras irreverentes tan frecuentes en famosillos en entrevistas, películas y galas, además de las imágenes como las ya mencionadas, que mezclan lo sagrado con lo mundano e incluso erótico. Entre nosotros nadie persigue a los blasfemos e irreverentes pero merecen el rechazo personal directo y el social, por falta de respeto a las creencias de los demás. Sin respeto a lo sagrado no hay respeto a las personas.

 

Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico