Tribunas

De monjas abusadas, sometidas, estresadas…

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

 

El último número del suplemento de L´Osservatore Romano “Mujer, Iglesia, Mundo”, publicado el 26 de enero, ha levantado no poca polémica con su informe sobre las monjas, perdón, religiosas, abusadas, estresadas, acosadas, violadas, humilladas, sometidas a la autoridad de cardenales, obispos, sacerdotes, explotadas laboralmente, con síntomas de “bournout”, todo ello junto, y todo mezclado.

Noticia inmediatamente replicada, y repetida hasta la saciedad, por los medios del universo todo. También en España.

Tengo que confesar que esta estrategia, y no voy a decir política diseñada, de querer ser los primeros en todo, incluso en poner sobre la mesa lo que se hace mal, me sorprende cada vez más. Es como si se estuviera diciendo a la opinión pública: “y nosotros más”, “nosotros como todos, pero más, los primeros”. ¿Acaso alguien piensa que la mentalidad del mundo va a reconocer esta pulsión por el sempiterno mea culpa?

La Iglesia terrenal es de fundación divina, pero de composición humana. Es santa y necesitada de purificación del pecado de sus miembros. Por lo tanto, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Cualquier atisbo de pecado, conversión y penitencia. Y de delito, aplicación de la ley, tolerancia cero para el pecado, y para el delito. Y misericordia para el pecador.

Pero eso no significa que nos equivoquemos y nos estemos fustigando todo el santo día. Máxime en una sociedad mediática en la que la dinámica de los medios tiene una especial fascinación por lo negativo, por lo que genera conflicto, tensión, por las incoherencias, por el lado oscuro.

Es curiosa la paradoja. La vida consagrada no parece que, en términos generales, esté atravesando por una buen época respecto a las estadísticas de miembros y obras. Conste que no soy de los que sostienen las tesis del apocalipsis de la vida consagrada. Ni tampoco de los que confrontan, en forma dialéctica, a los religiosos con los nuevos movimientos y realidades del Espíritu. Siempre pensé que eran procesos complementarios.

Resulta que ahora, incluso potenciado por el organismo vaticano dedicado a esta materia, en vez de dedicar esfuerzos en alentar y promover una imagen de belleza, de realidad, de la vida consagrada femenina, nos dedicamos a los trapos sucios. ¿Pero alguien puede pensar que una joven va a entregar su vida en un contexto de permanente sospecha?

Me sorprende todo esto además por el  hecho de que si hay un ámbito en el que brilla la santidad de la Iglesia, de sus miembros, es el de la vida religiosa femenina. Estoy seguro que los lectores conocen a religiosas que han entregado su vida ejemplarmente, en la educación, en el servicio de los pobres y los más necesitados, en la oración contemplativa. ¿A qué viene tanta insistencia programada en lo negativo?

De entre la mezcla de causas de esas informaciones está una que empieza a ser preocupante. La que pone el dedo en la llaga en el abuso, y por desgracia, uso, que, según dicen, cardenales, obispos y sacerdotes han practicado a religiosas. Si así fuera, está el derecho de la Iglesia, que ahora, en su vertiente penal, está de moda.

Ojo con ciertas interpretaciones, digamos, dialécticas de corte e inspiración marxista, que las carga el diablo, y nunca mejor dicho.  Y digo marxistas en lo referido a la lucha de clases, a la obsesión por el ejercicio del abuso de poder, perspectivas que son ideológicas.

Empiezo a sospechar que la reforma de la Iglesia está teniendo una compleja digestión. Ya sé que generalizar es difícil, máxime cuando me estoy refiriendo a una realidad global. Se habla mucho de casos de religiosas en África, por ejemplo, inmersas en determinadas culturas. Por cierto, toma inculturación.

Pero lo más grave de todo es la bruma sobre el significado del servicio, en la Iglesia y a la Iglesia, la gramática del servicio y la conjugación de las formas de servicio. Cristo pobre, siervo y humilde.

Vamos a ver cuál es el recorrido de esta moda de aplicar modelos de psicología profesional y de sociología a determinadas formas de vida en la Iglesia y a estados de vida en la Iglesia.

Me gustaría más que alguien hablara de la santidad de vida de tantas religiosas. Pero parece que esto ahora no se lleva.

 

José Francisco Serrano Oceja