Tribunas

¿Nostalgia de Quién?

 

 

Ernesto Juliá


 

 

 

 

George Steiner es el pensador y ensayista judío, nacido en París en 1929, que acaba de morir en su casa de Cambridge.

Uno de sus libros “Nostalgia del Absoluto”, está dedicado a dejar patente el fracaso de las tres grandes utopías surgidas en Occidente con la pretensión de resolver los problemas del hombre, dar una cierta explicación del hombre mismo y de sus actuaciones personales y sociales; y tratar de llenar el vacío dejado por la decadencia del cristianismo en Europa.

Steiner señala: Después de señalar que la presencia de esas utopías se corresponde con la situación provocada por la decadencia de la religión y por una honda nostalgia del Absoluto que tiene sus raíces en esa decadencia; corrobora su opinión con estas palabras: “Creo que esa nostalgia, tan profunda, en la mayoría de nosotros, fue directamente provocada por la decadencia del hombre y la sociedad occidental, por la decadencia de la antigua y magnífica arquitectura de la certeza religiosa”.

“Como nunca anteriormente, hoy, en este momento del siglo XX (el libro se publica en 1974), tenemos hambre de mitos, de explicaciones totales, y anhelamos profundamente una profecía con garantías”. A lo largo del libro deja patente el fracaso de tres personas que intentaron ser de alguna manera “profetas” anunciando el futuro, y que fracasaron estrepitosamente dejando millones de víctimas: Marx, Freud y Levy-Straus. También podría haber incluido a Nieztsche entre esos “vendedores de profecías”, en el que inspiró la ideología nacional-socialista.

¿Por qué esa nostalgia del Absoluto?, ¿de qué absoluto? A lo largo de toda su vida, y sin hacer especial alarde, Steiner se manifestó ateo En una entrevista del 2014, la periodista le pregunta: “¿Y no tiene la impresión de que un día, tal vez, creerá usted en un Dios?” “No. No tengo esa impresión en absoluto. Solo tengo una esperanza: que me dejen largarme cuando llegue el momento”.

Y en otra, realizada más o menos sobre la misma fecha, y que él pidió que no viese la luz hasta después de su muerte, encontramos una pregunta y respuesta de una cierta semejanza: ¿Cree que hay algo después de la muerte’ - No. Estoy convencido. Pero el momento del paso puede ser muy interesante”.

Unas palabras en estas respuestas, además del título del libro, me han llamado la atención: “largarme”, “en el momento del paso”, y “Absoluto”. Las tres hacen una referencia casi inmediata a una vida más allá de la muerte. “Largarme”. Uno se “larga”, se va, a un lugar, a una situación: si no hay nada, no se “larga”, desaparece y sin la más mínima conciencia de haber desaparecido.

En el momento del paso”. ¿Paso? ¿Hacia dónde? Si nada hay, ni siquiera podría decir que no hay nada, porque él ya no existiría. “Largarme”, “momento del paso”, son palabras que llevan escondido un cierto anhelo, una cierta nostalgia de algo que quisiéramos que existiera.

“Absoluto”. Me pregunto: ¿nostalgia del absoluto”, o “nostalgia de Dios”, de un Dios con quien se pueda hablar, a quien se pueda amar? Absoluto es una palabra abstracta que hace referencia a una cierta “plenitud” que se anhela poseer y en la que queda anclado para siempre, porque calma un anhelo de la razón: que todo cuadre.

El hombre es más que razón, y Steiner lo sabía muy bien. En mi aprecio a su obra, quiero ver detrás de esa “nostalgia de Absoluto”-nostalgia de algo-, una verdadera y judeo-cristiana “nostalgia de Dios”, nostalgia de Alguien, nostalgia de Dios, Creador y Padre, nostalgia de Cristo, el Mesías, Dios y hombre verdadero.

Me he permitido estas consideraciones por el aprecio intelectual que tengo a Steiner, por el reconocimiento a hombres y mujeres judíos que he conocido a lo largo de mi vida, en quienes he podido apreciar – no obstante que algunos se hayan manifestado claramente ateos- un palpitar en su espíritu del aliento de Dios, del palpitar de Cristo, de la presencia de la Eternidad.

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com