Cáritas | Cooperación internacional • 12/02/2020

 

Las diferencias no son amenazas, sino riquezas

 

Rafael Lería Ortega convive junto a diferentes pueblos indígenas en la Amazonía

 

 

 


 

 

 

 

 

Rafael es misionero jesuita del Consejo Indigenista de Brasil y también miembro del Eje de Derechos Humanos de la REPAM. Desde hace más de diez años acompaña, vive, baila, come y pesca junto a diferentes pueblos indígenas. Como uno más, sabe como es el día a día de las comunidades, lo que sienten cuando empresas contaminan y destruyen sus territorios y vidas y lo que desean para su futuro: la humanización del mundo para hacernos más ricos.

 

¿Cómo se vive en medio de la Amazonía la vulneración diaria de Derechos Humanos que sufren tantas personas?

Ellos lo viven con dolor, con sufrimiento. Pero también con mucha capacidad de resistencia y resiliencia, porque son pueblos profundamente libres. Creo que esta libertad es la que incomoda al sistema actual económico, que da vida a unos pocos, pero mucha muerte y muchos quebraderos de cabeza para tantos otros; en especial para nuestros queridos hermanos indígenas.

Desde mi percepción, creo que deberíamos hacer tres cosas y no las estamos consiguiendo. Anunciar al mundo que queremos vida digna para todos, que para eso vino Jesús, Dios hecho hombre que se encarna. Y para esta vida digna, hay que comenzar con el territorio, porque ellos son territorio, no solo parte del mismo. Y después hay que denunciar. Que sepa el primer mundo, sobre todo los poderosos, que ellos, los pueblos indígenas, se bajan del sistema, del barco o del mundo actual y quieren seguir su forma de vida, su forma de organizarse y su manera de ser diferentes.  Hoy en día, el sistema planea una imposición de homogeneización de la humanidad, del “consumir, luego existo”. Pues los hermanos indígenas quieren renunciar a esto y quieren seguir creyendo en la comunidad.

 

¿Cómo es la vida de las comunidades indígenas?

Ellos son comunitarios, no tremendamente individualistas como nosotros. En esta comunidad lo que prima es la libertad. Son pueblos profundamente libres, profundamente generosos y su modo de ver el mundo, la selva, es algo muy sagrado. Hay mucho futuro, mucha vida, mucha esperanza junto a los pueblos indígenas, porque hay muchos niños y niñas, adolescentes y jóvenes. Van a seguir resistiendo.

 

¿Qué papel tiene la Iglesia?

Creo en nuestra manera de ser presencia junto a los pueblos indígenas como Iglesia. Tenemos una herramienta que nuestro pobre hermano Ignacio nos dejó a los Jesuitas, y a todos sus seguidores: la necesidad de discernir. Y no estamos discerniendo los signos del espíritu, los signos del tiempo actual que estamos viviendo, porque no estamos teniendo experiencias de vida junto a los pueblos indígenas.

Comer como ellos comen, bailar como ellos bailan, participar de los rituales como ellos participan, hacer música… Y esto se hace no solo con la cabeza sino con el sentir del corazón. Una vez que se siente con el corazón se empieza a corazonar y se pasa a la siguiente etapa de la planeación. Escuchando, acompañando y llevando a cabo las acciones sencillas y cotidianas del día a día se pueden compartir ideas para después evaluar. Del diálogo nace la luz y no estamos dialogando junto con los pueblos de Iglesia. Tampoco estamos respetando la religión de los pueblos. 

Debemos intentar humanizar al mundo para ver que las diferencias no son amenazas, sino que son riquezas para crecer haciéndonos más humanos. Estamos completamente deshumanizados. Y cuanto más humanizados estemos, somos más divinos y cuanto más divinos, más humanos también. Estamos más cerca de Dios.

 

¿Qué podemos hacer ante esta realidad?

Tenemos que denunciar este sistema, denunciando aquello que nos quita vida y sobre todo renunciar. Bajándonos de este sistema económico que enriquece solo a unos pocos mientras el resto del pueblo de Dios sigue sufriendo y sigue cada vez más pobre. Y no hay esa vida digna que Él vino a decirnos.

Nos hace falta mucho el discernimiento que nos ubica en la realidad, para poder escuchar, para poder corazonar, para poder sentir con la cabeza y planear junto con ellos y ellas. Para llevar a cabo acciones que cambien y, sobre todo, para después evaluar. Para seguir avanzando, para seguir luchando y para seguir resistiendo.