Editorial

 

Masterchef: la degeneración de un buen programa

 

 

16 abril, 2020 | por ForumLibertas.com


 

 

 

 

 

El pasado lunes dio comienzo la nueva temporada, la octava, de Masterchef en TVE. Una de las ediciones más esperadas por la audiencia y quizás la más seguida, por la situación de confinamiento que vivimos y por el desarrollo plausible de las dotes culinarias de los españoles como hobby para superar el encierro.

Resulta que, a diferencia de las anteriores, esta edición se identifica con las ideas que defienden los partidos del gobierno, como se pudo comprobar ya desde los minutos iniciales del programa y a lo largo del mismo. Para situar al lector, en este primer capítulo se realiza la selección definitiva de los aspirantes que formaran parte de la etapa final del concurso. Dicha selección se produce de entre una pre-selección de 50 candidatos que han resultado elegidos de entre 30.000 participantes de toda España. Por razón de lo limitado de los tiempos en la televisión no cabe exponer el proceso completo de elaboración, cata y juicio del plato de cada aspirante por parte del jurado final (Samanta, Jordi y Pepe), sino que se centraba el programa en dedicar más o menos tiempo de exposición pública a unos u otros candidatos según el interés que desprendían, su extravagancia y sus probabilidades de ser seleccionados. Hasta aquí nada fuera de lo normal.

No obstante, a medida que se suceden los candidatos se empieza a apreciar una esencia de propaganda totalmente descarada. Los candidatos, en su mayoría, pero no todos, realizan una pequeña presentación del motivo que les lleva a querer formar parte de Masterchef, de sus gustos en la cocina y de su procedencia y profesión. Sin embargo, lo anómalo del programa sucede cuando los candidatos se limitan a exponer sus orientaciones sexuales, su ideología feminista y anti-machista, su metamorfosis de sexo, e incluso formas de dar plenitud a sus necesidades sexuales. Claramente el programa nace con una vocación de integración, algo que es de remarcar, ya que consagrar la cocina como un punto de encuentro es algo defendible, encomiable y un logro sin duda. Pero el pasado lunes se defenestró la cocina como punto de encuentro, para considerarlo un escenario en el que todo vale porque es lo que soy y así me quiero expresar. Sirvan de ejemplo los siguientes casos:

Uno de los candidatos entra en plató con su plato y en la mano un instrumento ajeno a la cocina. Los jurados preguntan de qué se trata y para su sorpresa, el candidato, varón, dice que es un vibrador (instrumento erótico para dar placer sexual a la mujer).

Una mujer entra portando el plato a valorar y una especie de cintas con anclajes. El jurado, nuevamente sorprendido pregunta que de qué se trata, y la mujer responde que de un columpio. Pero no un columpio ordinario, sino un columpio sexual. Y no queda ahí la cosa, sino que el programa instala el columpio delante del jurado y la candidata les explica cómo se usa a los jurados, montándose en el mismo e incluso haciendo partícipe a Pepe (jurado) dándole incluso unos toques en el trasero.

Otro ejemplo más: entra una persona de etnia gitana, con rasgos de hombre, pero de nombre Saray. En su presentación, hace referencia a que es transexual. Dato que no aporta demasiado a la cocina pero que puede admitirse como algo que puede definirle. Sin embargo, la historia no queda ahí, sino que se entra a fondo a conocer su situación.

Probablemente, estos candidatos sean recordados por estos actos más que por sus platos que los llevaron a salir en Masterchef. Y así multitud de referencias a las orientaciones sexuales de los participantes, obviamente, solo explicitadas cuando se trata de miembros del colectivo LGTBI. Así como referencias a cuestiones como el ser dependiente de una tienda de productos eróticos. También referencias a otras cuestiones que en un concurso por ver quién es el mejor cocinero del país son contradictorias, como candidatos veganos, que no saben cómo reaccionar si tiene que cocinar un cordero, u hombres vestidos con tacones y contoneándose delante del jurado.

Con esto el programa entra en una contradicción interna muy alarmante. Nadie se opone a dar visibilidad a la realidad de las cosas, pero el espacio es importante cuidarlo. Masterchef es un programa cuya calificación legal es +7, es decir, que está destinado a que los niños lo visualicen y aprendan el valor de la cocina, del comer bien y sano, y descubrir valores como el sacrificio, el compañerismo y la obediencia. No a que se les inculquen cuestiones que ya no solo son ajenas a los objetivos del programa, como saber qué es una persona transexual o los gustos sexuales existentes, sino que incluso, y estos es lo más horrendo, que se da visibilidad como apto para todos los públicos, a objetos y actos cuya calificación es exclusivamente para adultos. Se está atentando directamente contra la sensibilidad e integridad del menor. En la televisión pública.

Finalmente, es curioso ver como la segunda parte del programa se desarrolla frente al Monasterio de Guadalupe (provincia de Cáceres). Quizás con el propósito de silenciar posibles voces discrepantes, ya que la pretensión de ser un programa que da cabida a que aparezcan símbolos religiosos y católicos puede a su vez exigir la abstención de una censura posterior de cualquier otra clase de contenido, como los referidos antes. No hay que perder de vista, que dicho Monasterio ofrece las condiciones propicias para el desarrollo del programa, en la denominada “Prueba de Exteriores”, en la que los candidatos se enfrentan por equipos con el objetivo de dar de comer a un número de comensales ciertamente elevado. Proporciona el Monasterio los peregrinos que actuaran comensales, y sobre todo, el espacio idóneo de ambiente y entorno agradable para celebrar una prueba de dichas características. Por lo que la aparición de dicho Monasterio puede considerarse más como un aprovechamiento de la riqueza cultural, artística y demográfica, que como un favor que se hace por el hecho de aparecer en el programa.

En suma, Masterchef, un programa serio, creativo y apto para menores, ha comenzado a ser utilizado para contenidos que requerirían cambiar su calificación y que tienen una clara orientación ideológica. Un buen programa que degenera. Imaginamos que muchos consumidores sabrán tenerlo en cuenta cuando hayan de acudir a los restaurantes que se promocionan en el programa, o cuando se planteen comprar productos que en el mismo se promocionan.