El blog de Josep Miró

 

Pandemia y familia: la clave olvidada de la superación de la crisis

 

 

18 mayo, 2020 | por Josep Miró i Ardèvol


 

 

 

 

James Heckman es un reconocido economista ganador del Premio Nobel, compartido por su trabajo en la Microeconometría de la diversidad y la heterogeneidad y para establecer una sólida base causal para la evaluación de políticas públicas. Es el director del Centro de Economía del Desarrollo Humano de la Universidad de Chicago. El 14 de abril de 2020, Gonzalo Schwarz, presidente y consejero delegado del Instituto Archbridge lo entrevistó, y de esta entrevista surgen unas consideraciones que creo que son decisivas para orientar las políticas de salida de la crisis provocada por la pandemia.

El entrevistador Gonzalo Schwarz le pregunta al doctor James J. Heckman cuáles cree que son las principales barreras para la renta o la movilidad social. La respuesta puede parecer sorprendente a mucha gente, porque afirma que “Las principales barreras a la hora de desarrollar políticas efectivas de ingresos y movilidad social son el miedo de un compromiso honesto con los cambios en la familia norteamericana y las consecuencias que esta tenga. Es políticamente incorrecto expresar la verdad e ir a la fuente de los problemas. El discurso público, como es, no puede hablar con honestidad sobre cuestiones de cultura, raza y género. Una censura poderosa está en juego en toda la sociedad”. Lo que nos está diciendo un Nobel hablando del campo en el que él es una figura destacada, es que el principal problema son los cambios experimentados por la familia, agravados por la censura en el discurso público sobre cultura, es decir, la concepción que tenemos de la realidad dada por el marco de referencia de las ideas hegemónicas, y por género.

Y la siguiente pregunta remacha el clavo.

S: En su investigación se habla de la importancia clave de la estructura familiar para la movilidad social. ¿Por qué se insiste tanto en este tema?

H: “La familia es la fuente de vida y crecimiento. Las familias construyen valores, fomentan (o desalientan) a sus hijos en la escuela y fuera. Las familias, mucho más que las escuelas, crean o inhiben las oportunidades de vida. Una gran cantidad de evidencias muestran el poderoso papel de las familias para dar forma a la vida de los hijos. Las familias disfuncionales producen niños disfuncionales. Las escuelas sólo pueden compensar parcialmente los daños causados a los niños por parte de familias disfuncionales.” Más claro, el agua. Heckman martillea lo que muchos venimos diciendo, porque es una evidencia objetiva: la familia natural o clásica es la base del capital humano y social, y de todo progreso especial y económico. Con ella y menos medios se puede lograr muchos mejores resultados que sin ella y con más medios. Este axioma puede ser relativamente prescindible a medio plazo -pero no a largo- para economías muy productivas, como es el caso de Suecia, pero es insoslayable a corto plazo para economías como la española, de productividad modesta.

Y aquí encontramos un hecho que es lógico y que puede parecer extraordinario: el modelo de familia cristiana corresponde exactamente al modelo de familia óptimo en términos de movilidad social y mejores resultados en todos los ámbitos. Esta evidencia empírica, que debería ser proclamada a los cuatro vientos, desde todos los enfoques posibles, incluido el pastoral, se mantiene pudorosamente al margen, o queda confinada a los ambientes más confesionales.

Una nueva pregunta para el doctor Heckman insiste en un aspecto decisivo del papel de la familia. Al preguntarle por la importancia de la educación infantil, concretamente la educación preescolar, esta es su respuesta:

H: “Nunca he apoyado a la educación preescolar universal. Las ventajas de los programas de educación infantil son mayores para los niños más desfavorecidos. Los niños más aventajados generalmente fomentan la vida familiar temprana. La “intervención” de una familia cariñosa, llena de recursos para sus hijos, tiene beneficios enormes que, desgraciadamente, nunca han sido bien medidos. Los programas públicos de educación infantil pueden compensar potencialmente los entornos domésticos de los niños desfavorecidos. Ningún programa preescolar público puede proporcionar los entornos, el amor y el cuidado de los padres de una familia en funcionamiento y los beneficios resultantes”. Es decir, nada mejor que la familia, y sólo en los entornos domésticos de niños desfavorecidos la educación preescolar puede compensar. Compensa, pero no suple.

El premio Nobel considera que la crisis pandémica agravará la desigualdad en materia de salud e ingresos. “La desigualdad de acceso a la asistencia sanitaria fomenta la desigualdad de salud, y la mala salud inhibe la capacidad de contribuir a la sociedad. Con tantas personas sin trabajo ahora y con beneficios para la salud, la desigualdad a corto plazo generada por la mala salud aumentará además de la desigualdad creada por la pérdida de puestos de trabajo. Sabemos que esto es cierto porque los que sufrían una salud deficiente antes del Covid-19 son las víctimas principales de la nueva pandemia”.

En esta respuesta hay muchas reflexiones interesantes:

1) La necesidad de un sistema sólido de salud, y también la existencia de hábitos saludables y una buena medicina preventiva. El primer aspecto lo tenemos pero hay que mejorarlo, el segundo es muy irregular, y el tercero es la cenicienta de la salud pública.

2) La pandemia acentuará el mal estado de salud por tres causas. Por un lado, los curados tendrán secuelas. De otro, los enfermos de otras patologías habrán empeorado por déficit de asistencia provocado por el Covid-19. Y, finalmente, el confinamiento y el estrés y la ansiedad que provoca el Sar-Cov-2 entre la población generará problemas médicos adicionales. También lo hará el paro y la negrura del horizonte. Si el abordaje de todas estas cuestiones se hace para hogares/familias y se integran las dimensiones sociales con las médicas y económicas, los resultados serán mucho mejores.

Hay una última pregunta que formula Schwarz: En su trabajo, un componente clave para el desarrollo de la infancia y el capital humano es el compromiso parental. Debido al cierre de la escuela y de la permanencia a las órdenes de casa en muchos estados, los niños y sus padres se quedan en casa, lo que debería aumentar el nivel de compromiso parental. ¿Cree que esto será de utilidad para el desarrollo de la infancia ya que se refiere a este tema concreto, o debido a la heterogeneidad de la calidad del compromiso parental y la capacidad de algunos padres de desarrollar un compromiso de calidad, el resultado final podría ser más desigualdad en cómo algunos niños lo harán? ¿Tienen una calidad más alta del compromiso parental que otras?

La respuesta es contundente:

H: Se dará a quien tenga más. Para familias estresadas donde el progenitor monoparental aún trabaja, probablemente el ambiente de la primera infancia empeorará.

Las familias que tienen más capacidad educadora, que no equivale a “hacer de maestro”, sino a hacer bien de padre y madre, que es otra cosa, saldrán beneficiadas, y las otras familias serán perjudicadas, sobre todo las monoparentales. Y en la respuesta se puede producir la paradoja del dedo del sabio que señala la luna para visualizarla, y el atontado mira hacia el dedo. Lo que hay que entender es 1: Que la medida paliativa es ayudar a las familias con problemas, y 2: Entender que paliar no es resolver, no es curar, y que al mismo tiempo hay una política de alcance, incluida la promoción de la cultura necesaria para favorecer que crezcan y se asienten en el modelo de familia óptimo, el clásico o natural.

Todo esto tiene una relación evidente con la respuesta a la crisis del coronavirus, que hasta ahora en España se centra en la suicida contraposición entre garantizar la salud y limitar los derechos constitucionales, y “cerrar” la actividad económica. Naturalmente esta respuesta justificada por un golpe de fuerza breve y contundente en el tiempo, unas tres semanas, es imposible como receta general; es un escenario marcado por 4 referencias básicas.

  • El 95% de la población no está inmunizado. Un 25% de los portadores pueden ser asintomáticos. El riesgo del rebrote es casi una certeza.
  • El Covid-19 ha venido para quedarse (OMS).
  • La vacuna, de resultados inciertos en cuanto a su disponibilidad masiva, queda lejos, quizás a finales de 2021.
  • Una vez superada la fase de desbordamiento, lo que funciona es la detección masiva por PCR y la capacidad de intervenir rápidamente para identificar y aislar las cadenas de contagio, incluidos los asintomáticos.
  • El control del territorio a escala micro es esencial.
  • Las estrategias deben aprovechar todos los resquicios, como por ejemplo la propuesta israelita de organizar la prevención a partir de los tres días en que los enfermos no contagian en la fase inicial.
  • La responsabilidad de las personas en sus hábitos es importante. No se puede hacer reposar toda la solución en ella, pero forma parte de la solución.

En todos estos puntos la familia tiene una importancia decisiva. Por lo tanto, la concepción actual de las políticas públicas que ven el problema en términos individuales es un grave error. La familia tiene que pasar a ser la unidad de abordaje de todas las respuestas sanitarias, sociales, económicas, culturales y educativas.

Concretar más este enfoque da sobradamente para un nuevo artículo.