Culpa

 

Duelo: ¿cómo salir de la culpabilidad?

 

"Tendría que haberle dicho…". Esta frase nos puede atormentar después de la muerte de un ser querido. ¿Cómo podemos vivir esta culpabilidad creciente? La respuesta del padre Jean-Michel Maldamé, dominico.

 

 

01 jun 2020, 12:31 | La Croix


 

 

 

 

 

 

¡Nada de culpabilidad indefinida! Hay que evitar dos excesos en el momento de la muerte de un ser querido. El primero es el de decir «He hecho todo lo necesario» y llenar el vacío de su marcha hacia el eterno descanso con las acciones que se han llevado a cabo (los ritos religiosos, los homenajes, el cumplimiento de sus últimas voluntades...).

El segundo es culpabilizarse diciendo «No he hecho lo que tendría que haber hecho». Estas dos posturas son excesivas, pues todas las relaciones humanas permanecen abiertas, nada está nunca cerrado, completado, acabado. Así que tenemos que estar lúcidos y ser objetivos y medir lo que se ha hecho con la posibilidad real de hacerlo. Esta posibilidad depende de nosotros por una parte, pero no depende sólo de nosotros: depende de los demás y de las circunstancias.

 

La culpabilidad devora

Por supuesto, habría estado bien decirle esto o aquello, pero no fue posible – y no se trata de una culpa, sino de las limitaciones de la vida. Las relaciones con las personas cercanas y los íntimos no son siempre óptimas. Así pues, nada de culpabilidad indefinida. Es necesario centrarse en puntos específicos y si la culpabilidad devora, hay que hablar con alguien que nos ayude a encontrar una cierta objetividad.

En segundo lugar, la muerte, para un cristiano, no es una aniquilación. Existe una relación que pasa por la oración. Se puede rezar para que viva la relación. Entre el deceso y la resurrección última, hay un tiempo intermedio – que no se mide con el cronómetro. Hay que utilizar ese tiempo para vivir una purificación.

Para que esto suceda, es necesario utilizar la vida presente para que la relación con el difunto se purifique. Por lo tanto, es necesario apoyarse en lo que hubo de bueno y feliz; también hay que reparar (si es posible) lo que ha sido fuente de error o sufrimiento (perdonar desde el fondo de tu corazón, completar lo prometido, poner orden en lo que estaba confundido...) Hay que vivir el tiempo presente como un don de Dios.

 

Padre Jean-Michel Maldamé, dominico