Colaboraciones

 

¿Para qué la Iglesia?… ¿por qué no? (I)

 

 

10 julio, 2020 | por Jordi-Maria d’Arquer


 

 

 

 

 

¿Por qué critican que la Iglesia quiere imponer “la suya”, paternalista y retrógrada? Porque piensan que quiere quitarles la libertad de hacer lo que les dé la gana. Y no saben que es precisamente la Iglesia la garante de la libertad en nuestro mundo. Y eso, por mandato directo y explícito del mismo Jesucristo: “Si me amáis, cumpliréis mis mandamientos” (Jn 14,15). “Conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres” (Jn 8,32). Porque Jesucristo es el ser reaccionario por antonomasia. Revolucionó a contracorriente la sociedad caduca del Imperio Romano con doce pescadores y la sola ley del amor.

En efecto, Jesucristo es El Revolucionario. Con su Palabra y las manos de esos pescadores, extendió el hálito divino de Dios sobre el mundo, para preparar el camino que le ha de llevar a reinar en él, como Rey que es (Jn 18,37). No por capricho, sino para, con su naturaleza divina, como Hombre Dios que es, cerrar la Historia y el Tiempo y llevarse a los elegidos que le esperan gimiendo dolores de parto, ansiosos por ser elevados a la Gloria, (Cfr. Rom 8,18-24).

Enmarquemos la situación. El hombre y la mujer, al ser tentados por el Traidor en el Paraíso que su Creador les había confiado, cayeron y rompieron la armonía del cosmos y con el Creador al consumar el Pecado Original que les esclaviza a ellos y a sus descendientes.

Pero, por la condescendencia divina, que es Amor, ya fueron liberados de una vez por todas al redimirlos en la Cruz nuestro divino Redentor. Porque el pecado fue tan grave que, para restaurar la armonía, el Mal debía ser vencido asumiendo el Hijo de Dios la carne mortal junto con el pecado, para, desde ahí, vencerlo, como afirma san Pablo (Rom 5,12-15). Pues en realidad, lo que había hecho inicialmente el Creador era crear al hombre y a la mujer por Amor y para la herencia de la bienaventuranza eterna. Ahora, ya redimidos, ya son nacidos libres y muertos libres. Jesús nos hace libres. ¡Auténticamente libres!

 

¿Que no te lo crees, eso de que Jesús nos hace libres? Escucha:

Uno: Jesús libera a la mujer, que era la total ignorada de las sociedades romana y judía, y sometida por ley a la voluntad del hombre. En ese panorama de sociedad que hoy llamaríamos machista, Jesús le abre camino y la pone al mismo nivel que el hombre, como había hecho el mismo Creador al crearlos (”El que repudia a su mujer (…) la expone al adulterio”: Mt 5,32. “Al crear Dios al hombre a su imagen lo creó macho y hembra, y los llamó ‘hombre’”, eso es, los crea con la misma dignidad: Cfr. Gen 5,1-2. “Que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo”: Ef 5,33. “El marido pague a la mujer, e igualmente la mujer al marido. La mujer no es dueña de su propio cuerpo: es el marido; e igualmente el marido no es dueño de su propio cuerpo: es la mujer”: 1 Cor 7,3-4. “Los maridos deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo”: Ef 5,28).

 

Dos: Jesús desencadena al esclavo, que era la purria de las purrias (“Uno solo es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos”: Mt 23,8. “Dios no hace acepción de personas”: Ef 6,9).

 

Tres: Jesús libera la sexualidad, que era y es la gran esclavitud del ser humano por el mismo ser humano (“Serán los dos una sola carne”: Gen 2,24. “No adulterarás”, “No cometerás actos impuros”, sexto mandamiento: Dt 5,18. “Si tu mano (…) si tu pie (…) si tu ojo te hace caer, sácatelo” (Mc 9,43-48). “Huid de la fornicación (…) el que fornica peca contra su propio cuerpo” (1 Cor 6,18). Jesús abre la puerta de toda la concepción nueva de la pureza, para restaurar la bienaventuranza perdida por el hombre y la mujer en un principio, enseñanza típica de la concepción cristiana.

 

“Pero la Biblia dice ‘no adulterarás’ y no ‘no fornicarás’. Tú te sacas de la manga el ‘no’ global al sexo” –me retas-. Yo te contesto que Jesús es el Renovador de la Ley mosaica, la cual fue dada más liviana, según palabras del Redentor, “por la dureza de vuestros corazones, pero al principio no era así” (Cfr. Mt 19,8). Jesús lo renueva todo, restaurando desde el Origen.

Además, con ese “no adulterarás” que me dices sucede lo mismo que con el mandamiento “no matarás”, que de facto es el enunciado que engloba otros muchos pecados, como “no murmurarás” o “no someterás a tu prójimo”. Advirtamos que todo en la Biblia está escrito en perfecta coherencia y complementariedad indivisible como parte de un todo, clara en este punto como en casi todos. Solo viviendo la pureza se experimenta la gran libertad en esta vida, la cual también puede llegar a verla en los puros e intuirla una persona de buena voluntad, aunque no la viva.

La experta guía de esos consejos, de ese camino claro y diáfano como la luz de la mañana es la Iglesia. Ella no hace más que recordarnos y ponernos en cuestión nuestra conciencia. No olvidemos que la conciencia rectamente formada es la garante de nuestra salvación en Cristo Jesús. Y será nuestra propia conciencia la que nos juzgará ante Él y los hombres en su Juicio Universal, tras la muerte. ¡Ahí nos veremos todos las caras!