Servicio diario - 12 de julio de 2020


 

Ángelus: “Depende de nosotros cómo acoger la Palabra de Dios”
Raquel Anillo

Ángelus: El Papa Francisco dice su “dolor” al pensar en Santa Sofía
Anita Bourdin

Ángelus: “Saludo cariñoso a los que trabajan en el mar”
Raquel Anillo

Día del Mar: Mensaje del cardenal Peter K.A. Turkson a los marineros
Rosa Die Alcolea

Beato Carlos Manuel Rodríguez Santiago, 13 de julio
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

Ángelus: “Depende de nosotros cómo acoger la Palabra de Dios”

Palabras antes del Ángelus

julio 12, 2020 12:45

Angelus

(zenit – 12 julio 2020).- A las 12 del mediodía de este domingo, 12 de julio de 2020, el Papa Francisco se ha asomado a la ventana del estudio del Palacio Apostólico vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro.

El Papa nos habla de las distintas maneras de recibir la Palabra de Dios, según la tierra donde caiga la semilla”. Recordó que” la parábola del sembrador es un poco la “madre” de todas las parábolas, porque habla de la escucha de la Palabra”, invitando a “escuchar la Palabra de Dios y a leerla aconsejando llevar con vosotros un pequeño Evangelio… Y así, leed cada día un fragmento, para que estéis acostumbrados a leer la Palabra de Dios, y entender bien cuál es la semilla que Dios te ofrece, y pensar con qué tierra la recibo”.

A continuación sigue la traducción de las palabras del Papa al introducir el Ángelus ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

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Palabras del Papa

Queridos hermanos y hermanas,

¡buenos días! En el Evangelio de este domingo (cfr Mt 13,1-23) Jesús cuenta a una gran multitud la parábola del sembrador, que todos conocemos muy bien, que lanza la semilla en cuatro tipos diferentes de terreno. La Palabra de Dios, representada por las semillas, no es una Palabra abstracta, sino que es Cristo mismo, el Verbo del Padre que se ha encarnado en el vientre de María. Por lo tanto, acoger la Palabra de Dios quiere decir acoger la persona de Cristo, el mismo Cristo.

Hay distintas maneras de recibir la Palabra de Dios. Podemos hacerlo como un camino, donde en seguida vienen los pájaros y se comen las semillas. Es la distracción, un gran peligro de nuestro tiempo. Acosados por tantos chismorreos, por tantas ideologías, por las continuas posibilidades de distraerse dentro y fuera de casa, se puede perder el gusto del silencio, del recogimiento, del diálogo con el Señor, tanto como para arriesgar perder la fe, estamos distraidos de todo por las cosas mundanas.

O podemos acoger la Palabra de Dios como un pedregal, con poca tierra. Allí la semilla brota en seguida, pero también se seca pronto, porque no consigue echar raíces en profundidad. Es la imagen del entusiasmo momentáneo pero que permanece superficial, no asimila la Palabra de Dios. Y así, ante la primera dificultad, un sufrimiento, una turbación de la vida, esa fe todavía débil se disuelve, como se seca la semilla que cae en medio de las piedras.

Podemos, también, acoger la Palabra de Dios como un terreno donde crecen arbustos espinosos. Y las espinas son el engaño de la riqueza, del éxito, de las preocupaciones mundanas… Ahí la Palabra se ahoga y no trae fruto.

Finalmente, podemos acogerla como el terreno bueno. Aquí, y solamente aquí la semilla arraiga y da fruto. La semilla que cae en este terreno fértil representa a aquellos que escuchan la Palabra, la acogen, la guardan en el corazón y la ponen en práctica en la vida de cada día.

La parábola del sembrador es un poco la “madre” de todas las parábolas, porque habla de la escucha de la Palabra. Nos recuerda que la Palabra de Dios es una semilla que en sí misma es fecunda y eficaz; y Dios la esparce por todos lados con generosidad, sin importar el desperdicio. ¡Así es el corazón de Dios! Cada uno de nosotros es un terreno sobre el que cae la semilla de la Palabra, ¡sin excluir a nadie! La Palabra es dada a cada uno de nosotros. Podemos preguntarnos: yo, ¿qué tipo de terreno soy? ¿Me parezco al camino, al pedregal, al arbusto? Pero, si queremos, podemos convertirnos en terreno bueno, labrado y cultivado con cuidado, para hacer madurar la semilla de la Palabra. Está ya presente en nuestro corazón, pero hacerla fructificar depende de nosotros, depende de la acogida que reservamos a esta semilla. A menudo estamos distraídos por demasiados intereses, por demasiados reclamos, y es difícil distinguir, entre tantas voces y tantas palabras, la del Señor, la única que hace libre. Por esto es importante acostumbrarse a escuchar la Palabra de Dios, a leerla. Y vuelvo, una vez más, a ese consejo: llevad siempre con vosotros un pequeño Evangelio, una edición de bolsillo del Evangelio, en el bolsillo, en el bolso… Y así, leed cada día un fragmento, para que estéis acostumbrados a leer la Palabra de Dios, y entender bien cuál es la semilla que Dios te ofrece, y pensar con qué tierra la recibo.

La Virgen María, modelo perfecto de tierra buena y fértil, nos ayude, con su oración, a convertirnos en terreno disponible sin espinas ni piedras, para que podamos llevar buenos frutos para nosotros y para nuestros hermanos.

 

 

 

 

Ángelus: El Papa Francisco dice su “dolor” al pensar en Santa Sofía

La basílica cristiana que se ha convertido en museo podría servir de mezquita

julio 12, 2020 13:55

Angelus

(zenit – 12 julio 2020).- El Papa Francisco dice su “dolor” al pensar en Santa Sofía y Estambul (Turquía), después del Ángelus de este domingo, 12 de julio de 2020, en la Plaza de San Pedro.

El Papa agregó espontáneamente algunas palabras al texto planeado, después de la oración del Ángelus, desde la ventana del estudio del Vaticano que da a la Plaza de San Pedro. “Sono molto addolorato”, dijo el Papa Francisco, en su estilo simple y efectivo: que se puede traducir por: “Estoy muy dolido”.

Acababa de mencionar el Día Internacional del Mar y agregó: “Y el mar me lleva un poco lejos en mis pensamientos: a Estambul. Pienso en Santa Sofía y estoy muy dolido”.

La gran basílica cristiana de Constantinopla dedicada a Cristo “Sabiduría de Dios” fue construida en el siglo IV y luego reconstruida en el siglo VI. Sirvió como una mezquita del siglo XV, bajo Mehmet II, después de la toma de Constantinopla por los otomanos.

A partir de 1934, sirvió como museo, en un espíritu de diálogo, secularismo y universalismo: Mustafa Kemal Atatürk quería “ofrecerlo a la humanidad”, hizo desmontar los grandes paneles circulares con el nombre de ‘Alá, Mahoma y los califas: ya no se usaba para el culto musulmán.

Hace dos días, el 10 de julio, un decreto del Consejo de Estado turco decidió reasignarlo al culto musulmán, a partir del viernes 24 de julio.

La decisión anunciada como probable había provocado muchas protestas de antemano, en nombre del diálogo y la tolerancia, en particular la de los patriarcas de Constantinopla, Bartolomé I, y de Moscú, Cirilo, transmitidos por los medios de comunicación del Vaticano, UNESCO y Francia.

El Papa Francisco visitó la iglesia de Santa Sofía el 29 de noviembre de 2014. El Papa se detuvo particularmente bajo el mosaico de la Virgen en majestad.

Al final de esta visita a la basílica bizantina, el Papa escribió en el libro de visitas, en griego y latín: “Αγία Σοφία του Θεού” y “Quam dilecta tabernacula tua Domine”. Salmo 83 , es decir, en griego “Santa Sabiduría de Dios” y en latín: “Cuán adorables son tus moradas, Señor”. Salmo 83

 

 

 

 

Ángelus: “Saludo cariñoso a los que trabajan en el mar”

Palabras después del Ángelus

julio 12, 2020 14:18

Angelus

(zenit – 12 julio 2020).- Tras el rezo del Ángelus, de este domingo, 12 de julio de 2020, el Papa Francisco dice su “dolor” al pensar en Santa Sofía y Estambul (Turquía), al recordar la Jornada Mundial del Mar.

Saludando a continuación a los peregrinos y fieles reunidos en la plaza de San Pedro.

A continuación sigue la traducción de las palabras del Pontífice tras la oración mariana ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

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Palabras del Papa

Queridos hermanos y hermanas,

En este segundo domingo de julio se celebra el Día Internacional del Mar. Dirijo un saludos cariñosos a todos los que trabajan en el mar, especialmente a los que están lejos de sus seres queridos y de su país. Saludo a todos los que se han reunido esta mañana en el puerto de Civitavecchia-Tarquinia para la celebración de la Eucaristía.

El mar me lleva un poco lejos, un pensamiento a Estambul, pienso en Santa Sofia y estoy muy dolido.

Saludo a todos ustedes fieles de Roma y a los peregrinos de los diferentes países, en particular a las familias del Movimiento de los Focolares.

Saludo con gratitud a los representantes de la Pastoral de la Salud de la Diócesis de Roma, pensando en tantos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que han estado cerca de los enfermos en esta época de pandemia. Gracias, gracias, por todo lo que han hecho y están haciendo, gracias.

Les deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

 

 

 

 

Día del Mar: Mensaje del cardenal Peter K.A. Turkson a los marineros

Segundo domingo de julio

julio 12, 2020 10:25

Dicasterios

(zenit – 12 julio 2020).- Este domingo se celebra el Día del Mar, como es tradición, el segundo domingo de julio, cerca de la fiesta de la Virgen del Carmen (16 de julio), patrona de los marineros, para recordar y rezar, de una manera especial, por la gente de mar que trabaja lejos de su país, de sus seres queridos y de la Iglesia local.

Por este motivo, el cardenal Peter K.A. Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, ha escrito un mensaje a los marineros y trabajadores del mar, quienes conscientes de la difícil situación generada por la propagación del COVID-19 han decidido posponer la celebración a una fecha posterior. 

Este año, la celebración del Domingo del Mar debería “haber sido un acontecimiento gozoso”, por la celebración del centenario prevista para el mes de octubre en Glasgow, Escocia, (ahora aplazada hasta 2021), ha señalado monseñor Turkson. Sin embargo, “coincide con un momento histórico, insólito y particularmente difícil”. Por ello, el prefecto lamenta: “Nuestro sentimiento está con los familiares y los amigos de las innumerables víctimas del coronavirus (entre ellos muchos marinos) y nos sentimos afligidos y desorientados por las incertidumbres con respecto al futuro”.

 

Familias marineras de Glasgow

El motivo por el que se iba a celebrar el centenario en Glasgow se remonta a Peter Anson, un reverendo anglicano que tenía su parroquia en el barrio marítimo de Glasgow (Escocia), quien padecía y veía padecer aquellas familias marineras que trabajaban mucho.

Con largas estancias en la mar sin ver a la familia, con salarios ínfimos, que apenas daban para subsistir a una familia, el padecimiento de este religioso –convertido al catolicismo– fue en aumento. El reverendo Anson, conocedor y seguidor de los postulados de la activista social Mary Richmond aplicó su método y creó un lugar de ayuda y protección para todos los trabajadores que tienen que ver con el mundo de la mar.

 

Apostolado del Mar

En 1920, este reverendo fundó el que seria el primer “Apostolado del Mar” que más tarde, el 31 de enero de 1997, el Papa san Juan Pablo II, constituiría como Organización Internacional de la Iglesia Católica (Stella Maris) en su carta apostólica  Motu Proprio Stella Maris sobre el apostolado marítimo.

Las Stella Maris velan por la atención integral a los marinos y sus familias, independientemente de su raza, credo, lengua, nacionalidad y género. Actualmente hay en el mundo 1302 centros dedicados a los marinos, 146 con residencia y están repartidos en 89 países. En España, de 37 diócesis costeras el Apostolado del Mar está implantado en diez de ellas.

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Mensaje del cardenal Peter K.A. Turkson

Estimados hermanos y hermanas en Cristo, queridos capellanes, voluntarios, amigos y simpatizantes de Stella Maris,

Este año, la celebración del Domingo del Mar debería haber sido un acontecimiento gozoso, por la celebración del centenario prevista para el mes de octubre en Glasgow, Escocia, (ahora aplazada hasta 2021). Sin embargo, coincide con un momento histórico, insólito y particularmente difícil, que el Papa Francisco ha descrito con las siguientes palabras: “Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos[1].

Nuestro sentimiento está con los familiares y los amigos de las innumerables víctimas del coronavirus (entre ellos muchos marinos) y nos sentimos afligidos y desorientados por las incertidumbres con respecto al futuro.

La pandemia del COVID-19 obligó a numerosos países a imponer un confinamiento obligatorio y a cerrar muchas empresas, en un intento de impedir la difusión del virus. Aun así, la industria marítima prosiguió su actividad, añadiendo una multitud de retos a la vida de los marinos, que de por sí ya suele ser bastante problemática, y situándoles en el frente de la lucha contra el coronavirus.

Los buques, que transportan alrededor del 90% de los productos que nos permiten llevar una vida normal en estas difíciles circunstancias, como productos farmacéuticos o equipamientos médicos, siguieron navegando. Antes del cierre total, la industria de los cruceros intentó convencer a los gobiernos y a las autoridades portuarias de que mantuvieran abiertos los puertos y permitieran desembarcar, de forma segura, a sus pasajeros. Al mismo tiempo, intentó frenéticamente hallar formas de contener la propagación de infecciones entre los pasajeros y la tripulación de barcos que se habían convertido en incubadoras del COVID-19.

A pesar de que los marinos desempeñan un papel fundamental en la economía mundial, contribución importante y necesaria que las organizaciones e instituciones han intentado enfatizar durante la crisis del COVID-19, las actuales legislaciones y la política dominante no les ha otorgado la consideración que se merecen. Por esta razón, el Domingo del Mar es una oportunidad, que se nos brinda, para revalorizar el papel de los marinos y recordar algunos de los problemas que afectan negativamente su vida; problemas que se ven agudizados por la sospecha y el temor al contagio.

En una situación de emergencia sin precedentes como la que estamos viviendo, los miembros de la tripulación, que ya habían transcurrido entre seis y diez meses embarcados, han tenido que soportar un grave inconveniente: la ampliación de su período de trabajo. Esto conlleva un aumento de la fatiga personal y una prolongada ausencia de sus seres queridos y de la comodidad de sus hogares. Los 100.000 marinos que cada mes, según estimaciones, finalizan sus contratos y están impacientes por regresar a casa, no han podido hacerlo debido al brote de la COVID-19 y posterior cierre de las fronteras nacionales y cancelación de vuelos. Igualmente, miles de marinos que estaban preparados para embarcarse con un nuevo contrato, se quedaron confinados en hoteles y dormitorios en todo el mundo, teniendo a menudo que depender de instituciones caritativas para satisfacer sus necesidades básicas, como alimentación, higiene, adquisición de tarjetas SIM, etc..

Debido a la imposibilidad de obtener licencia para bajar a tierra y del acceso limitado al puerto para llevar a cabo visitas a bordo, los marinos embarcados sufren el aislamiento y un grave estrés psicofísico, que lleva a muchas tripulaciones al borde de la desesperación, llegando incluso a cometer suicidio.

Nos llegan noticias de muchos marinos con problemas médicos, graves y potencialmente letales, no relacionados con el COVID-19. Sin embargo, necesitan recibir con urgencia atención médica en los hospitales en tierra, tratamientos que, lamentablemente, se les negaron o se retrasaron hasta que pudieron ser trasladados en camilla. Además, los marinos que regresaron a casa después de un largo y dramático viaje, han tenido que someterse a cuarentena, o han sido víctimas de discriminación en su propio país porque son considerados portadores del coronavirus.

Debemos también lamentar el hecho de que, mientras los marinos garantizan, con dedicación y enormes sacrificios personales, el continuo funcionamiento de las cadenas de suministro, algunos armadores, agencias de tripulaciones y directivos sin escrúpulos, utilizan la excusa de la pandemia para ignorar sus obligaciones hacia estos marinos, negándose a garantizarles sus derechos laborales, los salarios adecuados y la promoción de un entorno laboral seguro para todos.

Según un informe, durante los tres primeros meses de 2020 se ha registrado un incremento del 24% en el número de ataques e intentos de secuestro por parte de piratas, con respecto al mismo período de 2019. Al parecer, el coronavirus no ha logrado detener los robos a mano armada, que siguen representando una amenaza para los marinos y añaden así ulterior ansiedad y motivo de preocupación a existencias, ya bajo presión por la incertidumbre causada por el virus.

Además de las experiencias antes mencionadas, que describen un medio de subsistencia peligroso, debemos considerar ahora que los marinos se enfrentan a la real amenaza de perder este precario medio de vida, ya que para muchos se traducirá en la pérdida total de ingresos y la incapacidad de asumir responsabilidades sociales y domésticas, como por ejemplo el pago de facturas, la educación de las personas a su cargo y el bienestar de la familia.

Habida cuenta de lo anteriormente expuesto, la celebración del Domingo del Mar, especialmente por parte de los cristianos, es un llamamiento a la “opción preferencial por los pobres” marinos, una opción a vivir en solidaridad con ellos. San Juan Pablo II calificó la solidaridad como una “virtud” y la definió “un compromiso irrenunciable por el bien del prójimo”. Esta debería ser nuestra actitud hacia estos marinos, puesto que las personas que son pobres, no solo porque exponen constantemente su vida al peligro, sino porque lo hacen para garantizar los movimientos de mercancías en favor de una economía mundial sana, merecen verdaderamente nuestra estima y nuestra gratitud.

Por esta razón, deseamos proponeros nuevamente el mensaje del Secretario General de la Organización Marítima Internacional (OMI), Kitack Lim: “No estáis solos. No os hemos olvidado”.

No estáis solos: los capellanes y los voluntarios de Stella Maris están con vosotros, dondequiera que estéis; no necesariamente sobre una pasarela, sino a través de una “capellanía virtual” que se mantiene en contacto con vosotros gracias a las redes sociales, siempre disponibles para responder a vuestra llamada, para escucharos y rezar por vuestro bienestar y el de vuestras familias. 

No os hemos olvidado: los capellanes y los voluntarios de Stella Maris estarán con vosotros durante los próximos meses, cuando se pondrá a prueba vuestra capacidad de resiliencia, e intentaremos responder a vuestras necesidades materiales y espirituales. Estaremos siempre a vuestro lado, aliviando vuestras preocupaciones, defendiendo vuestros derechos y luchando contra la discriminación.

No estáis solos. No os hemos olvidado: el próximo mes de agosto, la intención de la oración universal que expresa la gran preocupación del Papa Francisco por la humanidad y la misión de la Iglesia, está dedicada al mundo marítimo. Se invitará a todas las comunidades católicas del mundo a rezar por todos los que trabajan y viven del mar, entre ellos, los marinos, los pescadores y sus familias.

Encomendamos a María, Estrella del Mar, el bienestar de la gente de mar, el compromiso y la dedicación de los capellanes y de los voluntarios y rezamos a Nuestra Señora para que nos proteja de todos los peligros, especialmente de la calamidad del COVID-19.

 

Cardenal Peter K.A. Turkson
Prefecto

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El Domingo del Mar se suele celebrar el segundo domingo de julio, para recordar y rezar, de una manera especial, por la gente de mar que trabaja lejos de su país, de sus seres queridos y de la Iglesia local. Conscientes de la difícil situación generada por la propagación del COVID-19, algunas Stella Maris nacionales han decidido posponer la celebración a una fecha posterior. Por esta razón, este mensaje se puede utilizar en cualquier otro momento.

[1] Momento extraordinario de oración, 27 de marzo de 2020.

 

 

 

 

Beato Carlos Manuel Rodríguez Santiago, 13 de julio

Un apóstol en la universidad

julio 12, 2020 09:00

Testimonios

 

“’Charli’, el beato de Puerto Rico: un apóstol en la universidad. Su innegable carisma subyugaba a jóvenes y universitarios. Admirable por su audacia y compromiso llevado al límite”

“Charli” pudo haberse escudado en buenas razones para no comprometerse, pero no lo hizo. Eligió al Dios que libera, dejando atrás lo que no procedía de Él, y la huella de su generosidad en multitud de jóvenes.

Nació en Caguas, Puerto Rico, el 22 de noviembre de 1918. La raigambre cristiana heredada de sus padres caló en su corazón y en el de sus hermanos. Dos de las chicas contrajeron matrimonio, el otro varón se vinculó a la Orden benedictina y fue el primer abad de Puerto Rico, y la benjamina ingresó en la Orden carmelita fundada por la Madre Vedruna. Poco duró la dichosa y sencilla existencia de la familia Rodríguez, truncada por un incendio que les arrebató morada, trabajo y pertenencias. Carlos tenía 6 años cuando sufrieron este revés, y tuvo que alojarse en casa de su abuela, una mujer religiosa que le transmitió su piedad.

En el centro católico donde inició su formación escolar trabó amistad con las Hermanas de Notre-Dame, quienes, junto a los redentoristas, le dieron una buena educación integral. Después de recibir la primera comunión, y siendo monaguillo, se sintió llamado a consagrarse. Culminó los estudios de primer grado y se matriculó en la escuela superior pública de Caguas. En plena adolescencia se le diagnosticó una colitis ulcerosa que lo mantuvo temporalmente apartado de las aulas. No fue una enfermedad pasajera; se agravaría con el tiempo. Luego se matriculó en la universidad de Puerto Rico (UPR) de Río Piedras, pero debido a su mala salud únicamente completó el primer año. Fue oficinista en Caguas, Gurabo y en la Estación Experimental Agrícola, adscrita a la UPR. Los modestos emolumentos que percibía los destinaba a difundir artículos relacionados sobre todo con la liturgia.

Su paciente progenitor, que había visto desaparecer de un golpe todo lo que tanto trabajo le costó amasar, murió en 1940. Carlos tenía 21 años y seguía acusando los problemas derivados de su frágil constitución, aunque esta realidad no constituyó un veto para sus estudios. Dejó en los centros académicos su impronta de alumno excelente, atestiguada por sus altas calificaciones, y su loable inquietud por todas las disciplinas. Era inteligente, poseía una memoria excepcional, gran sentido del humor, y voluntad de hierro para llevar adelante lo que se proponía. Tenía la sana curiosidad de los inteligentes. Por eso le apasionaba la lectura, el arte, disciplinas como las ciencias y la filosofía, y disfrutaba con la naturaleza. Estaba dotado para la música. Aprendió prácticamente solo a tocar el piano y el órgano, que ejecutaba en la iglesia.

Promovió el Misterio Pascual entre laicos, sacerdotes y religiosos, junto al padre McWilliams. Esta acción impulsada en la universidad fue guiada por el único afán de dar a conocer a Cristo: un Círculo de Liturgia que pasaría a denominarse Círculo de Cultura Cristiana; lo sostenía con su sueldo. Nació con vocación universal, sustentado en la fe: “Necesitamos católicos despiertos al momento actual […]. Católicos del presente, que sepan nutrirse del pasado, pero con los ojos puestos en el futuro”; era el espíritu que animaba a Carlos. Inició los “Días de Vida Cristiana” dirigidos a los universitarios entre quienes difundió la liturgia. Además, se implicó en otras asociaciones católicas como la Sociedad del Santo Nombre y los Caballeros de Colón. En 1948, junto al padre McGlone, creó el coro parroquial Te Deum Laudamus.

Era integrante de la Cofradía de la Doctrina Cristiana. Le sirvió como trampolín para nuevas acciones apostólicas dirigidas a estudiantes de diversas poblaciones, a los que estimulaba a vivir la fe en grupos que les permitían poner en común los temas esenciales. Muchos jóvenes, impactados por su generosa entrega, se convirtieron. Le hacían partícipe de sus dificultades abriéndoles su corazón con plena confianza. Este fragmento de su respuesta a un joven, que se resistía a la llamada de Cristo, pone de manifiesto su celo apostólico: “Dios, Cristo, cielo, infierno, pecado, muerte, redención, salvación, sacramentos, gracia, Resurrección, vida eterna, visión beatífica, no son mera palabrería hueca y sin sentido; no son sueños de poetas, ni hipótesis de pseudo científicos, ni especulaciones de filósofos, ni escape para frustrados; son la realidad más objetiva sostenida y respaldada con las pruebas más irrefutables en todas las órdenes –sentido común, científico, filosófico, teológico– pero sobre todo, son la revelación hecha por Aquél que es la Verdad misma, y que sabe a perfección qué dice y por qué lo dice, Él mismo ha asegurado: ‘Yo soy el camino, la verdad y la vida… Yo soy la luz del mundo, quien me sigue no camina en tinieblas… El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no fallarán […]’. Ahora bien, si esto es la verdad, y esto es lo que pide, exige y necesita nuestra naturaleza humana, ¿por qué esa cobardía? ¿Por qué ese escape que nos lleva a la angustia y a la frustración? ¿Por qué no decidirse de una vez para siempre? ¿Por qué no arriesgarlo todo para ganarlo todo?…”.

Culminando 1962 se le diagnosticó un cáncer terminal del recto, y prosiguió actuando con la audacia y el arrojo que le caracterizaba. Aunque el final de su existencia estuvo marcado por la “noche oscura”, se mantuvo firme en la esperanza. En marzo de 1963 sufrió una gravísima operación, pero poco se pudo hacer. Murió el 13 de julio de 1963. Tenía 44 años. Juan Pablo II lo beatificó el 29 de abril de 2001. El milagro para el meteórico reconocimiento de sus virtudes: la curación de un linfoma maligno No-Hodgking en 1981, que fue aprobado por el pontífice en 1999.