Vaticano

 

Mons. Paglia a RC: “Nos comprometemos a garantizar que ninguna vacuna requiera material abortivo”

 

El presidente de la Pontificia Academia para la Vida habla del texto “Humana Communitas en la era de la Pandemia” y anuncia que están preparando un tercero sobre “pandemia y ancianos”

 

 

05/08/20


 

 

 

 

 

“Humana communitas en la era de la pandemia: consideraciones intempestivas sobre el renacimiento de la vida”, es el segundo documento de la Pontificia Academia para la Vida (PAV) sobre las consecuencias de la crisis sanitaria causada por el Covid-19.

El presidente del PAV el arzobispo Vincenzo Paglia concede una entrevista a Religión Confidencial para hablar sobre algunos aspectos de este texto.

 

El documento dice: "Esta toma de conciencia se ha cobrado un precio muy alto. ¿Qué lecciones hemos aprendido?" ¿Qué lecciones cree usted que debe aprender el mundo, los organismos internacionales?

Humana communitas es el título de la carta del Papa Francisco a la Academia el 6 de enero de 2019, en el 25 aniversario de su fundación. El Papa nos pide que reflexionemos sobre las relaciones que unen a la comunidad humana y generan valores, objetivos y reciprocidad compartidos. Esta pandemia hace particularmente aguda una doble conciencia. Por un lado nos hace ver lo interdependientes que somos todos: lo que sucede en cualquier lugar de la Tierra afecta a todo y a todos.

Por otro lado, acentúa las desigualdades: todos estamos en la misma tormenta, pero no en el mismo barco. Los que tienen barcos más frágiles se hunden más fácilmente. La ética de la vida se ha vuelto ahora global. Y –aquí yace la paradoja– justo cuando nos estábamos acostumbrando a la gestión individualista. El mundo no ha sido el mismo desde febrero. No podemos pretender ignorar que nuestro modelo de desarrollo nos ha llevado hasta aquí, poniéndonos a todos de rodillas: decenas de millones de personas infectadas, millones de muertes, debido a un virus. Y la ciencia hasta ahora no tiene respuestas definitivas. Aunque estamos en una emergencia, también tenemos que pensar seriamente.

 

Sociedades hiperindividualistas

La pandemia ha demostrado la fragilidad de las personas y las sociedades. Es una crisis global que afecta al norte y al sur del mundo y los científicos aún no tienen respuestas seguras. ¿Es eso realmente un hecho nuevo?

La novedad no radica en la aparición de un virus desconocido. De hecho, podría haber sido limitado y derrotado localmente, limitando definitivamente el daño. El hecho sin precedentes es la velocidad y el alcance de su propagación a través de la red de relaciones y transportes. También es nuevo el papel de los medios de información, que han decidido cómo debía difundirse la conciencia de la crisis: se ha hablado precisamente de "infodemia".

La novedad es, pues, la extraña mezcla de conformismo y confusión inducida por las reacciones a la representación del peligro en la era de las sociedades "hiperconectadas": que son, sin embargo, también "hiperindividualistas". La debilidad de la comunidad, que debería ofrecernos garantías de apoyo y protección en peligro, nos deja expuestos a nuestras incertidumbres y vulnerabilidades.

 

¿Quién debería asumir responsabilidades?

"En el sufrimiento y la muerte de tantos, hemos aprendido la lección de la fragilidad", dice el documento. Aquí en España como en muchos otros países, da la sensación de que no hemos aprendido esa lección, unos tiran las piedras contra otros y pocos asumen responsabilidades, me refiero a responsables políticos. ¿Quién debería asumir responsabilidades?

Es urgente encontrar juntos un pensamiento amplio sobre la comunidad humana, una visión que abarque a todos los pueblos. En un momento en el que la vida parece estar suspendida y nos sorprende la muerte de seres queridos y la pérdida de puntos de referencia para nuestra sociedad, debemos encontrar el valor para repensar nuestros modelos de desarrollo y coexistencia, para que sean cada vez más dignos de la comunidad humana.

Y por lo tanto, a nivel del hombre vulnerable y frágil, no por debajo de sus límites, como si no existieran: dentro de esos límites, de hecho, hay hombres y mujeres, niños y ancianos que merecen más atención. Todos ellos, no solo los nuestros. Si abrimos las puertas a las amenazas verdaderamente globales para la comunidad humana, pensando solo en salvar a los nuestros, ni siquiera los nuestros podrán salvarse.

 

El fallecimiento de ancianos en las residencias

Cualquiera que ha perdido a familiares en residencias de ancianos tiene el derecho a iniciar un procedimiento legal. Sin venganza, pero buscando justicia. ¿Qué debe hacer un católico a quien se le ha muerto un familiar en una residencia de ancianos?

Claro que me gustaría saber qué pasó y si hubo algún fallo o error. Y también es posible emprender acciones legales. Estoy convencido, sin embargo, de que lo que ha sucedido en las llamadas residencias de ancianos es la aparición de una contradicción ya presente en la sociedad.

En mi opinión –estamos preparando un tercer documento sobre "pandemias y ancianos" en este sentido–, debemos superar esta forma de atención a los ancianos. Por eso también añadiría otra pregunta a lo que usted propone: ¿por qué llevé a mi padre o a mi madre o a un miembro de mi familia a una residencia? No quiero dar una respuesta, sino plantear también una pregunta personal. Creo que debemos replantearnos toda la estructura de la sociedad para que los ancianos estén en su casa o, en cualquier caso, vinculados a su entorno. Pero le remito al siguiente documento.

 

Infectados de la avaricia financiera

Humana Communitas se pregunta "si tras esta dolorosa evidencia de la fragilidad de la vida ¿no seremos más sabios? ¿No seremos más agradecidos, menos arrogantes?". Desde la Santa Sede ¿se percibe menos arrogancia en el mundo tras el Covid-19, o lamentablemente, pocas cosas cambiarán? ¿Seguiremos infectados de la avaricia financiera, el consumo y el exceso, como dice el documento?

El Papa Francisco, el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral y la Academia Pontificia para la Vida, están comprometidos en una acción de concienciación y estudio. La pandemia ha alterado la forma en que vivimos, trabajamos y nos comportamos. Ha afectado a cuestiones fundamentales como la salud o el papel de las instituciones internacionales.

Nos muestra los límites de una política que no piensa en proteger el bien común. La Iglesia Católica - Santa Sede, obispos, parroquias, fieles - tiene un papel en el mundo en recordar la importancia de actuar para el bien común, de acuerdo con los claros principios de la Doctrina Social.

 

La pandemia no ha llegado por casualidad

"¡Cuántas vidas podrían salvarse, cuántas enfermedades podrían ser erradicadas, cuánto sufrimiento se evitaría! con políticas internacionales comprometidas, remodelando las estructuras de pecado", señala el texto. ¿Por dónde podemos empezar cada uno?

La pandemia no ha llegado por casualidad. No es un fruto amargo de la "naturaleza". Por el contrario, es la consecuencia de una organización sin sentido de la sociedad orientada hacia el beneficio individual a toda costa. Nos hemos olvidado de que somos interdependientes pensando en que cada uno puede cuidar de sí mismo.

Y estos son los resultados. Hemos seguido deforestando y, por consiguiente, poniendo a los animales selváticos en contacto con hábitats humanos en los cuales la ganadería intensiva somete el ganado a la lógica de la producción industrial. Esto ocurre para satisfacer la demanda de carne para la exportación, para que puedan llegar a nuestras mesas platos que corresponden a dietas desequilibradas e insostenibles. Todo esto hace que sea más fácil el salto de microorganismos patógenos de una especie a otra, hasta llegar a los seres humanos. Es necesario replantearse el desarrollo para que se haga a medida del ser humano.

 

Células de niños abortados para la vacuna

Algunas entidades cristianas han alertado sobre la utilización de células de fetos (niños) abortados para la creación de una vacuna. Otras fuentes aseguran que es un bulo. ¿Qué nos puede decir al respecto el presidente del Pontificia Academia para la Vida?

Invito a leer de nuevo y meditar a fondo sobre el documento 2017 de la Pontificia Academia para la Vida sobre estos temas. Está en inglés y en italiano en nuestra página web:

Si bien nos comprometemos conjuntamente a garantizar que ninguna vacuna requiera material abortivo eventual para su preparación, reiteramos la responsabilidad moral de vacunarse para no plantear graves riesgos para la salud de los niños y de la población en general.

 

Dios y la pandemia

La priora de un convento de Carmelitas de la provincia de Soria en España nos dijo a RC que Dios no quiere nuestro sufrimiento, quiere que le hagamos caso. ¿Cree que el mundo en general han aprovechado esta pandemia para volver a Dios?

Hay que oponerse a la opinión de los que piensan que Dios envió la pandemia para castigarnos. Lo que considero importante es que saquemos provecho de esta tragedia para volver a comprender el verdadero sentido de la vida.  La comunidad cristiana puede ayudar en primer lugar a interpretar la crisis actual tomando conciencia de la fragilidad común.

Todos somos vulnerables. Y por lo tantos hay que cuidar unos de otros, sobre todo de los que corren más riesgo. Es una verdadera conversión que hay que emprender. Y no solo a nivel ecológico, como afirma el Papa Francisco en Laudato sí. Es necesaria la implicación de la conciencia de cada uno de nosotros y un cambio que nos haga responsablemente solidarios para un futuro digno para todos. Por este motivo creo que el horizonte de una "fraternidad global" - el gran "olvidado" de la revolución moderna a favor de un individualismo generalizado - ahora parece ser el camino más realista del progreso humano. En este horizonte de esperanza muchos dirigen su mirada a Dios para recibir ayuda y apoyo.

 

Entender el valor de la vida

Interdependencia, vulnerabilidad, cooperación, solidaridad, acceso a los tratamientos, son las palabras clave de esta crisis. En otras palabras: ¿entenderemos de verdad el valor de la vida y la necesidad de protegerla, sin diatribas ideológicas?

Como decía al principio, esta es una pregunta que cada uno debe hacerse a sí mismo y a su comunidad. No existe un automatismo que garantice el paso de la interconexión de hecho (que hemos experimentado) a la solidaridad responsable (que implica un gesto de la libertad). En el caso de que no se produzca este despertar de las conciencias, solo haremos algún retoque organizativo, pero todo volverá a estar como antes.

Sin embargo, es necesario replantearse nuestros modelos de desarrollo y convivencia, para que sean cada vez más dignos de la comunidad humana. Y para que estén, por lo tanto, a la altura del hombre vulnerable, y no por debajo de sus límites, como si no existieran: dentro de esos límites, en efecto, hay hombres, mujeres y niños que merecen más atención. Todos, no solo los nuestros. Si abrimos las puertas a las amenazas realmente globales para la comunidad humana, ni siquiera los nuestros podrán salvarse. Eso es: de la "prueba general" de esta pandemia nos esperamos una explosión de orgullo de la humana communitas. Puede conseguirlo, si quiere.