Servicio diario - 23 de agosto de 2020


 

ANGELUS
Ángelus: “¿Quién es para nosotros Cristo?”
Raquel Anillo
Palabras antes del Ángelus

ANGELUS
Ángelus: Cercanía del Papa a la población del Cabo Delgado
Raquel Anillo
Palabras después del Ángelus

ANGELUS
“No olvidemos a las víctimas del coronavirus”, pide el Papa
Anne Kurian-Montabone
“Recordemos a las familias que han sufrido por esto”

PAPA FRANCISCO
Dios no quiere que su nombre sea usado para aterrorizar
Anne Kurian-Montabone
En recuerdo de las víctimas de violencia por su religión o creencias

TESTIMONIOS
Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, 24 de agosto
Isabel Orellana Vilches
Fundadora de las Adoratrices del Santísimo Sacramento


 

 

 

Ángelus: “¿Quién es para nosotros Cristo?”

Palabras antes del Ángelus

agosto 23, 2020 12:25

Angelus

(zenit – 23 agosto 2020).- A las 12 del mediodía de hoy, 23 agosto 2020, el Papa Francisco se asoma a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

Hoy Jesús, dice el Papa, nos hace una pregunta a cada uno de nosotros “Y ¿Para ti, quién es Jesús?”. “Cada uno de nosotros debe dar una respuesta que no sea teórica, sino que implique la fe, es decir la vida”.

A continuación, sigue la traducción oficial de las palabras del Santo Padre al introducir el Ángelus ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

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Palabras del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (cfr Mt 16,13-20) presenta el momento en el que Pedro profesa su fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios. Esta confesión del Apóstol es provocada por el mismo Jesús, que quiere conducir a sus discípulos a dar el paso decisivo en su relación con Él. De hecho, todo el camino de Jesús con los que le siguen, especialmente con los Doce, es un camino de educación de su fe. Antes que nada Él pregunta: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” (v. 13). A los apóstoles les gustaba hablar de la gente, como a todos nosotros. El chisme gusta. Hablar de los demás no es tan exigente, por esto, porque nos gusta; también “despellejar” a los otros. En este caso ya se requiere la perspectiva de la fe y no el chisme, es decir, pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Y los discípulos parece que hacen una competición en el referir las diferentes opciones, que quizá en gran parte ellos mismos compartían. Ellos mismos compartían. Básicamente, Jesús de Narazert era considerado un profeta (v. 14).

Con la segunda pregunta, Jesús les toca directamente: “¿quién decís que soy yo?” (v. 15). A este punto, nos parece percibir algún instante de silencio, porque cada uno de los presentes es llamado a involucrarse, manifestando el motivo por el que sigue a Jesús; por esto es más que legítima una cierta vacilación. También si yo ahora os preguntara a vosotros: “¿Para ti, quién es Jesús?”, habrá un poco de vacilación. Les quita la vergüenza Simón, que con ímpetu declara: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” (v. 16). Esta respuesta, tan plena y luminosa, no le viene de su ímpetu, por generoso que sea, – Pedro era generoso – sino que es fruto de una gracia particular del Padre celeste. De hecho, Jesús mismo lo dice: “No te ha revelado esto la carne ni la sangre – es decir la cultura, lo que has estudiado – no, esto no te lo ha revelado. Te lo ha revelado mi Padre que está en los cielos” (v. 17). Confesar a Jesús es una gracia del Padre. Decir que Jesús es el Hijo del Dios vivo, que es el Redentor, es una gracia que nosotros debemos pedir: “Padre, dame la gracia de confesar a Jesús”. Al mismo tiempo, el Señor reconoce la pronta correspondencia de Simón con la inspiración de la gracia y por tanto añade, en tono solemne: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (v. 18). Con esta afirmación, Jesús hace entender a Simón el sentido del nuevo nombre que le ha dado, “Pedro”: la fe que acaba de manifestar es la “piedra” inquebrantable sobre la cual el Hijo de Dios quiere construir su Iglesia, es decir la Comunidad. Y la Iglesia va adelante siempre sobre la fe de Pedro, sobre la fe que Jesús reconoce [en Pedro] y lo hace jefe de la Iglesia.

Hoy, escuchamos dirigida a cada uno de nosotros la pregunta de Jesús: “¿Y vosotros quién decís que soy yo?”. A cada uno de nosotros. Y cada uno de nosotros debe dar una respuesta no teórica, sino que involucra la fe, es decir la vida, ¡porque la fe es vida! “Para mí tú eres…”, y decir la confesión de Jesús. Una respuesta que nos pide también a nosotros, como a los primeros discípulos, la escucha interior de la voz del Padre y la consonancia con lo que la Iglesia, reunida en torno a Pedro, continúa proclamando. Se trata de entender quién es para nosotros Cristo: si Él es el centro de nuestra vida, si Él es el fin de todo nuestro compromiso en la Iglesia, de nuestro compromiso en la sociedad. ¿Quién es Jesús para mí? Quién es Jesucristo para ti, para ti, para ti… Una respuesta que nosotros debemos dar cada día.

Pero estad atentos: es indispensable y loable que la pastoral de nuestras comunidades esté abierta a las muchas pobrezas y emergencias que están por todos lados. La caridad es siempre la vía maestra del camino de fe, de la perfección de la fe. Pero es necesario que las obras de solidaridad, las obras de caridad que nosotros hacemos, no desvíen del contacto con el Señor Jesús. La caridad cristiana no es simple filantropía sino, por un lado, es mirar al otro con los mismos ojos que Jesús y; por el otro, es ver a Jesús en el rostro del pobre. Este es el camino verdadero de la caridad cristiana, con Jesús en el centro, siempre.

María Santísima, bienaventurada porque ha creído, sea para nosotros guía y modelo en el camino de la fe en Cristo, y nos haga conscientes de que la confianza en Él da sentido pleno a nuestra caridad y a toda nuestra existencia.

 

 

 

 

Ángelus: Cercanía del Papa a la población del Cabo Delgado

Palabras después del Ángelus

agosto 23, 2020 14:41

Angelus

(zenit – 23 agosto 2020).- Después del Ángelus de este domingo 23 agosto 2020, el Papa expresó su cercanía al pueblo de Cabo Delgado, Mozambique que sufre por el terrorismo.

También invitó a apoyar con la oración a las victimas que son perseguidas a causa de su fe religiosa. Recordó los 10 años de la masacre de setenta y dos migrantes en san Fernando, Tamaulipas, México. Lo mismo que el terremoto  que golpeó el centro de Italia hace cuatro años , saludando después a los peregrinos reunidos en la Plaza San Pedro.

A continuación, sigue la traducción oficial de las palabras del Santo Padre después del Ángelus ofrecida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

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Palabras después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas,

ayer se celebró la Jornada mundial en recuerdo de las víctimas de actos de violencia basados en la religión y en el credo. Recemos por estos hermanos y hermanas nuestros, y apoyemos con la oración y la solidaridad también a quienes – y son muchos – todavía hoy son perseguidos a causa de su fe religiosa. ¡Muchos! Mañana, 24 de agosto, se cumplen 10 años de la masacre de setenta y dos migrantes en San Fernando, Tamaulipas, en México. Eran personas de diferentes países que buscaban una vida mejor.

Expreso mi solidaridad a las familias de las víctimas que todavía hoy invocan justicia y verdad sobre lo sucedido. El Señor nos pedirá cuentas de todos los migrantes caídos en los viajes de la esperanza. Han sido víctimas de la cultura del descarte.

Mañana se cumplen también cuatro años del terremoto que golpeó el centro de Italia. Renuevo mi oración por las familias y las comunidades que han sufrido mayores daños, para que puedan ir adelante con solidaridad y esperanza; y mi deseo de que se acelere la reconstrucción, para que la gente pueda volver a vivir serenamente en estos bellísimos territorios de los Apeninos.

Deseo, además, reiterar mi cercanía a la población del Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, que está sufriendo a causa del terrorismo internacional. Lo hago en el vivo recuerdo de la visita que realicé a ese querido país hace un año.

Dirijo un cordial saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos. En particular, a los jóvenes de la parroquia del Cernusco en el Naviglio – estos que están de amarillo, allí – que salieron de Siena en bicicleta y han llegado hoy a Roma a lo largo de la Vía Francigena. ¡Habéis sido buenos! Y saludo también al grupo de familias de Carobbio degli Angeli (provincia de Bérgamo), que han venido en peregrinación en recuerdo de las víctimas del Coronavirus. Y no olvidamos, no olvidamos a las víctimas del coronavirus. Esta mañana he escuchado el testimonio de una familia que ha perdido a los abuelos sin poder despedirlos, en el mismo día. Mucho sufrimiento, muchas personas han perdido la vida, víctimas de la enfermedad; y muchos voluntarios, médicos, enfermeros, monjas, sacerdotes, que también han perdido la vida. Recordamos a las familias que han sufrido por esto.

Y a todos os deseo un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

 

 

 

 

“No olvidemos a las víctimas del coronavirus”, pide el Papa

“Recordemos a las familias que han sufrido por esto”

agosto 23, 2020 16:58

Angelus

(zenit – 23 agosto 2020).- “No olvidemos a las víctimas del coronavirus”, pidió el Papa Francisco en el Ángelus este domingo, 23 de agosto de 2020, en la Plaza de San Pedro. El Papa saludó a las familias de Carobbio degli Angeli (provincia de Bérgamo), “que vinieron en peregrinación en memoria de las víctimas del coronavirus… Recordamos a las familias que han sufrido por esto”.

Esta mañana, dijo, “escuché el testimonio de una familia que ha perdido a los abuelos sin poder despedirlos, en el mismo día. Mucho sufrimiento, muchas personas han perdido la vida, víctimas de la enfermedad; y muchos voluntarios, médicos, enfermeros, monjas, sacerdotes, que también han perdido la vida”.

 

 

 

 

Dios no quiere que su nombre sea usado para aterrorizar

En recuerdo de las víctimas de violencia por su religión o creencias

agosto 23, 2020 12:50

Papa Francisco

(zenit – 23 agosto 2020).- El Papa Francisco llama a no usar el nombre de Dios para aterrorizar, con motivo del Día Internacional del Recuerdo de las personas víctimas de violencia por su religión o creencias, el 22 de agosto de 2020.

El Papa publicó este tweet: “Dios no necesita ser defendido por nadie y no desea que su nombre sea usado para aterrorizar a la gente. Les pido a todos que dejen de usar las religiones para incitar al odio, la violencia, el extremismo y al fanatismo ciego. #FraternidadHumana”.

Fraternidad Humana se refiere al Documento firmado en febrero de 2019 por el Papa Francisco y Al-Azhar, Imam Ahmed al-Tayyeb, en Abu Dhabi.

“Declaramos firmemente – podemos leer en el texto – que las religiones nunca incitan a la guerra y no solicitan sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la violencia o al derramamiento de sangre. Estas desgracias son fruto de la desviación de las enseñanzas religiosas, del uso político de las religiones y también de las interpretaciones de grupos de religiosos que han abusado – en determinadas fases de la historia – de la influencia del sentimiento religioso en los corazones de los hombres para llevarlos a lograr lo que no tiene nada que ver con la verdad de la religión, con fines políticos y económicos mundanos y ciegos”.

“Por eso”, añaden los firmantes, “pedimos a todos que dejen de usar las religiones para incitar al odio, la violencia, el extremismo y el fanatismo ciego y que dejen de usar el nombre de Dios para Justificar actos de homicidio, exilio, terrorismo y opresión. Lo pedimos por nuestra fe común en Dios, que no creó a los hombres para que los mataran o se enfrentaran, ni para que fueran torturados o humillados en su vida y en su existencia. De hecho, Dios, el Todopoderoso, no necesita ser defendido por nadie y no quiere que su nombre se use para aterrorizar a la gente”.

 

 

 

 

Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, 24 de agosto

Fundadora de las Adoratrices del Santísimo Sacramento

agosto 23, 2020 08:49

Testimonios

 

“Frente a la crítica mordaz de una sociedad hipócrita que daba la espalda a la mujer prostituida, esta aristócrata, enamorada de Cristo, acogió a las jóvenes que penetraron en ese oscuro mundo. Es fundadora de las Adoratrices del Santísimo Sacramento y de la Caridad”

Micaela Desmaissières y López de Dicastillo, vizcondesa de Jorbalán, fue señalada por Dios para dedicarse por entero a la educación de niñas, y a la restauración de mujeres atrapadas en las redes de la prostitución, abandonando las prebendas de su noble ascendencia. Vino al mundo en Madrid, España, el 1 de enero de 1809. Y de acorde a su gran posición económica y social, se formó en el colegio de las ursulinas de Pau, Francia; su madre añadió la enseñanza de tareas prácticas y útiles para la vida cotidiana. Hasta la muerte de su padre, que la obligó a regresar a España, e incluso después de ésta, no parecía estar abocada a la consagración. Su madre le había transmitido su piedad, experimentaba una devoción por la Eucaristía, pero no la llamada a una vocación. Era una mujer de impactante personalidad, distinguida, alegre, enérgica, conciliadora, buena conversadora, con altas dotes organizativas. Se ocupaba de las necesidades ajenas en constantes actos de caridad implicando en ellos a personas de su alcurnia; acogía en su casa a niñas pobres y atendía a los enfermos.

No descartaba el matrimonio. De hecho, entre otros enamoramientos, uno se estableció más firmemente en su corazón ya que fue novia durante tres años del hijo de un marqués. Pero una serie de desgracias encadenadas le indujeron a romper su compromiso: la muerte de su padre y de un hermano, la grave enfermedad de una hermana y destierro de otra… En 1841, al perder a su madre, eligió como tal a la Virgen. Es decir que en su vida se manifestaban dos vías que, aunque divergentes entre sí, no dejaban fuera de juego la llama del amor divino. Tanto en Madrid como en París y Bruselas iba quedando el rastro de su caridad con los desfavorecidos. Al tiempo prodigaba su presencia en convites, paseos, teatro, tertulias, baile, etc. Generalmente aceptaba los compromisos para complacer a su familia, pero tampoco le disgustaban del todo. Hallándose en París en 1846 se sumergió en ese mundo de oropeles y vanidades; por algo lo denominó “año perdido”. Tenía carácter, y un pronto fuerte la dominaba. No escondía sus apegos, como el que tuvo a su caballo, pero se esforzaba en luchar contra sus tendencias sin escatimar sacrificios, y no tardarían en irse viendo los frutos.

En 1847 tras unos ejercicios espirituales efectuados a instancias del que fuera confesor de su madre, el jesuita padre Carasa, se sintió llamada a cumplir la voluntad de Dios. Comenzó a dedicar a la oración entre cinco y siete horas diarias movida por afán de penitencia. No pudiendo eludir su participación en eventos sociales, rogaba a Dios que la preservase en ellos de cualquier pecado, aunque fuese venial. Debajo de elegantes vestiduras ocultaba cilicios. A finales de ese año todavía vestía ricamente. Al confesarse, el sacerdote percibió el crujido de las prendas que llevaba: “Viene usted demasiado hueca a pedir perdón a Dios”, le dijo. “Son las sayas”, respondió. “¡Pues, quíteselas usted!”. Se vistió como un adefesio, tanto que el presbítero le instó a no llegar a ese extremo; únicamente debía limitarse a vestir sin estridencias.

En 1848 el padre Carasa fue el detonante de otra experiencia que marcaría su vida. Le presentó a una persona de su confianza, María Ignacia Rico de Grande, quien la llevó de visita al hospital de San Juan de Dios. Allí se fijó consternada en la cantidad de jóvenes que ejercían la prostitución, a la que habían llegado por distintos motivos. Tuvo que vencer la repugnancia que sentía ante las huellas que el ejercicio de esa actividad había dejado en sus cuerpos macerados. Supo que si terrible era su estado físico, no lo era menos la soledad y desamparo que les esperaba al salir del hospital en una sociedad hipócrita que las había empujado por ese camino arrancándoles su honor y dignidad, y después les daba cruelmente la espalda. De modo que abrió una casa para las pobres descarriadas que fue recogiendo.

En 1850 se fue a vivir con ellas. La noticia fue un azote para los círculos en los que se movía. Le cerraron las puertas, fue vituperada, incomprendida, calumniada, no solo por los que formaban parte del selecto ambiente al que pertenecía; también fue criticada y perseguida por miembros de la Iglesia. Hasta le retiraron el permiso para tener el Santísimo Sacramento, clave de su vida y quehacer. Algunas de las muchachas que había acogido y otras personas la acusaron sin fundamento, dando alas a murmuraciones y chismes diversos. El padre Carasa le negó el saludo. No se defendió; se limitó a orar y a dar gracias a Dios. Fue amenazada por algunos proxenetas, e incluso querían darle muerte. Nada la detuvo. Vendió las joyas heredadas a menor costo de lo que valían, se desprendió de su caballo, pidió limosna, y no se le cayeron los anillos, como suele decirse, para sacar adelante su obra. En 1854 recibió ayuda económica de la beneficencia. Dos años más tarde, con el apoyo y consejo de san Antonio María Claret, nació la fundación y tomó el nombre de Madre Sacramento. Puso en sus casas esta consigna: “Mi providencia y tu fe mantendrán la casa en pie”.

El padre Claret la ayudó en lo concerniente a las constituciones y bajo su amparo creció progresivamente su vida espiritual; otros directores espirituales anteriores no la habían comprendido. Emitió sus primeros votos en 1859, y comenzó la expansión de la obra en medio de muchas dificultades externas e internas. “Dudo yo que haya superiora ni más acusada, ni más calumniada, ni más reconvenida”, reconoció. En junio de 1860 profesó los votos perpetuos. Cuando el cólera asaltó de nuevo a España en 1865 se hallaba en Valencia, y tuvo la impresión de que podía llegarle su hora. Había ido, como en otras ocasiones, a asistir y consolar a los que contrajeron la enfermedad en epidemias similares. Entonces salió indemne, pero ese año la enfermedad se cebó también en ella causándole la muerte el 24 de agosto. Pío XI la beatificó el 7 de julio de 1925 y la canonizó el 4 de marzo de 1934.