Tribunas

La dignidad de la clase de Religión

 

 

Juan José Corazón Corazón
Sacerdote, Doctor en Derecho Canónico, Doctor en Derecho


 

 

 

 

Cuando somos menores y pequeños, nuestra personalidad se va forjando fundamentalmente a través de lo que recibimos de nuestros padres, nuestras familias, nuestros conocidos y nuestros colegios, que nos van transmitiendo, de un modo o de otro, directa o indirectamente, sus ideas.

Esto mismo es lo que va determinando, de algún modo, que, cuando llegamos a lo que llamamos la mayoría de edad y tenemos la capacidad de actuar con cierta libertad, organizamos nuestra vida de acuerdo con lo que pensamos y la voluntad propia.

Para eso Dios nos concedió el grandísimo don de la libertad.

Pero la vida actual demuestra que esto, con frecuencia no es tan simple y, habitualmente, hay muchísimas influencias.  Hoy tristemente no son pocas.

El primer obstáculo consiste en que cuando somos niños, con frecuencia, es muy difícil recibir una auténtica y verdadera educación. Un insigne y prestigioso profesor de la Universidad, en mis cursos de doctorado de Ciencias de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid, dijo de un modo radical y rotundo: “lo más contrario a la educación es la manipulación, que significa conseguir que el alumno se identifique con el interés personal de quien le educa:  "La educación consiste en conseguir que el alumno piense y razone por sí mismo".

A esta práctica, a la que, lamentablemente, estamos ya tan acostumbrados, le llamó: MANIPULACIÓN.

El segundo obstáculo, tan importante y mayor que el anterior, es que el alumno en sus clases no pueda dar respuesta a: ¿para qué sirve todo esto?

Por este motivo, es tan importante que cada centro escolar pueda dedicar un tiempo para sus alumnos a lo que llamamos la formación religiosa o la clase de religión.

 

Juan José Corazón Corazón