Cáritas | Cooperación internacional • 22/09/2020

 

Las abundantes lluvias en la zona de Sahel provocan una situación de emergencia humanitaria en medio de la pandemia

 

Países como Malí además tienen que abordar la reconstrucción del país en medio de un conflicto armado y en plena pandemia por el Coronavirus

 

 

Por Pablo Reyero Aubareda, responsable para el Sahel. Área de Cooperación Internacional y Acción Humanitaria


 

 

 

 

 

La región del Sahel, a orillas del desierto del Sahara, sufre las inclemencias climáticas tanto cuando llueve como cuando no lo hace. Con dos estaciones al año, una larga y seca (8-9 meses) y una corta y lluviosa (3-4 meses), la vida de la población se acompasa a ese ritmo marcado por la lluvia que organiza toda la actividad agrícola y ganadera, y por lo tanto la economía familiar campesina de millones de personas. Con economías tan asentadas en el sector primario, un mal año en el campo supone también una crisis a nivel nacional.

Al tratarse de una agricultura y una ganadería extensiva tradicional, sin apenas tecnificación, las familias campesinas hacen su parte preparando el suelo, seleccionando la semilla, protegiendo los campos, y esperan que la climatología haga la suya: que llueva de manera justa, ni mucho ni poco y durante el tiempo suficiente. De eso modo, si se cumple, garantizarán una buena cosecha que supondrá la base de la alimentación de sus familias hasta el próximo año. La cosecha no siempre alcanza, pero nunca sobra.

La región del Sahel vive sequías crónicas que dificultan el acceso y la disponibilidad de alimentos, pero también inundaciones cuyas repercusiones son incluso peores. En las últimas semanas la lluvia ha sido tan abundante que los grandes Río Senegal y Río Níger se han desbordado en distintos puntos de su cauce causando graves destrozos en las viviendas y en los extensos arrozales que se encuentran en sus márgenes.

Las poblaciones alejadas sus orillas también han visto cómo la intensa lluvia inundaba sus aldeas, colapsaba los muros de adobe de sus viviendas y anegaba campos y establos. ¿Las causas? Múltiples. El cambio climático, la mala gestión de los cauces de los ríos, la casi nula cooperación para la gestión de las cuencas hidrográficas, la deforestación o el urbanismo mal organizado son los principales potenciadores del desastre.

Senegal, Mauritania, Mali, Níger, Nigeria, Chad… todos se han visto afectados en alguna medida. Probablemente Níger se lleve la peor parte con 51 fallecidos, 30.014 viviendas dañadas o destruidas y más de 258.000 personas afectadas. Burkina Faso ha declarado el estado de catástrofe natural  y publicado las cifras: 13 fallecidos, 5.003 viviendas dañadas o destruidas, más de 71.000 personas afectadas. Además, 1.790 viviendas de emergencia de familias desplazadas también han sido dañadas.

En Mali aún no se conocen las cifras oficiales, pero los equipos de Cáritas Mali ya han hecho un primer levantamiento de información y necesidades: 16 fallecidos, 25 heridos, 2.728 viviendas afectadas o destruidas, 52.495 personas afectadas. Además, contabilizan más de 7.000 toneladas de cereales perdidas. Las familias afectadas se están realojando en hogares vecinos, en las escuelas que se tienen en pie y en los escasos espacios de acogida temporales habilitados. Lo prioritario, nos dicen, es asegurar la alimentación de esas familias que han perdido tanto los alimentos almacenados en casa como los cereales que esperaban en los campos a ser cosechados. Se debe garantizar también un refugio temporal con acceso a los artículos esenciales del hogar y prestar atención a la higiene y la salud, sobre todo de los niños, ya que los ambientes inundados son muy propicios para la propagación de la malaria y otras enfermedades transmitidas por el agua. Más adelante será el turno de la reconstrucción y la recuperación de los medios de vida perdidos; por el momento protección.

Como si se tratase de una broma macabra, parecería que Mali no ha sufrido suficiente viviendo un conflicto armado que ha causado ya 266.000 personas desplazadas, lidiando con una pandemia global de COVID-19 que sigue poniendo a prueba su sistema de salud y su economía, y tras sufrir un golpe de estado el pasado dieciocho de agosto que les mantiene aguantando la respiración, que ahora, además, miles de personas deben enfrentarse a la reconstrucción de sus hogares y sin opciones de cosechar los cereales que tanto necesitan.

Las Cáritas diocesanas de Ségou y de San (Mali), en colaboración con Cáritas Española, pondrán en marcha una respuesta de emergencia en los próximos días que garantice una primera asistencia alimentaria y la entrega de enseres del hogar y de higiene a 750 hogares afectados por las inundaciones (unas 5.500 personas).