Tribunas

Lo que escribe don Adolfo

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

 

 

No entiendo por qué razón mi recordado don Adolfo González Montes, obispo de Almería presente, no se ha prodigado con intervenciones públicas como la tenida con motivo de la Virgen del Pilar.

Y si lo ha hecho en el pasado, no entiendo por qué motivo no nos hemos enterado quienes somos liebres del día a día de este tipo de actuaciones.

Es curiosa la historia, de la que había que contar mucho más. Don Adolfo, así se le llamaba incluso en los años del tuteo coleguista de la Ponti, es un obispo que no necesitaba dejarse llevar por los aires que soplan en cada momento.

Tenía suficiente conocimiento de la teología y de las ciencias humanas, inteligencia, criterio, como para haber marcado tendencia, haber abierto vías de propuesta.

Lo hizo, por ejemplo, con un famoso documento sobre Jesucristo, una delicia de contenido, del que se cuentan no pocas historias sobre cómo fue recibido incluso por determinados medios y ámbitos de la casa, de la causa y de la cosa. Quizá la clave esté en las personas que a él se han acercado, que no es lo mismo que decir de quienes se ha rodeado.

Pues ahora, ahora, don Adolfo ha dicho, en un texto titulado “Rezar por la España de todos”, que España “es un país cristiano tanto por su génesis como por su historia, pero el cristianismo se está erosionando”.

Añado algunos párrafos para abrir boca:

“Si los prejuicios de la izquierda cultural española representan un hecho persistente, la derecha no puede ser definida por su fervor cristiano, entregada a un liberalismo indiferente y envuelta en un traje de modernidad que la lleva a compartir núcleos de difícil conciliación con el cristianismo. (…)

Entre los prejuicios culturales de una izquierda sin reconciliar con la religión está la valoración negativa de la historia de España, que la cultura que se autocalifica de progresista se empeña en travestir una y otra vez. (…)

La manipulación sectaria de la memoria histórica del pasado inmediato pretende hacer creer a las jóvenes generaciones que el enfrentamiento civil del pasado siglo entre españoles fue cosa de buenos unos y malos otros, lo cual significa pretender que se olvide interesadamente que hubo errores y aciertos en las dos visiones de España que la Transición ayudó a reconciliar, movidos unos y otros por la cruda experiencia de los hechos de un pasado dramático que nunca debe volver. (…)

La cruz es una marca que no es posible silenciar, como es la pretensión de derribar cambiando de significado a la Cruz del Valle, donde reposan víctimas amadas por unos y otros españoles, víctimas que murieron enfrentadas y ahora reposan en un mismo lugar santo que acoge sus restos. (…)”.

Merece la pena que lean ese texto no muy extenso. Está en la web de la diócesis. Son muchas las preguntas que surgen a partir de su lectura. Una de ellas. Si recuerda que los obispos dijeron que no se podía olvidar la dimensión moral del terrorismo, ¿por qué no dicen nada ahora sobre la dimensión moral del nacionalismo?

Les prometo que no es una pregunta retórica dirigida a don Adolfo.

 

José Francisco Serrano Oceja