Tribunas

Omella y la Fratelli Tutti versión española

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

 

 

No era menor la expectativa creada ante el discurso inaugural de la Asamblea Plenaria del Presidente, cardenal Juan José Omella. Llevamos sobe los hombros profundos cambios en lo interno y lo externo de la humanidad y de España. La pandemia ha acelerado procesos, ha dado por sentenciado otros, ha abierto nuevas perspectivas. Y por eso es tan necesario el juicio, el aliento de la Iglesia sobre el acontecer de la historia.

Lo previsible era que el cardenal Omella tuviera como referencia la reciente Encíclica del Papa “Fratelli Tutti”. Y así ha sido. De hecho, el discurso es una especie de traducción –adaptación- del texto papal a nuestra realidad, algo más que una glosa.

Llama la atención la novedad que en el discurso de la Iglesia representa la palabra del Papa Francisco. Aunque el cardenal Omella cita al Concilio Vaticano II, la Gaudium et Spes, y la encíclica de la vida de Juan Pablo II, las referencias textuales dominantes son del papa Francisco. Este hecho puede dar la impresión de una especie de adanismo.

Por otra parte, el cardenal Omella no se sale de esos márgenes de referencia, no se adentra a lo escrito por autores varios, ni por magisterios ordinarios particulares, ni, sobre todo, a lo que la propia Conferencia Episcopal ha propuesto anteriormente. Sería el caso del documento sobre la eutanasia, por ejemplo. Bueno, excepto en el caso de la “Iglesia, samaritana de los pobres”, documento en el que él tuvo mucho que ver.

Hay que agradecer al cardenal Omella que se adentrara en el juicio sobre el momento actual de España. Por tanto que su texto, en varias de sus partes, no sirviera también para Tombuctú.

Pero el tono general, o al menos es lo que me ha parecido, ha sido el de una propuesta de ética, no sé si de ética de mínimos o de ética de máximos. Una ética con una fundamentación implícita en la teología católica sin duda. Pero con una formulación que implica una amplitud de comprensión del destinatario, que no eran solo los obispos, ni los católicos, sino la sociedad entera.

Esta impresión no implica juicio sobre si es bueno o malo. Describe simplemente. Se une además a la autonomía de los núcleos temáticos. En varios momentos me acordé de las Terceras de ABC del Rector de la Universidad Pontifica Comillas, P. Julio Martínez. Con lo que dice del peso que el P. Julio está teniendo en la formulación pública de la propuesta cristiana, al menos en mi imaginario.

Se podría decir también que el cardenal Omella es un exponente de la corriente que más está ahora en boga, dentro de la filosofía moral y política: la filosofía del cuidado, lo que ahora se denomina Cuidadosofía. Fíjense, en una lectura comprensivo-interpretativa, de este concepto, articulado por autores que van desde Heidegger, Wittgestien a C. Gilligam, J. Riechmann, Santamaría García o Byung Chun-Han.

Pero aquí emerge el riesgo de convertir a la Iglesia en una cuidadora humanitaria sin destacar la perspectiva soteoriológica. Apunte sobre C. Gilligan, la primera que formuló este sistema. Las notas del cuidado que había que trasladar a la vida social eran prioritarias en los siguientes ámbitos: la amistad -encuentro-, la asistencia sanitaria –pandemia- y la ciudadanía –política, educación-. Bueno, y la maternidad.

Supongo que después de este marco común, llegará la profundización en otros niveles argumentales y de propuesta. Por ejemplo sobre la fundamentación de la propuesta sobre el sentido de la vida, o sobre la aportación específica de lo católico, encuentro cristiano, al bien común hoy en riesgo. Este nivel de identidad –ya sé que esta palabra produce alergias- es el que no se debe dar por supuesto. Y el que nos distingue y caracteriza.

 

José Francisco Serrano Oceja