Diócesis

 

Proyecto de sacerdote de Getafe: pisos compartidos entre jóvenes y personas sin hogar

 

El P. Álvaro Cárdenas, presidente fundador de Lázaro España, explica esta iniciativa con ocasión de la Jornada Mundial de los pobres

 

 

18/11/20


 

 

 

 

 

El sacerdote de la diócesis de Getafe, Álvaro Cárdenas, presidente fundador de Lázaro España, promueve pisos compartidos en los que conviven personas sin hogar y jóvenes profesionales.

"El proyecto tiene apenas tres años de andadura en España pero nació como hermano de la Fundación Lázaro Francia, que ya lleva diez años al servicio de las personas sin techo en el país vecino", explica Cárdenas a Religión Confidencial.

En Madrid ya han abierto un hogar para hombres y otro para mujeres. Además, tienen solicitudes de la diócesis de Getafe, y de otros "amigos de Barcelona y de Valencia para abrir el proyecto", relata.

El proyecto de los hogares Lázaro comenzó su servicio queriendo ser precisamente, en el corazón de la ciudad, una mano tendida hacia nuestros hermanos pobres sin techo.

Los pisos solidarios, colaborativos e intergeneracionales, son una respuesta a la soledad y la precariedad de las personas sin hogarAcogen entre 6 y 10 personas de edades, orígenes e historias personales muy diferentes.

 

Acogida, amistad y escucha

"Además, por la participación de los jóvenes que comparten piso con estos hermanos nuestros que han sufrido la exclusión y la dolorosa experiencia de no tener más hogar que la calle, y de todos aquellos que se implican directa o indirectamente en el proyecto, Lázaro se ha convertido también en una mano tendida hacia las pobrezas menos constatables, a primera vista, de nuestra sociedad, como son el repliegue egoísta, la desconfianza, el miedo y la indiferencia ante los pobres y los que sufren", explica el P. Cárdenas.

Bajo la luz de la parábola de Jesús del rico epulón y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31), nuestros hogares Lázaro ofrecen a nuestra sociedad un puente que posibilite superar la inmensa distancia que hay entre una gran parte de ella y nuestros hermanos más vulnerables.

"Pero nuestro servicio no se limita a posibilitar una solución para su necesidad de vivienda. En Lázaro creemos que si los pobres necesitan un techo, tanto más lo están de acogida, afecto, amistad y escucha", explica el sacerdote.

Por otra parte, como nos recuerda el Papa en su mensaje de este año, desde Lázaro España creen también que "si a nuestros hermanos más vulnerables hemos de darles un techo y nuestro afecto, también estamos obligados a compartir con ellos nuestra esperanza en Cristo,  a anunciarles su salvación, a incorporarles a nuestra comunidad cristiana y a hacerles protagonistas de la misión que Él nos ha confiado".

 

Jornada Mundial de los Pobres

"Con ocasión de la Jornada Mundial de los Pobres que acabamos de celebrar este domingo, y como presidente de Lázaro España, he escrito una reflexión en torno al mensaje del Papa Francisco para esta Jornada Mundial con una pequeña presentación de nuestro proyecto", afirma Cárdenas a Religión Confidencial.

“Tiende tu mano al pobre” (Si 7, 32)

 

Ocasión para mirar lo esencial

Con estas palabras del Sirácida, llamado también libro del Eclesiástico, el Papa Francisco, en su mensaje para esta Jornada Mundial de los pobres, nos invita a “poner la mirada en lo esencial y a superar las barreras de la indiferencia”, reconociendo en los diferentes rostros de la pobreza una ocasión, no sólo para salir al encuentro de la necesidad de nuestros hermanos, sino para reconocer al Señor Jesús, presente a través de ellos en medio de nosotros (Mt 25, 40).

El Papa nos recuerda que “es necesario reconocer que toda persona, incluso la más indigente y despreciada, lleva impresa en sí la imagen de Dios”. De este reconocimiento “deriva el don de la bendición divina, atraída por la generosidad que se practica hacia el pobre”.

Nuestra oración por tanto, como concluye el Papa, “nunca puede convertirse en una coartada para descuidar al prójimo necesitado”, al contrario: “la bendición del Señor desciende sobre nosotros y la oración logra su propósito cuando va acompañada del servicio a los pobres” (2).

 

Condición para una vida plenamente humana

El Santo Padre señala que “la generosidad que sostiene al débil, consuela al afligido, alivia los sufrimientos, devuelve la dignidad a los privados de ella, es una condición para una vida plenamente humana”. De ahí que la opción por dedicarse a los pobres y atender sus muchas y variadas necesidades sea una exigencia de todo cristiano.

Necesitamos mantener la mirada hacia el pobre -nos indica en su menaje- “para dar a nuestra vida personal y social la dirección correcta”, lo que implica “comprometer concretamente la vida, movidos por la caridad divina” (3).

Ocasión para preguntarnos y comprometernos, personalmente y como comunidad cristiana, para acoger la compañía de Cristo en los pobres

Para el Papa, la Jornada Mundial de los Pobres, es una ocasión para volver sobre esta realidad fundamental para la vida de la Iglesia, porque los pobres están y estarán siempre con nosotros (cf. Jn 12,8); “para ayudarnos a acoger la compañía de Cristo en nuestra vida cotidiana” (3).

El Papa señala que el encuentro con quien se encuentra en la pobreza “siempre nos provoca e interroga”: “¿Cómo podemos ayudar a eliminar o al menos aliviar su marginación y sufrimiento? ¿Cómo podemos ayudarla en su pobreza espiritual?” El Papa nos pide que respondamos a esa pregunta, que nos impliquemos como comunidad cristiana en la respuesta: “No podemos sentirnos bien cuando un miembro de la familia humana es dejado al margen y se convierte en una sombra. El grito silencioso de tantos pobres debe encontrar al pueblo de Dios en primera línea, siempre y en todas partes, para darles voz, […] e invitarlos a participar en la vida de la comunidad” (4).

No se trata solamente de socorrerles en su necesidad, sino de invitarlos a participar en la vida de la comunidad, de incorporarlos a ella, de hacerlos sujetos de la vida y de la misión de la Iglesia, algo que a menudo es olvidado por las iniciativas eclesiales, que a menudo se contentan con “distribuir” únicamente la caridad de la comunidad, descuidando la incorporación plena de nuestros hermanos necesitados en ella.

Gestos que dan sentido a la vida, compensan el mal del mundo y traen esperanza

“Tender la mano hace descubrir, en primer lugar, a quien lo hace, que dentro de nosotros existe la capacidad de realizar gestos que dan sentido a la vida”, nos enseña el Papa. Aunque el Papa constata que la maldad y la violencia, el abuso y la corrupción siempre están presentes, recuerda que “la vida está entretejida de actos de respeto y generosidad que no sólo compensan el mal, sino que nos empujan a ir más allá y a estar llenos de esperanza” (5).

¡Cuántas manos hemos visto tendidas en estos meses de sufrimiento!

Tender la mano es un signo que expresa proximidad,  solidaridad y amor. El Papa nos recuerda: ¡cuántas manos tendidas hemos podido ver durante estos meses, en los que el mundo entero ha estado como abrumado por un virus que ha traído dolor y muerte, desaliento y desconcierto! (6).

El amor que desafía el contagio y el miedo para dar apoyo y consuelo

Ante el miedo paralizante que parecía generalizarse, “todas estas manos, han desafiado el contagio y el miedo para dar apoyo y consuelo” (6). ¡Apoyo y consuelo! ¡Cuánta necesidad tenemos de ellos en este momento!

Todos nos necesitamos y somos responsables unos de otros

El Papa señala también como este tiempo, que ha puesto en crisis tantas certezas nuestras, haciéndonos sentir pobres y vulnerables, ha hecho que tomemos conciencia no sólo de la necesidad que tienen los demás sino de lo profundamente necesitados que estamos todos unos de otros.

De ahí que, como indica el Papa, “este es un tiempo favorable para «volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo [...]. Ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad [...]. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses, provoca el surgimiento de nuevas formas de violencia y crueldad e impide el desarrollo de una verdadera cultura del cuidado del ambiente» (Laudato si, 229) (7).

La responsabilidad por el otro, camino para superar las crisis de nuestro tiempo

Las graves crisis económicas, financieras y políticas que nos golpean, provocadas por la profunda crisis moral de nuestro tiempo, “no cesarán mientras permitamos que la responsabilidad que cada uno debe sentir hacia al prójimo y hacia cada persona permanezca aletargada” (7).

 

Globalización de la indiferencia y del cinismo

El Papa no olvida el contraste existente entre quien “tiende la mano al pobre” y quienes se alimentan de la indiferencia y del cinismo, teniendo sus manos en los bolsillos sin dejarse conmover por una pobreza, de la que a menudo son también cómplices. El Papa se refiere a la escandalosa diferencia que hay entre unos privilegiados y otros desfavorecidos. Mientras,  -como el pobre Lázaro a la puerta del rico Epulón-, los excluidos siguen esperando.

Para sostener este estilo de vida egoísta que excluye a los demás, «se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe» (Evangelii gaudium, 54) (9).

 

El fin y sentido de nuestra vida: el amor

El Papa termina recordándonos que “siempre debemos tener presente el fin de nuestra existencia”. Y esto en dos sentidos. El primero: “Acordarse de nuestro destino común puede ayudarnos a llevar una vida más atenta a quien es más pobre y no ha tenido las mismas posibilidades que nosotros”. El segundo: “La finalidad de cada una de nuestras acciones no puede ser otra que el amor. […] El amor es compartir, es dedicación y servicio, pero comienza con el descubrimiento de que nosotros somos los primeros amados y movidos al amor. […] Incluso una sonrisa que compartimos con el pobre es una fuente de amor y nos permite vivir en la alegría” (10).