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¿Es peligroso tener grandes ideales?

 

A algunas personas les animan ideales que les llevan a comprometerse cuerpo y alma por una causa que hay que defender, o incluso en la vida religiosa, con el riesgo de la desilusión y el desánimo. Jean-François Noël, sacerdote, psicoanalista, autor de Épris d’absolu, idéal, désillusion et confiance (Nouvelle Cité), explica que un ideal es una fuerza positiva, pero que se tiene que convertir…

 

 

29 nov 2020, 18:15 | La Croix


 

 

 

 

 

Todos nosotros tenemos ideales. ¿Algunos son más idealistas que otros?

En primer lugar, yo diría que es necesario tener un ideal, aunque sea un andamiaje provisional, y esto ya crea la primera dificultad. El ideal es el eje central de una llamada, cualquiera que sea; llamada a la vida sacerdotal o conyugal, ideales humanitarios… Responde a una pregunta que nos planteamos sobre el sentido de nuestra vida. Como tal, no es algo peligroso; permite dar una dirección, un sentido, una fuerza de vida. Pero mucha gente vive sin estar movida por la fuerza de un ideal.

 

¿Qué es un ideal? ¿Se trata de un gran deseo?

En filosofía, es el horizonte hacia el que debe tender un pensamiento que quiera englobar la verdad de las cosas. Para un psicoanalista o un psicólogo, surge de una experiencia vivida en la infancia en la que hemos experimentado un gran gusto cumpliéndolo o que hace que nos lancemos hacia la verdad, la belleza, la valentía, etc., y que nos ha dado un objetivo y una fuerza. El ideal es una experiencia ya vivida, a veces olvidada, que, en la encrucijada de una experiencia nueva, se revela como un imperativo. El ideal de justicia, por ejemplo, que es uno de los más frecuentes, puede resultar del recuerdo de un castigo injustificado y del sentimiento de injusticia que de ello deriva: el ideal de justicia que inconscientemente tenemos, ha sido burlado o traicionado. Esta experiencia antigua, cargada de una gran energía, puede llevar a algunas personas a comprometerse para recoger el desafío de las injusticias que creen ver alrededor de ellas o en el mundo.

 

Pero a veces, algunas de estas personas viven grandes desilusiones. ¿Tener un ideal puede ser peligroso?

Tener un ideal es una fuerza muy grande que dos enemigos pueden cuestionar: un enemigo externo, cuando uno se da cuenta de que no todo el mundo comparte el mismo ideal de verdad, de justicia o de belleza, y un enemigo interno, cuando nos damos cuenta de que uno mismo nunca está a la altura de ese ideal. Sigue entonces una decepción que puede ser muy amarga. Y hay que escuchar al mismo tiempo la llamada que este ideal suscita en nosotros, y aceptar que resulte cuestionado, modificado o zarandeado por nuestras experiencias.

 

En su libro recuerda también que la Biblia relata algunas de estas experiencias.

Sí, comenzando por la de Abrahán, el padre de los creyentes, cuyo ideal es tener una descendencia. Este pobre hombre tiene que esperar a los setenta años para tener un hijo de su propia mujer. Dios le zarandea para que dilate su ideal inicial y para que, de padre de un hijo, se convierta en padre de los creyentes. Esta manera de actuar de Dios la volvemos a encontrar en muchos episodios del Antiguo y del Nuevo Testamento.

 

¿Qué diría usted a los jóvenes cuyo mayor ideal es la vocación religiosa? ¿Cómo acompañarles?

Cuando estamos poseídos por un ideal, es como si se estuviera en llamas. En lo que se refiere a la vocación religiosa, algunos se despiertan un día con una convicción casi inexplicable que a veces sorprende a su entorno. Tendrán que confrontar este ideal con una tradición religiosa (o política o social en el caso de vocaciones diferentes), para no quedar dominados por este ideal primero, que en el fondo es muy narcisista, y dejarse instruir. En el Evangelio, Jesús no cesa de enseñar. La formación y la enseñanza son los lugares que acogen el ideal de un joven y que le permiten al mismo tiempo deshacerse del control en el que podría caer.

 

Al final, este ideal está llamado a afinarse, transformarse, simplificarse…

En efecto. A veces el ideal de algunos es talmente imperativo que se impone de manera categórica, en el sentido de todo o nada. Es una primera fuerza que centra un poco demasiado a la persona en ella misma. San Pedro se veía como un valiente caballero que sabía manejar la espada para defender a Jesús cuando le iban a arrestar. Y sólo consigue cortar la oreja a un criado. Es que Jesús le ha elegido para otra cosa, algo que el ideal primero de Pedro revelaba y escondía a la vez. Jesús, como Abrahán u Oseas, soñaban ser esto o lo otro, y es necesario que Dios, que no deja que sus ideales se pierdan, les abra y les lleve hacia el otro, hacia lo desconocido. El ideal es una herramienta, un andamiaje para construir la fachada de una casa, que luego tendrá que ser desmontado para dejar que aparezca la casa.

 

Entonces no es peligroso tener grandes ideales…

No. Yo encuentro y escucho a muchos jóvenes que tienen ideales, pero también veo muchos otros, y me da pena, que no tienen, y que viven su vida como algo debido, no como un don. Quien tiene una vocación, sea la que sea, vive su vida como un don que tiene que fructificar, y no como algo debido que hay que consumir.

 

 

Sophie de Villeneuve