Colaboraciones

 

¡Rebelión!

 

Tu peor enemigo eres tú mismo, por eso debes mantener al día tus obras y superaciones lustrándolas con el aceite del esfuerzo, para poder, así, sobreponerte a los retortijones que revuelven tus entrañas

 

 

04 diciembre, 2020 | por Jordi-Maria d’Arquer


 

 

 

 

 

Rebélate. No dejes que te paralice el desánimo. Lucha con todas tus fuerzas por salir adelante; así harás bien cumpliendo lo que tienes que hacer, tu deber. Los hay, en efecto, que te quieren mal con mil y un poderes civiles, políticos y mediáticos, diríase bárbaros, todos ellos extensiones malolientes del tufo del Infierno. No obstante, tu peor enemigo eres tú mismo, por eso debes mantener al día tus obras y superaciones lustrándolas con el aceite del esfuerzo, para poder, así, sobreponerte a los retortijones que revuelven tus entrañas. Solo así podrás evitar que tus revoltijos de estómago –que son solo revoltijos- trastoquen tu mundo y con él te desfiguren. Son tu mundo, te lo acepto, pero no más que el exterior -amor, dinero, salud-. No olvides que es especialmente el mundo interior el que cuenta, pues eres cuerpo y alma, y es esta última la que decide en último término el paso en tu camino y todo. La felicidad está en la lucha, no en el triunfo, en tanto se encuentra cumpliendo la propia obligación. Contra ello nada pueden los vándalos con sus fantochadas.

Por eso, no olvides la mano de Dios. Mantente en guardia con el alma limpia por la confesión de tus pecados, que es un sacramento que nos dejó Jesús para purgar (“purificar”) y retomar fuerzas. Agárrate a ella con los dientes si es necesario, porque sin ella y su aliento no puedes nada, bien lo sabes. Dios necesita tu contrición para poder darte su perdón. Pero recuerda que –luego- su perdón debe traducirse en reparación y rectificación. Sin ti, nada puede el Todopoderoso. ¡Te ha hecho libre!

Vive el día. Bastaría un instante de abandono para recaer en el foso del fango putrefacto de tus pasadas andanzas. ¿Recuerdas? Mejor no lo olvides, pero no te paralices en el burdel estéril del recuerdo. ¡Aleluya!, ¡encontraste tu camino de salida! Que te sirva de lección, de aprendizaje, de constatación de la Palabra de Dios que te alumbra los pasos dibujando sobre el horizonte un futuro rebosante de esperanzas, esas que tu propia lucha forja con los instantes de amargura que te crecen y te hacen crecer en el Alma inmortal de tu Creador a Quien tiendes…

¡Lucha! ¡Supérate! ¡Rebélate, te digo! Tú puedes, si tú quieres. ¿Un truco? No cedas a los pensamientos tóxicos: apártalos de tu sueño inmortal que te anticipa la Vida sobre toda vida que Dios te tiene preparada. El desánimo, furtivo él, vendrá, pero no te abandones a sus sugestiones. Eso es lo que pretenden con sus artimañas tus enemigos, mientras “los otros” se lo miran, cruzan los brazos o huyen. Incluso así, Dios te quiere feliz, y Él te ha prometido que tú puedes conseguirlo: “Nada os sería imposible”, afirma Jesús, el Cristo que tenía que venir y volverá (Mt 17,20; Jn 16,22).

Éste es tu Camino, la única salida. No es fácil. ¡Te lo digo a ti y me lo digo yo! Estate atento, y no te desvíes de Él. Lo contrario es, todo junto, parte del plan del Enemigo para desgastarnos y hacernos dudar del Todopoderoso que nos ha creado porque nos ama sobre todas las cosas. “¡Silencio! ¡Calla!”, le grita el Maestro humano y divino al viento, y el viento –impotente- amaina (Mc 4,35-41). Imítale, que para eso ha tomado la humanidad, para que le tengamos de ejemplo. Grítales tú a los vientos, como les gritó Él con su vida entera. ¡Amainarán, estate cierto! –Y todo pasará: tendrás, “en la edad futura, Vida eterna” (Mc 10,28-30).