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¿Hay que «dejar al padre y la madre para ganar la vida eterna»?

 

En el Evangelio de Mateo, Jesús dice que, para heredar la vida eterna, hay que dejar a la familia, la casa y la tierra. Jean-François Noël, sacerdote, autor de Épris d’absolu, idéal, désillusion et confiance (Nouvelle Cité), explica lo que significa esta frase que ha sorprendido a más de uno.

 

 

13 ene 2021, 20:34 | La Croix


 

 

 

 

 

«Y todo el que deje casa, hermanos o hermanas, padre o madre, o hijos o campos por mi causa recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna», dice Jesús en Mateo 19,29. ¿Esto significa que debemos cortar nuestros lazos familiares?

Cortar, tal vez, pero transformarse, sin duda. Se tiene en la Iglesia con demasiada frecuencia una visión idílica de la familia. Pero la propia Sagrada Familia, para decirlo con humor, es un poco peculiar: ¡el padre no es el progenitor, la madre es virgen y el hijo es Dios! Además, esta familia vivió episodios violentos: María se quedó embarazada aunque no había conocido hombre, la matanza de los inocentes los obligó a huir a Egipto… Y luego su hijo se escapa con doce años. Cuando lo encuentran en el Templo entre los doctores, le reprochan, como todos los padres, la preocupación que les ha causado. Pero él les responde, sin justificarse: «¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Esto no significa que fuera a rechazar a José, que lo había criado, sino que en algún momento tendría que dejar a su padre. La familia es un trampolín hacia el exterior. Es la escuela en la que aprendemos, con nuestros padres, hermanos y hermanas, a experimentar, a salir de nuestros egoísmos de niños, a iniciarnos al perdón, etc. para afrontar el exterior y a los demás, que son siempre un poco diferentes e inquietantes. Por este motivo desde el comienzo del Génesis se dice que el hombre debe dejar a su padre y a su madre, no para renegar de ellos, pues se le pide que los honre, sino que salga fuera, alimentado de lo que recibió y vivió en su familia.

 

En su libro usted incluso dice que estos lazos familiares, después de haber sido vitales, se pueden volver nocivos…

Efectivamente, porque a veces nos comportamos aún, ya de adultos, como si nos siguiéramos esperando de nuestros padres o nuestros hermanos y hermanas algo que ellos no nos podrán dar jamás. Hemos descubierto con decepción que nuestros padres son lo que son, magníficos y débiles a la vez, que nuestros hermanos y hermanas toman caminos diferentes al nuestro y que no estamos destinados a permanecer pegados el uno al otro. Pero las historias de familias, hermosas y dolorosas al mismo tiempo, que escucho en la consulta, muestran que cuando la relación con los padres se ha mantenido muy estrecha, los lazos que habían sido enriquecedores, protectores, necesarios pueden volverse asfixiantes y crear dependencia. Esto vale para las dos partes: algunos padres llevan mal separarse de sus hijos, y puedo asegurar que la mayoría de los problemas que encuentran las jóvenes parejas que se llevan mal o que se divorcian vienen de la familia política. Los lazos solo son necesarios para hacer salir a los jóvenes del círculo familiar y la seguridad parental, para que arriesguen con los demás. Pero evidentemente es más fácil permanecer al abrigo de la tribu familiar que salir de ella. Salir es exponerse.

 

Cuando Jesús nos pide que abandonemos al padre y la madre, él precisa: «por mi causa» y «para heredar la vida eterna».

También hace la pregunta: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» El mensaje increíble de Jesús es que nosotros, hermanos en la humanidad, formamos una nueva familia. La familia de sangre representa un primer ensayo. Pero tenemos que salir de ella para crear lazos conyugales, familiares, de amistad, de comunidad con otros humanos, etc. Y para formar lo que es la Iglesia: una familia de hermanos y hermanas que no son hermanos y hermanas de sangre, sino de caridad, nuestros hermanos y hermanas en el amor de Dios. Jesús no quiere destruir las familias, nos pide que dejemos a nuestros padres y madres para crear nuevas familias. Tenemos que dejar el entorno familiar para arriesgarnos a formar una nueva familia, a veces con personas que no hemos elegido, por ejemplo, los miembros de nuestra parroquia.

 

¿Cuál es esa vida eterna que Jesús nos promete en herencia?

Es el Reino, del que la nueva familia que formamos en la Iglesia es un bosquejo. Personas de diferentes orígenes y condiciones, a quienes nunca hubiera conocido de otra manera, se convierten en mis hermanos y hermanas en Dios en la Iglesia. La vida eterna significa vivir ahora con estas personas una vida de fe, esperanza y caridad. Un teólogo dijo que nunca tendremos suficiente con toda la eternidad para regocijarnos con la cantidad y diversidad de hermanos y hermanas que encontraremos en el Cielo. Esta increíble diversidad de los demás forma nuestra nueva familia. Por supuesto, no siempre es fácil considerar como hermano o hermana a la persona que encuentro en el metro, pero esto es lo que Dios quiere grabar en nuestro corazón.

 

Entonces, cuando eres padre o madre, ¿tienes que alegrarte de que tus hijos se vayan?

Toda separación es dolorosa. Existe la separación del nacimiento, la separación de la conciencia, la marcha de los hijos… La vida está hecha de varias separaciones. Pero eso es lo que nos poda y nos permite acceder a la libertad de entrar en el mundo.

 

 

Entrevista realizada por Sophie de Villeneuve.