El blog de Josep Miró

 

Es necesaria una vacunación masiva y rápida

 

 

28 enero, 2021 | por Josep Miró i Ardèvol


 

 

 

 

 

Desde la Guerra Civil nunca ha habido una situación más trágica que la actual, en lo humano y en lo económico. Más de 80.000 muertos, y el hundimiento del PIB del año pasado, entre un 10% y un 11%, son testimonio de ello. Al mismo tiempo, difícilmente encontraremos otro escenario donde las medidas a adoptar, y las políticas a seguir, resulten tan claras y concretas.

No tengo por cierto, que exista una conciencia colectiva suficiente sobre la gravedad de lo que nos acontece. En todo caso, sí juzgo evidente que quienes nos gobiernan no viven, a la luz de sus hechos, en aquella tensión trágica.

 

Las medidas claras y concretas se resumen en:

1. Cumplir con el objetivo de haber vacunado al 70% de población en verano.

2. La necesidad de un confinamiento breve, dos, tres semanas, el máximo que pueda compensarse con ayudas directas relacionadas con el lucro cesante.

3. El acierto en la identificación y realización de los proyectos de reconstrucción Next Generation, que además de incorporar iniciativas de transformación económica, transición ecológica y economía digital, aborden las graves limitaciones estructurales en materia de empleo, productividad y educación, como ha apuntado el gobernador del Banco de España.

4. Construir de una vez por todas un buen sistema de diagnóstico de resultados rápidos, identificación de las redes de contagio y control efectivo de las cuarentenas, que todavía no existe, y que ahora debe tener cono prioridad la identificación y control de la peligrosa mutación británica

5. Concentrarse en estas políticas y abandonar las leyes divisivas que sigue impulsando el gobierno Sánchez.

 

Pero estos objetivos, y la oportunidad histórica que representan, tienen una condición necesaria que, de no cumplirse, amenaza con estrangular todo lo demás. Se trata de la vacunación masiva y rápida.

En España han muerto por la Covid-19, de forma directa o inducida por ella, más de 80.000 personas en 10 meses, y continuarán muriendo, aunque sea a un ritmo menor. Decenas de miles sufren porque no han superado las invalidantes secuelas de la enfermedad. Hay 4 millones de compatriotas en el paro, sin considerar los ERTE, miles de negocios han cerrado o están con el agua al cuello.  ¿Cuánta gente más ha de sufrir la incertidumbre y los estragos económicos, para que el gobierno aporte una respuesta a la altura de la catástrofe? Porque si tal reacción no se produce, el desastre se prolongará hasta dejar un trauma histórico que quemará a las generaciones más jóvenes, aquellas en edad de incorporarse con plenitud a la vida, y habrá segado las generaciones mayores, porque nada menos que el 93% de los muertos tienen más de 64 años.

Mientras todo esto sucede y los estragos siguen, Sánchez reitera que durante este verano, el 70% de la población estará vacunado, mientras Illa continúa afirmando que la velocidad de vacunación “es óptima”, y el doctor Simón nos continúa amenizando con su repertorio de frases frívolas, como cuando en marzo, en pleno crecimiento de la pandemia, señalaba: “No tenemos una situación en la que a nivel del país podamos pensar en una transmisión generalizada y descontrolada, ni muchísimo menos”. O la del 28 de diciembre, antes del vértice de enero: “Podríamos estar claramente en una fase de estabilización de la tendencia”. Y así una y otra vez.

Pero la realidad es que el ritmo de vacunación está lejos de alcanzar el número de dosis necesarias para inmunizar al 70% de la población para no perder un segundo verano, incluso otro año. Hasta finales de enero se habrá inyectado una dosis a poco mas del 2% de la población. Para alcanzar el 70% el 30 de junio sería necesario inyectar dos dosis a la  población a vacunar, porque los tipos monodosis llegarán más tarde y en menor cantidad. Una estimación optimista sería la de suponer que dos tercios de la población son vacunados mediante dos dosis, mientras que para el tercio restante basta solo con una. En estas condiciones, y descontando la población de 0 a 14 años, el número de dosis a inyectar serían de unos 50 millones. Si se descuentan las aplicadas hasta finales de enero, sería necesario vacunar diariamente con  unas  327.000 dosis hasta el 30 de junio, única forma de salvar el verano. Si el proceso se alarga hasta finales de agosto, el verano se perderá en buena medida, y aun así, se deberían alcanzar las 230.000 inyecciones diarias. Todo ello bajo la consideración de que la inmunidad no se logra hasta unas dos semanas después de la última dosis.

Si el periodo se reduce a cinco días semanales, el número de personas a inmunizar diariamente se multiplica en la misma proporción, un 40%.

Es evidente que España no alcanzará con los planteamientos actuales aquellas cifras, porque hasta ahora el máximo alcanzado se sitúa en las 90.000 inoculaciones al día, en semanas de solo cinco días. Y además con una limitación adicional: se está vacunando lo más fácil, a poblaciones concentradas en residencias para mayores y al personal sanitario de los hospitales, pero la dificultad logística radica en aplicarlo a la población en general. Incluso inyectando 100.000 dosis diarias todos los días del año, excepto algunas celebraciones singulares, se tardaría casi un año y medio para inmunizar al 70% de la población mayor de 14 años, es decir hasta mayo/ junio del 2022.

La vacunación masiva rápida posee otra importante ventaja.  Una sola dosis no inmuniza, pero sí que permite reducir la gravedad de la enfermedad en caso de contagio y por tanto protege la vida, y reduce la presión y los costes sanitarios a un precio muy módico. La vacunación, incluso con  una dosis, presenta una relación coste-beneficio extraordinariamente buena.

De continuar la lentitud actual, unas amenazas concretas pueden hacernos todavía más daño . Se trata del impacto de las nuevas mutaciones, la británica, la sud africana y la brasileña, que pueden empeorar todavía más el escenario. A lo que se añade, que mientras que está probado que las actuales vacunas inmunizan a quienes las han recibido, no parece nada claro que eviten el contagio si se es portador de la enfermedad. Protegen, pero no cortan las redes de contagio. Por último, resulta lo más probable que la inmunidad no alcance ni siquiera el año de duración, con lo cual la vacunación lenta solo generará confusión y complicaciones, porque cuando deba empezarse la nueva vacunación aún no se habría completado la actual.

Vacunar mucho y deprisa. Esta es la prueba de fuego del gobierno de España.

 

 

Artículo publicado en La Vanguardia el 25 de enero 2021