Cáritas Santander | Noticia • 08/03/2021

 

El Covid aumenta las barreras en el desarrollo personal y laboral de las mujeres

 

La red de apoyo y escucha de Cáritas Diocesana de Santander es testigo de cómo la pandemia dispara las dificultades para las mujeres más vulnerables accedan a una vida digna

 

 

 


Foto de portada de Oliva Olga Martínez
durante el acto celebrado el Día Internacional contra la Violencia de Género 2020.

 

 

 

 

 

En el Día Internacional de la Mujer, Cáritas alerta de cómo la pandemia sanitaria provocada por la Covid-19 está aumentando las desigualdades entre hombres y mujeres, y las graves vulnerabilidades a las que ellas se tienen que enfrentar cada día tanto en los ámbitos económico y social como educativo.

A través de la red de programas de apoyo y escucha de Cáritas Diocesana de Santander (la atención primaria en las parroquias, recursos residenciales, Anjana Mujer, el Programa de Empleo o los centros juveniles, entre otros), somos testigos de cómo durante la pandemia se han disparado las dificultades de las mujeres acompañadas para acceder a una vida digna y han mermado aún más las oportunidades de elegir su propio proyecto de vida.

 

La Covid-19 también tiene rostro de mujer

Los efectos de la pandemia no son neutros en cuanto al género de las personas acompañadas por Cáritas. Las mujeres son doblemente golpeadas por un modelo estructural, en el que al flagelo de las violencias machistas se suman las desigualdades múltiples, como son el origen étnico, la edad, la situación socioeconómica, la discapacidad o la ubicación geográfica, que impactan en las mujeres en condiciones más precarias y aumenta su riesgo de exclusión social.

Si en 2020 decíamos que la pobreza tiene rostro de mujer, en 2021 podemos atestiguar, por nuestra experiencia, que los efectos de la pandemia también lo tienen. Se constata que las mujeres tienen puestos de trabajo de mayor precariedad, no sólo en cuanto a salario, sino a condiciones laborales, inestabilidad o vulneración de derechos, además de mayor probabilidad de estar empleadas en el sector informal.

Las mujeres, además, afrontan desventajas de acceso igualitarias para las mismas prestaciones sociales, conforman la mayoría de los hogares monoparentales y son las principales sustentadoras de los cuidados familiares. A ello se une el incremento de las situaciones de violencia que se ha producido durante el confinamiento domiciliario obligado por la pandemia.

 

Más de 3.400 mujeres acompañadas en Cantabria

Cáritas Santander acompaña a más de 3.400 mujeres en situación de exclusión social en Cantabria a través de diferentes programas. La cifra aumenta a 80.000 si hablamos del conjunto de Cáritas en todo el territorio nacional.

Más de 2.700 mujeres adultas y casi 700 menores han sido atendidas en el último año en Cantabria, ya sea para la cobertura de necesidades básicas como la alimentación o el alojamiento; el acompañamiento y la formación en la búsqueda de empleo; el apoyo escolar; o el auxilio ante el aumento de la violencia machista y su desprotección.

Las mujeres y las niñas, sin duda alguna las más afectadas por la grave crisis mundial creada por la pandemia, son también el pilar fundamental en la recuperación y construcción de un mundo más justo, solidario e inclusivo. En los procesos de acompañamiento a las mujeres en situación de exclusión social, somos testigos de la activa capacidad de liderazgo y autonomía de las mujeres a la hora de protagonizar su propio desarrollo, lo que demuestra en qué medida es posible otro modelo de sociedad basado en la igualdad, tanto en el hogar como en las comunidades y en la vida política.

 

Impulsar un cambio de mirada

Ante la celebración del 8 de marzo en un año en el que la pandemia sanitaria ha agudizado aún más las desigualdades, especialmente las de género, Caritas quiere poner el acento en la necesidad de un cambio de mirada en pro de la igualdad que tenga en cuenta algunos elementos claves desde nuestra experiencia:

  • Los hogares monomarentales se encuentran en mayor riesgo de pobreza y exclusión. Según un informe elaborado por Cáritas Española en septiembre de 2020 sobre los efectos de la COVID-19 en las familias acompañadas, los hogares monoparentales, que en su inmensa mayoría están encabezados por mujeres, la pobreza se sitúa en el 62%, un porcentaje superior al que arroja el conjunto de familias acompañadas por Cáritas (54%). Si ponemos en relación pobreza y situación laboral, se constata que la precariedad afecta en mayor medida a los hogares monomarentales al tener que afrontar graves dificultades como las relacionadas con la adquisición de materiales escolares, el pago de la vivienda y suministros domésticos o mantener una alimentación adecuada.
  • La salud, la limpieza, los cuidados, la alimentación, el pequeño comercio de proximidad, que tienen en común su carácter esencial en tiempos de crisis, son profesiones eminentemente feminizadas. La economía de los cuidados se basa en la desigualdad de género y está en su mayoría en manos de mujeres, tanto si tenemos en cuenta la economía formal como la economía sumergida (desde la docencia, la enfermería, los servicios públicos del cuidado de ancianos, menores o servicio doméstico, entre otros). A esto se suma la economía informal en el ámbito del hogar, dónde las mujeres se encargan principalmente del trabajo de cuidados, un trabajo no remunerado e invisibilizado. Además, las niñas y las adolescentes también se ven afectadas por la carga del trabajo de cuidados en el entorno doméstico. De ahí la importancia de constatar en qué medida la pandemia ha supuesto para las mujeres una sobrecarga de tareas y responsabilidades, que conlleva un impacto en su salud física y emocional.
  • Las mujeres tienen mayor probabilidad de estar expuestas al virus. En abril de 2020, Naciones Unidas adelantaba que las mujeres constituyen el 70% de la fuerza de trabajo en el sector sanitario y tienen más probabilidades de trabajar en la primera línea de atención, especialmente las enfermeras, las comadronas y las trabajadoras sanitarias. Lo mismo cabe decir para la mayoría del personal de servicio de los establecimientos de salud (limpieza, lavandería o comedores). Los datos actuales proporcionados por el Parlamento Europeo lo confirman.
  • La discriminación racial y étnica es otra de las barreras a las que se enfrentan muchas mujeres, como es el caso de las mujeres migrantes y racializadas, quienes, en su mayoría, realizan trabajos esenciales para el sostenimiento de la vida, como los cuidados de personas mayores y dependientes, y de niñas y niños, limpieza, agricultura o alimentación, entre otros. Se trata de trabajos claves para nuestra sociedad que acrecen de reconocimiento, tanto económico como social o cultural, a lo que se añade la desprotección y discriminación a la que están sometidas.

 

Unas políticas que pongan en centro a las mujeres y niñas

Urge, por ello, que todas las políticas públicas pongan en el centro a las mujeres y las niñas en todos los ámbitos, y acaben con las dinámicas de exclusión social. Si no ampliamos la mirada, si no incorporamos el enfoque de género en la lucha contra la pobreza y la exclusión social en un momento tan importante como el actual, se estará perpetuando y reforzando la desigualdad de nuestro sistema. Y, en lugar de avanzar, estaremos retrocediendo. La actual crisis no puede dejar de ser una oportunidad para transformar nuestro sistema global de cuidados.