Los racistogatos

 

15/03/2021 | por Grupo Areópago


 

 

 

 

 

Parece ser que Los aristogatos, son ahora Los racistogatos. Hace poco, Disney sorprendió a todos al reclasificar tres de sus clásicos de animación excluyéndolas de su catálogo infantil e introduciendo notas preventivas para advertir de sus «estereotipos erróneos» y sus «representaciones culturales anticuadas».

Esto no es más que la guinda de un pastel que lleva tiempo en el menú habitual de nuestro occidente confuso. Ya llevamos muchos años de revisionismo lingüístico, soportando las repetitivas redundancias en los discursos políticos y en los documentos oficiales, con momentos inolvidables como el repetido “ciudadanos y ciudadanas vascos y vascas” del Lendakari Ibarreche, o el celebrado “miembros y miembras” (hasta el corrector de Word se resiste al escribirlo) y “portavoces y portavozas” en el parlamento español. El revuelo de estas innovaciones se elevó a las más altas autoridades lingüísticas, y la RAE siempre ha considerado incorrecto el lenguaje inclusivo porque surge de una mala interpretación del idioma español, donde «los sustantivos masculinos no solo se emplean para referirse a los individuos de ese sexo, sino también, en los contextos apropiados, para designar la clase que corresponde a todos los individuos de la especie sin distinción de sexos». Gramática, RAE, 2009.Sin embargo, la tendencia no parece decaer, sino todo lo contrario. Parece que la imposición social tiene más fuerza que la lógica.

Ahora se suma la revisión del racismo. Los racistogatos nos recuerdan que nuestra producción cultural está llena de estereotipos erróneos. Me pregunto qué estereotipo es no-erróneo. Al fin y al cabo, el estereotipo es una simplificación grosera para caracterizar a grupos de individuos desconocidos para dotarles de una personalidad imaginaria. El estereotipo se aplica al desconocido, al colectivo lejano, pero esa imagen se difumina totalmente al conocer a las personas concretas, pero sirve para crear un escenario sencillo sin más explicaciones. No conozco a ningún inglés que use monóculo al mismo tiempo que se toma una taza de té, ni a ningún español que suela ir vestido de torero mientras rasga una guitarra ni a ningún francés con boina y blusón entregado a la vida bohemia. Sin embargo, estos son estereotipos habituales en las películas, los libros, las series y los dibujos animados. Si advertimos sobre todas estas cosas antes de comenzar las películas, tendrán que incrementar notablemente el metraje de la exhibición.

Lo escandaloso de este caso es que, precisamente, lo más hermoso de la historia de Los aristogatos es la ruptura de los estereotipos: aristócratas y arrabaleros se tratan con respeto, hacen amistad, se ayudan y se enamoran, todo bajo el símbolo del jazz, la música improvisada que rompe las normas sin romper la armonía. ¿No es romper con los estereotipos que los ratones ayuden a los gatos?

Parece que Disney lo ha olvidado, porque parece ser que lo realmente grave de Los racistogatos es su representación cultural anticuada. ¿Alguien sabe dónde se validan las representaciones culturales para recibir el certificado de actualidad? Y, aunque sean no actuales, ¿qué les convierte en anticuadas? ¿Incluirán la misma advertencia en El Quijote o en Romeo y Julieta? Parece ser que lo moderno es lo que dicta el revisionismo cultural, esa nueva dictadura que se ha coronado a sí misma como juez y señor de las expresiones artísticas, las opiniones ajenas y hasta los cuentos infantiles.

Quizá sea el revisionismo actual el que se apoya en estereotipos erróneos (lo anterior es malo y lo nuevo es bueno) y la censura que pretende aplicar brote de una representación cultural anticuada, la de las dictaduras que asolaron Europa en el siglo pasado.

Quién nos iba a decir que ver Los Aristogatos se iba a convertir en una actividad subversiva: ¡Vivan Los Aristogatos!

 

 

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