Tribunas

Lo que escribía Hans Küng

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

 

 

Cuando escribo estas líneas acaba de publicarse la noticia del fallecimiento del teólogo Hans Küng. Descanse en paz.

Al margen de que en una época de mis estudios de teología, si no leías a Küng no estabas a la altura de tu tiempo, y los profesores y compañeros te tomaban por un espécimen de la arcadia, lo que no se puede negar es que los escritos autobiográficos, las memorias, nos dice mucho de las personas. Como consecuencia de esa época, creo que leí bastante a Küng. De sus escritos mayores y, sin duda, luego sus memorias. Una docena, seguro.

Me imagino –bueno, ya percibo en los digitales- una loa continuada a este destacado profesor alemán. La fascinación de los medios por Hans Küng tiene sus razones y sus causas que está relacionada, como base, con su amplia bibliografía. Quizá más de la primera época. También con la imagen que se creó de su papel en el Concilio. No voy a entrar en la calidad de sus propuestas, ni en la originalidad, ni en su amplia cultura, ni en su capacidad divulgativa, que la tenía, y mucha.

 Ahora estamos en el último movimiento. El caso Küng fue el caso paradigmático en el pontificado de san Juan Pablo II. Y lo siguió siendo en el de Benedicto. ¿Paradigmático de qué? Veamos.

La última vez que me encontré citado a Küng en un texto ha sido en la biografía de Benedicto XVI de Peter Seewald en la que aparece como un argumento recurrente la obsesión por Ratzinger. Por cierto que el volumen segundo de H. Küng, titulado “Verdad comprometida. Memorias”, se abre con una cita de Joseph Ratzinger, de su autobiografía “Mi vida”: “Ambos considerábamos esto como legítima diferencia de posiciones teológicas, necesarias para un fecundo avance del pensamiento, y no sentíamos que estas diferentas de posiciones teológicas afectaran a nuestra simpatía personal y a nuestra capacidad de colaborar”.

Volvamos a Seewald. Lo que creo que nadie puede negar es que Hans Küng, después de su caso, se convirtió en el teólogo de referencia de la gran prensa internacional. El exponente del disenso teológico, la víctima de la inquisición romana, del apartamiento de la enseñanza, del “hereje adoptado” por la disidencia, y por algunos contrarios a la Iglesia, como argumento principal de un silogismo explícito.

Sus artículos eran distribuidos por los “pool” de las cabeceras más importantes del mundo. Lo que decía Küng era una especie de palabra magisterial universal en paralelo. De hecho, como se puede comprobar en la citada biografía de Ratzinger, en gran media la imagen negativa de los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI se debe a los escritos del profesor Küng. Pueden corroborarlo en varias de las páginas del citado texto.

¿Cuestión de Libertad? ¿Cuestión de verdad? Como dice el propio Küng en su “Verdad comprometida”, citando al papa Gregorio Magno (p. 597): “Pero si la verdad ha de ocasionar escándalo, es mejor permitir el escándalo antes que renunciar a la verdad”,

He aprovechado también para desempolvar los dos volúmenes autobiográficos de este autor que tengo en mi biblioteca. Subrayados y bien subrayados. Más el segundo, que el dedicado a “La libertad conquistada. Memorias”.

Por ejemplo, recordaba entre otras cosas, y ahora lo compruebo, lo que escribe de la relación entre Karl Rahner y la escritora Luise Rinser como respuesta al distanciamiento entre Rahner y Küng.

Pero las páginas que tengo más machacadas son las 552 y siguientes en las que Hans Küng habla sobre la relación entre Juan Pablo II y el Opus Dei. Es tal el cúmulo de borrones y tachones, en lápiz, que hice en su momento que no merece la pena seguir por aquí.

Descanse en paz.

 

José Francisco Serrano Oceja