El blog de Josep Miró

 

La vida como problema político de la sociedad desvinculada: la necesaria mirada desde Europa central y oriental

 

 

26 abril, 2021 | por Josep Miró i Ardèvol


 

 

 

 

 

 

Nuestro mundo intelectual se mueve excesivamente por tópicos, sobre todo generados por la corriente principal, la de la alianza, el liberalismo no perfeccionista cosmopolita y  el progresismo de género, que hoy por hoy es la expresión de lo que antaño se llamó izquierda.

Pero no en todos los lugares la mirada es tan pobre, y el ejemplo de muchos intelectuales franceses habla de ello a las claras. Claro que disponen de un poderoso medio de comunicación que acoge sus opiniones, el diario Le Figaro. En España no hay nada parecido, porque no se trata de recogerse bajo etiquetas de una simplicidad que todo lo achata, “derechas”, “ liberal conservadores”,  sino de la altura e independencia cultural de quienes escriben.

En España la derecha crítica para el gobierno, pero con argumentos muchas veces que tienen más de manual de publicidad que de reflexión política, para “ equilibrar” su crítica, no tienen problema alguno, por ejemplo en arremeter contra  los países centro europeos,  a remolque del estándar liberal progresista de género.

Por eso  vale la pena difundir otras perspectivas, como el de este reciente articulo en el Le Figaro (15/04/2021) de la gran intelectual francesa Chantal Delsol, filósofa, historiadora de las ideas políticas y novelista francesa. Fundó el Instituto Hannah Arendt en 1993 y se convirtió en miembro de la Academia de Ciencias Morales y Política en el 2007.

En él expone “la condescendencia” que Europa Occidental muestra con demasía hacia la “otra” Europa.

Comienza recordando al filósofo checo Jan Sokol, que  acaba de morir. Disidente, firmó la Carta 77. Escritor y gran profesor en la tradición de Jan Patocka, de quien fue alumno y yerno. Fenomenólogo y personalista, gran europeo, fue ministro de Educación durante la transición democrática. Y se pregunta ¿Quién conoce a Jan Sokol? Europa Central comparada con Europa Occidental es como una provincia comparada con una capital: la provincia lo sabe todo de la capital y la capital no sabe nada de la provincia.

Delsol señala con acierto que “la brecha se amplía desde 1989 debido a divergencias filosóficas. Europa central y oriental no han desarrollado la misma modernidad que la nuestra”.

“Su experiencia histórica es muy diferente a la nuestra, lo que da lugar a diferentes perspectivas del mundo. No hay más que ver la vida de los intelectuales de estos países entre 1945 y finales de siglo: todo son encarcelamientos, trabajos manuales forzados y exilio”. No afectaron  a la calidad de sus obras. Pero las consecuencias son diferentes: “Nuestra ética es ligera como una mariposa, velando por la felicidad de cada persona, que imaginamos tan fácil, basta con que cada persona viva libre de todo. Su ethos, en cambio, es serio e incluso trágico, entrelazado con solidaridades y lealtades.”

“Como han demostrado muchos autores de esos países, el comunismo no es más que “el puesto más avanzado del poder deshumanizado, siendo la deshumanización el sello de la modernidad sin freno”. Así, el comunismo en Oriente y el capitalismo en Occidente comparten paradójicamente rasgos comunes: «La misma burocratización omnipresente y omnipotente. La lucha de clases reemplazada por la arrogancia institucional hacia el usuario. La degradación del saber hacer artesanal. La imbécil juvenofilia del discurso oficial. Las vacaciones organizadas en manadas. La fealdad del campo donde van desapareciendo las huellas de la mano campesina. La uniformización. Y, de estos denominadores comunes, el peor de todos: la falta de respeto hacia el individuo y su vida privada» (Kundera).

Para los intelectuales de Europa Central, por tanto, la prioridad es pensar en una modernidad razonable, consciente de sus límites.

Europa Central y Oriental no han experimentado la revolución racionalista al estilo francés y, al igual que los países alemanes, “siguen inspirándose en la tradición romántica. Se es personalista, es decir, atento a la responsabilidad del individuo hacia las comunidades a las que pertenece, Esto los orienta hacia una modernidad más circunspecta, capaz de evitar los excesos de la razón omnipotente. El conocimiento es también poético, porque no es sólo un avanzar hacia el conocimiento, sino un avanzar hacia el misterio”.

“El mundo de Europa Central no está, a diferencia del nuestro, totalmente desencantado. Un mundo en el que es difícil entender esa libertad ilimitada, que ignora cualquier idea de «condición humana» o «ley natural».”

Y añade : “es muy posible que dentro de veinte o treinta años el paisaje intelectual de Europa Central sea bastante idéntico al de Europa Occidental. La apelación a la posmodernidad occidental, que permite y legitima todo sin buscar límites y promueve la libertad sin responsabilidad, es envidiable. La soberanía del individuo genera una embriaguez que la comunidad de personas, cargada de lealtades exigentes, no provoca.”

Y señala la ofensiva política occidental, que “hace todo para que nos parezcamos a él, un poco como el drogadicto que siempre busca compañeros. Es fascinante observar los numerosos intentos de Occidente por combatir este remanente de pensamiento conservador (llamémoslo así) en Europa Central y Oriental. No hay más que ver los ataques a Orban o Kaczynski. De estos países, sólo las personalidades posmodernas” cuando y solo cuando defienden el todo el pensamiento a la moda.

Nuestra mirada debe servirse más de la experiencia intelectual de aquellas culturas en su contraste con la postmodernidad decadente y desvinculada en la que estamos instalados. De tal manera son útiles sus diagnósticos, que por ejemplo hoy posee una gran actualidad en las coordenadas española, un libro de nada menos que 1980, editado en España en 1988 por Ediciones Encuentro. Se trata de la obra de Vaclav Belohradsky, La Vida Como Problema Político, uno de esos excelentes intelectuales, tan poco divulgados entre nosotros y discípulo de Jan Patocka.   Ante el débil catolicismo social español, su falta de combatividad intelectual, su destare a izquierda (reducidos a zombis de la modernidad progresista) y a derecha, con un conservadurismo inane construido a golpe de encuesta y plastilina de márketing electoral, o el populismo de rompe y rasga, fruto solo de la reacción airada,  la mirada de la cultura centro europea y oriental solo puede que reforzarnos.