Colaboraciones

 

Educar en la Igualdad: feminismo o ideología

 

El feminismo no es un movimiento político homogéneo sino un conjunto de movimientos con elementos comunes que coexisten con elementos radicalmente contrapuestos

 

 

29 abril, 2021 | Fernando López Luengos


Imagen de Patricio Hurtado en Pixabay

 

 

 

 

 

A menudo se ha planteado el debate sobre si cualquier actividad realizada en nombre del feminismo es adecuada en un centro público de enseñanza. También es objeto de inquietud el enfoque que se pretende dar a este tema en la nueva reforma educativa que prepara el gobierno.

 

El problema se complica cuando para explicar la igualdad se recurre a un modelo concreto de feminismo.

No existiría tanta confusión si el feminismo fuera un concepto unívoco. Pero el feminismo no es un movimiento político homogéneo sino un conjunto de movimientos con elementos comunes que coexisten con elementos radicalmente contrapuestos. Y esto no se limita al fenómeno histórico de las diferentes olas, sino que, en la actualidad, la posición de los diferentes feminismos es irreconciliable. La expulsión del Partido Feminista de España de Izquierda Unida, la querella criminal contra su presidenta Lidia Falcón, el acoso, insultos y amenazas graves de algunas feministas históricas por parte de otras feministas, el manifiesto contra la ley Trans de Irene Montero hecho por feministas del mismo partido político Unidas Podemos y también del PSOE, la creación de la plataforma Contra el Borrado de las Mujeres para luchar “contra la imposición de la doctrina Queer”, no son un mero enfrentamiento suscitado por diferencias personales. Es algo más profundo: la acusación mutua de que unas u otras feministas son colaboradoras del patriarcado manifiesta la gravedad de sus diferencias.

 

Pero, entonces, ¿qué doctrina respeta la neutralidad ideológica exigida al sistema educativo?

Explicar, por ejemplo, que un alumno y una alumna deben tener la misma libertad para elegir una carrera u otra, es un criterio evidente, aunque hoy en día resulte ridículo pensar de otro modo. Enseñar que ha habido una discriminación y opresión, es un hecho histórico también, como también lo es que la imposición de un rol en función del sexo ha sido el instrumento utilizado para dicha discriminación. Explicar las agresiones que sufren muchas mujeres a manos de sus parejas es también un hecho indiscutible que merece condena, aunque no justifica la ocultación de otras formas de violencia.

Sin embargo, las doctrinas que se proponen interpretar el origen y las causas de tales hechos son un constructo filosófico que difiere según los fundamentos antropológicos y éticos en los que se apoyan los diferentes modelos feministas. Estos fundamentos ideológicos exceden los valores consagrados por la Constitución. Y es algo que un docente debe reconocer para garantizar la neutralidad ideológica del sistema educativo (Fundamento de derecho 6º, Sentencia del TS de 11 de febrero de 2009). En un ejemplo análogo: el docente está legitimado para explicar a los alumnos el valor de la distribución equitativa de la riqueza y la lucha contra la pobreza. Pero esto no le permite hacer apología ni del comunismo ni del modelo liberal pues ambas doctrinas son opciones legítimas en la pluralidad del sistema democrático, y el sistema educativo debe respetar la neutralidad ideológica. De igual modo, condenar la desigualdad entre hombres y mujeres no legitima al docente ni a las autoridades educativas a inculcar el modelo antropológico y ético de un feminismo u otro.

 

¿Y qué doctrina sobrepasa los límites de neutralidad ideológica exigida al sistema educativo?

-La confrontación dialéctica como único principio explicativo de la relación hombre mujer (Kate Millet en Política sexual, 1970 y Shulamith Firestone en La Dialéctica del Sexo, 1970). Pues la dialéctica hegeliana marxista –adaptada por el llamado Feminismo Radical de los años 70– no es el único modo de entender la complejidad de las relaciones entre hombres y mujeres. Reducirlas a un esquema ideológico distorsiona su comprensión y los cauces para superar sus deficiencias. Así, por ejemplo, el dogma de la confrontación dialéctica entre los sexos percibe toda relación entre hombre y mujer bajo sospecha continua de opresión: “Todo hombre es un violador en potencia”, “no puede existir un piropo respetuoso ni amable”; del mismo modo, se considera que la causa de la delincuencia sexual solo puede ser la educación machista y no la disfunción ética o emocional. Consecuentemente se ignora y se oculta cualquier otra motivación de la violencia diferente al género: alcoholismo, trastornos mentales, desesperación por medidas abusivas en la custodia de los hijos, etc. El error de este diagnóstico tiene graves consecuencias pues las soluciones propuestas no están logrando los resultados esperados. Cuando se aprobó la ley de violencia de género este hecho fue denunciado por un numeroso grupo de mujeres de izquierdas entre las que se encuentran Manuela Carmena, Empar Pineda, María Sanahuja, las juezas Justa Montero y Cristina Garaizabal, las feministas Paloma Uría, Reyes Montiel y Uxue Barco (“Un feminismo que también existe”, El País, 18 de marzo de 2006).

 

-La estigmatización de las diferencias entre hombres y mujeres como las causas directas de toda forma de discriminación y opresión hacia las mujeres. El Feminismo de la Igualdad o de Género considera que TODA diferencia es causa de discriminación, y por eso cualquier educación diferenciada es sexista y fomenta el machismo y la violencia. Así, por ejemplo, no se debe comprar a un niño juguetes tradicionalmente masculinos como una pelota o una muñeca a una niña y se deberían eliminar las pistas de futbol en los centros educativos pues “ocupa a veces todos los contextos de ocio y es excluyente” (CCOO: Ideas para una escuela con perspectiva de género, 2018, n. 12).

 

El Feminismo de la Igualdad o de Género considera que TODA diferencia es causa de discriminación, y por eso cualquier educación diferenciada es sexista y fomenta el machismo y la violencia

 

Sin embargo, como defiende el llamado Feminismo de la Diferencia, no toda diferencia entre hombre y mujer es perniciosa, ni ha de entenderse como origen de la discriminación. Pues lo contrario de la igualdad no es la diferencia sino la desigualdad (Victoria Sendón, otoño de 2000). La mujer tiene modos de ser que no tienen origen social y son diferentes a los modos de ser masculinos. El objetivo del feminismo, piensa Sendón, no puede consistir en hacer que las mujeres imiten a los hombres en sus cualidades más egoístas (poder, rivalidad, competitividad), sino que las mujeres enriquezcan la sociedad con sus cualidades más personales. Sin embargo, el Feminismo de Género desprecia la totalidad de las cualidades masculinas y femeninas tachándolas indiscriminadamente de sexistas. Para Roxana Kreimer, en cambio, la psicología y la biología definen un dimorfismo sexual y psicológico que actúa como origen de nuestra identidad. La igualdad es un fin deseable, pero partimos de modos de ser diversos que no podemos ignorar ni censurar del mismo modo que tampoco se pueden “imponer” desde un determinismo biológico.

 

Sin embargo, el Feminismo de Género desprecia la totalidad de las cualidades masculinas y femeninas tachándolas indiscriminadamente de sexistas

 

 

-Radicalización del concepto de género hasta hacer inexistente la categoría mujer. El Feminismo Queer (Judith Butler en El género en disputa, 1990) y el feminismo Trans reduce nuestra condición humana como hombre y mujer a meros conceptos arbitrarios y subjetivos. El feminismo Queer de la cuarta Ola “niega la existencia de hombres y mujeres, y afirma que solamente existen sujetos que pueden cambiar de una conducta y una apariencia masculina a otras femeninas, indistintamente” (Comunicado del Partido Feminista de España, 4 de diciembre de 2019). En algunos centros de enseñanza y en algunas programaciones de coeducación como el programa Skolae de Navarra, proponen a los niños, desde muy temprana edad, plantearse diferentes identidades de género.

 

En algunos centros de enseñanza y en algunas programaciones de coeducación como el programa Skolae de Navarra, proponen a los niños, desde muy temprana edad, plantearse diferentes identidades de género

 

Pero el constructivismo de Butler –que entiende la identidad de género como una construcción exclusivamente cultural– es una doctrina contraria a la ciencia (APA: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales –DSM-5 R– 5a Ed. Arlington, VA, 2014, p. 451). Y somete a los menores –desde edad muy temprana– a una confusión perniciosa para su maduración psicoafectiva.

El concepto “género” fue una herramienta utilizada por el Feminismo Radical para lograr introducir la agenda feminista en las universidades y en los organismos internacionales (Alicia Miyares, conferencia del 15 de junio de 2019), pero esa herramienta ideológica se ha vuelto contra el mismo feminismo “desplazando al sexo que se convierte en una entelequia performativa” (Lidia Falcón, op. cit.). Con esta misma doctrina se han manifestado también Amelia Valcárcel, Celia Amorós, Paula Fraga, Montserrat Boix, etc.

La gran mayoría de los docentes en el sistema educativo son respetuosos con la neutralidad ideológica. Sin embargo, la elaboración de materiales –por parte de las autoridades– en los que se mezclan valores constitucionales con principios ideológicos pone en serio peligro la libertad de conciencia en nuestro sistema democrático. No todo vale para “educar en igualdad”.