Fiestas religiosas

 

De Pascua a Pentecostés

 

Marie-Noëlle Thabut, biblista, comenta los textos de los domingos del tiempo de Pascua, unos textos que anuncian la alegría del cumplimiento del tiempo. Los cincuenta días entre Pascua y Pentecostés nos preparan para recibir el Espíritu prometido por Cristo.

 

 

10 mayo 2021, 05:25 | La Croix


 

 

 

 

 

El tiempo de Pascua comienza con la Pascua y termina en Pentecostés. Consta de 50 días. Es un momento de alegría y gozo. En Pentecostés celebramos la llegada del Espíritu Santo prometido por Jesús y derramado sobre los apóstoles. Para los cristianos, se trata del increíble descubrimiento de una nueva fuerza, la del Espíritu de Dios dado de forma sobreabundante mediante el bautismo. El Espíritu fortalece, conforta, inspira, vigoriza. Nos fortalece en una fe viva y alegre. El color litúrgico de Pentecostés es el rojo.

 

¿Hay una tonalidad particular para cada domingo?

El tiempo de Pascua abarca ocho domingos, incluido el de Pentecostés. Hay en los textos de estos domingos un particular tono de gozo y alegría. Los textos se centran en dos temas principales: "Todo se ha cumplido" (la frase de Jesús en la Cruz que se confirma), y el perdón de los pecados.

En estos domingos, la primera lectura se toma de los Hechos de los Apóstoles en los años A y B, y del Apocalipsis en el año C. Los Hechos nos muestran que todo se ha cumplido, y en particular, desde la Resurrección, el plan de Dios, un plan de amor, de vida fraterna y de armonía. En los Hechos de los Apóstoles, Lucas nos muestra la primera comunidad cristiana, una comunidad que vive en fraternidad, comunión, amor mutuo, en un compartir, en oración, en la escucha de las enseñanzas de los apóstoles y la lectura de las Escrituras, es decir, del Antiguo Testamento. El plan de Dios de reunir a la humanidad en torno a Jesucristo se ha cumplido.

Las segundas lecturas son extractos de varias epístolas. Todas tienen un tono alegre. La Resurrección tiene un efecto visible en los cristianos. Hemos resucitado, vivimos la nueva vida, a pesar de las pruebas que se nos puedan presentar.

En cuanto a los Evangelios, muchos de ellos son extractos de la última conversación de Jesús con sus discípulos en el Evangelio según Juan. Es una conversación bañada por el amor del Padre por el Hijo y del Hijo por el Padre, y en el amor de la Trinidad por el mundo. También leemos el episodio de los discípulos de Emaús relatado en Lucas 24. El pasaje más difícil de este texto es quizá este: "Era necesario que Cristo sufriera esto para entrar en su gloria". Este "era necesario" siempre nos hace dudar. Me parece que puede tener dos significados: una exigencia de Dios, o una necesidad. Si lo leemos como una exigencia de Dios, resulta terrible. ¿Por qué iba a hacer Dios tal exigencia? Sobre todo, es una idea totalmente contraria al Antiguo Testamento y al descubrimiento de que Dios es solo amor, perdón y misericordia y que nunca exige nada. Ese perdón se concede incluso antes de que se pida (basta por ejemplo con leer de nuevo la historia de David y Betsabé). Dios nos ama incondicionalmente. Por tanto, yo leería este "era necesario" como una necesidad, para que por fin comprendamos y veamos a Dios tal y como es, y no como nos lo imaginamos: "era necesario" que fuera hasta el final del amor, para "ser glorificado", es decir, para mostrarse tal y como es. Para que veamos en la Cruz hasta dónde llega el amor de este Dios que perdona, para que nuestros corazones de piedra se conviertan finalmente en corazones de carne.

 

¿Qué debemos retener de los textos de Pentecostés?

Gracias a Pentecostés damos un salto de fe porque recibimos al Espíritu Santo. Los apóstoles viven un momento inesperado, a pesar de que Jesús ya se lo había anunciado. Quisiera comenzar abogando por la vigilia de Pentecostés, que no se celebra demasiado a menudo. Sin embargo, ofrece textos extraordinarios, muy importantes para comprender la fiesta de Pentecostés y a partir de los cuales Lucas escribe el texto que relata el acontecimiento (Hechos 2,1-11). Era la fiesta judía de la entrega de la Ley en Jerusalén, en la que se congregaba mucha gente venida de lejos para esperar el cumplimiento de la promesa de Dios. Los textos de la vigilia son una brillante explicación que nos ayuda a iluminar el texto de Pentecostés: son las historias de la Torre de Babel (Génesis 11), de la entrega de la Ley en el Sinaí (Éxodo 19) y del valle de los huesos secos de Ezequiel 37.

 

¿Qué sucedió en Babel?

Los hombres eran muy similares entre sí, hablaban la misma lengua, tenían los mismos intereses y un único proyecto: construir una enorme torre que llegara al cielo. "Nos haremos un nombre", dijeron, algo que en la Biblia es siempre negativo. Hacerse un nombre es tomarse por algo que no se es. Dios interviene, confunde las lenguas y dispersa a los hombres. Podemos dar a esta historia una interpretación claramente sesgada: Dios intervino para molestar a los hombres, cuando todo les iba tan bien. O la interpretación del creyente: si Dios intervino, "descendió" como dice el texto, es para comprobar que el hombre no se equivoca. El "descenso" de Dios es siempre positivo en la Biblia. Y la Torre de Babel no es más que un indicio que nos induce a error en la interpretación, porque por este episodio Dios nos hizo a todos diferentes y nos invitó a poblar toda la tierra. El plan de Dios es una humanidad diversa y fructífera repartida por toda la tierra, no un solo plan y una única palabra. Ahora, en Pentecostés, Lucas nos cuenta que en Jerusalén se reúne mucha gente de lejos para cantar un mismo cántico en diferentes idiomas.

La fiesta judía de Pentecostés era la fiesta de la entrega de la Ley, pero se sabía que un día Dios pondría la Ley en nuestros corazones y nos daría el Espíritu para iluminarnos y facilitarnos las cosas, para que viviéramos por amor y no guardando mandamientos.

Por último, la historia de los huesos secos no anuncia la Resurrección, que aún no estaba en mente cuando se escribió el texto, sino la reconstitución de un pueblo único y victorioso.

Y así, cuando leemos el relato de los Hechos el día de Pentecostés, se vuelve luminoso: todo se ha cumplido, el pueblo disperso se ha reunido, el Espíritu se ha derramado sobre toda la carne y se anuncia el perdón a todas las naciones.