Biblia

 

Pedro, el eterno converso

 

Si hay un personaje que se convierte en el Nuevo Testamento, es Pedro. Presentado como una persona impulsiva con un gran corazón, a veces imprudente pero nunca realmente valiente, Pedro es el típico ejemplo del discípulo que quiere hacerlo bien, no lo consigue realmente pero siempre vuelve.

 

 

19 jun 2021, 13:53 | La Croix


San Pedro, icono encáustico del siglo VI, Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí.

 

 

 

 

 

 

Pedro sigue a Jesús y, vacilante, camina sobre las aguas. A la primera dificultad, se hunde. Afortunadamente, pide ayuda. Pero aquí está el primer anuncio de la Pasión. ¿Qué es este extraño asunto del sufrimiento infligido al Mesías, el Rey esperado, el liberador? La reacción de Pedro es tanto más justificada cuanto que acaba de reconocer en Jesús "al Cristo, al Hijo de Dios vivo". Sin embargo, aquí es objeto de una reprimenda muy violenta por parte del Maestro: "Aléjate de mí, Satanás". Lo que piensa de esto, nadie lo sabe, pero lo que es seguro es que sigue allí, fiel, guiando a los discípulos. Además, declara que nunca abandonará a Jesús durante su Pasión. Y esta es la conocida historia de la predicción de las tres negaciones de Pedro y su cumplimiento antes de que cante el gallo. Pedro llora, pero es uno de los primeros en ir al sepulcro. En el Evangelio de Juan, después de la resurrección, Jesús le interpela tres veces (¡este número lo tiene pegado a la piel!): "¿Me amas?". Y Pedro, entristecido, responde por tercera vez: "Tú lo sabes todo, sabes que te quiero". Transparencia absoluta de la fidelidad.

Y luego está Pentecostés. Pedro es el primero en testificar, pero necesita argumentos de peso para que acepte bautizar a Cornelio. Y aun así, no parece ser suficiente. Poco después de la primera asamblea en Jerusalén en la que aprueba la apertura a los gentiles, Pedro es reprendido por Pablo. También aquí nadie dice lo que piensa al respecto. Pero lo que es seguro es que siempre vuelve, fielmente. Se convierte, incansablemente. Este es quizás el signo distintivo del discípulo: saber volver sin cesar, cambiar, convertirse.

 

 

J.-P. Rosa