Opinión

16/09/2021

 

Con mascarilla pero juntos

 

 

María Solano Altaba


 

 

 

 

 

Si algo hemos aprendido en estos ya casi dos largos años de pandemia es que no somos capaces de valorar lo que tenemos hasta que lo perdemos. Un día de marzo de 2020, nos dimos cuenta del inmenso valor de nuestra vida cotidiana: libertad para entrar y salir, colegio, trabajo, cenas con amigos, comidas en familia, misa los domingos, tartas de cumpleaños, una boda, las fiestas de la patrona del pueblo con su procesión, hacer la compra. Todo se esfumó de un plumazo en la vorágine de medidas que se tomaron cuando se sabía aún menos que hoy del coronavirus.

Ahora, lentamente, con un volumen de población vacunado que demuestra que aquí somos menos dados a las teorías baratas de la conspiración que arrasan en Estados Unidos, empezamos a ver por primera vez la luz al final del túnel. Las clases han empezado con cierta normalidad en colegios y universidades, el balón ha vuelto al patio del recreo como firme símbolo de que todo va bien, cines y teatros reabren a pleno rendimiento en muchas regiones, los bancos de las iglesias se aligeran de pegatinas de “prohibido sentarse” y Andalucía ha sido la primera en anunciar que vuelven las ansiadas procesiones a una tierra en la que la religiosidad popular es tan importante como el comer.

Si se fijan, el factor común de todo lo que hemos perdido es el prójimo. Lo que de verdad hemos echado de menos en estos dos años es compartir. La persona no está hecha para aislarse sino para vivir en comunidad. Y lo que más ansía es participar con quienes tiene cerca en aquello que le toca el corazón. Por eso, el gesto puntual de recuperar las procesiones o de suavizar los aforos en las Iglesias o de permitir las bodas o de poder acompañar en los funerales, nos devuelve a una vivencia fundamental de la fe: la fe compartida.

Seguiremos llevando mascarilla durante mucho tiempo. Quizá se marche la pandemia, tal vez no del todo, pero el miedo es más resistente que el virus. Tardará mucho en volver el apretón de manos en el momento de la paz y nos seguiremos conformando con ese gesto de inclinación de cabeza que nos ha tocado aprender. Pero hemos recuperado de nuevo el estar juntos, con mascarilla pero juntos, porque juntos también la fe se vive mejor. Ya estarán las cofradías y hermandades andaluzas preparándolo todo para que la fe vivida y compartida vuelva también a las calles.

 

 

María Solano Altaba
Decana de la Facultad de Humanidades y CC. de la Comunicación. Universidad CEU San Pablo