Tribunas

Anhelando a Cristo en Dinamarca

 

 

Ernesto Juliá


 

 

 

 

 

Las buenas noticias vienen a ser luces que nos animan y nos dan fuerzas en nuestro caminar de cada día. Y si esas buenas noticias llegan de lugares y de personas muy alejadas de Dios que anhelan acercarse a Él, nos llenan además de esperanza.

Esta vez, la noticia nos viene de los países del norte de Europa. Los católicos están creciendo, y no sólo debido a inmigrantes de Europa, África o Asia, sino también por la conversión de nativos que se declaraban ateos o protestantes. Esta nueva evangelización, que lógicamente, como lo han sido todas las anteriores desde los primeros cristianos, es santamente proselitista; está teniendo lugar en los cinco países: Finlandia, Suecia, Noruega, Islandia y Dinamarca.

Hoy la buena noticia nos llega, en concreto, de Dinamarca, un país en el que la mayoría de sus habitantes después de seguir a Lutero, Calvino, etc., perdieron la fe y se convirtió en una de las naciones más ateas del mundo.

En estos años el resurgir de la Iglesia Católica en Dinamarca va tomando cuerpo, paso a paso, lentamente, dando ya los primeros frutos. 3.000 conversiones el último año, y la Gracia de Dios sigue removiendo la mente y el corazón.

Un historiador americano, Charles A. Coulombe, nos informa de un retiro en Dinamarca al que fue invitado por un grupo de jóvenes “entusiastas de la Misa en latín”. De los asistentes solo “un par de ellos eran católicos de cuna: los demás llevaban menos de diez años siendo católicos y varios aún no habían entrado en la Iglesia Católica. Venían de toda Dinamarca”.

A Coulombe le impresionó, con razón, ver que entre los asistentes, “el amor honesto y franco por la Fe era palpable, y para un viejo veterano de varias luchas intracatólicas, como yo –confiesa-, era algo refrescante. Era un amor por la tradición católica, completo y auténtico”.

Entre los actos del retiro, de apenas un fin de semana, estaba una peregrinación a una iglesia protestante, y cuenta así su impresión: “Construida hacia el año 1200. Fue, por supuesto, una iglesia católica en su origen: todos tuvimos la extraña sensación de devolverla a su lugar natural. Las puertas, por desgracia, estaban cerradas, pero cantamos la Salve Regina en el pequeño patio de la iglesia, quizá la primera vez que se hacía desde el siglo XVI”.

Y al final de sus impresiones comenta: “Conocí las historias de conversión de algunos de mis compañeros de retiro y me impresionaron mucho. Algunos venían de un entorno luterano o de otro tipo de cristianismo, pero la mayoría venía de la nada; el tipo de nada particularmente postprotestante que surgió en los países donde triunfó la Reforma. Habían buscado la verdad en lo que podría parecer el terreno más improbable y la habían encontrado”.

Una auténtica nueva evangelización la que están realizando estos grupos de gente joven y mayores, hombres y mujeres, familias, que tanto se parece a la evangelización de los primeros cristianos. Ellos sembraron en tierras paganas, sedientas de un “dios desconocido”, sedientas de la verdadera religión, sedientas de Cristo, “Camino, Verdad y Vida”. Así está hoy más de media España, más de media Europa, medio mundo Occidental, sediento de vivir la siempre y eterna buena noticia de la Encarnación de Dios, de una Liturgia que transmita la presencia real y viva de Cristo en la Misa y en la celebración de los Sacramentos.

Unos cuantos participantes en el retiro fueron a la catedral de Odense, antes católica y hoy luterana, para venerar las reliquias de san Canuto IV (1040-1086), y pedirle al santo rey danés que interceda en el Cielo “por el retorno de su país y de su pueblo a la Iglesia Católica”.

“Algo huele a Fe, Esperanza y Caridad, en Dinamarca”.

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com