Tribunas

 

Matrimonio y desamor

 

 

Ángel Cabrero

 

 

 

 

 

Se ha publicado este año una nueva novela de Maugham, “Una villa en Florencia”, donde vuelve sobre una temática recurrente en sus escritos: los matrimonios mal planteados. Es el tema principal en una de sus más célebres obras: “El velo pintado”. En la que se publica ahora trata de una joven viuda, pretendida por un importante personaje de la política británica, veinte años mayor que ella. Cuando está cerca el día en que ella tiene que consentir a la propuesta, tiene un desliz con otro hombre que, podemos decir, “pasaba por allí”. Por lástima del emigrante que no tiene nada, facilita el pasar una noche en su casa. Esto es el comienzo de la historia. No contaré más, para dejar al lector descubrir lo que ocurre después.

Pero sí un detalle. Después de esa noche maravillosa para aquel hombre joven un poco perdido en Italia, al decirle a la dueña de la casa que la quiere, la mujer le dice que ella no le quiere. Ha permitido todo lo ocurrido por lástima. Lo que ocurre después es de gran interés y lo dejamos para el supuesto lector. Pero aquel hombre queda perplejo. Lo que indudablemente supone un tanto de ingenuidad, ya que no es fácil que pueda surgir un amor verdadero por una noche de placer.

Es indudable que al autor le preocupan estas situaciones. Desde las primeras páginas del libro queda de manifiesto -aunque siempre queda una duda- que esa joven viuda podría decir que sí al mandatario inglés porque supone seguridad para su vida. Ella está convencida de que aquel personaje la ama, y eso le parece suficiente. Pero ella no tiene los mismos sentimientos.

¿Hasta qué punto Maugham ve venir ese desorden en el que ahora estamos inmersos? Él muere en 1965, pero lógicamente estas novelas las escribe antes. ¿Es una visión profética? ¿Estaba ya en el ambiente? Seguramente podemos decir que era mucho más frecuente en ambientes protestantes o, no digamos ya, en ambientes irreligiosos. En todo caso lo que resulta difícil es determinar hasta qué punto ya en la mitad del siglo pasado había un desconocimiento tan notable de lo que es el matrimonio como vemos ahora.

Hoy la mayoría conviven y, cuando consideran que tendrían que poner un poco de orden en sus vidas, deciden casarse. ¿El hecho de que haya esa convivencia durante años quiere decir que se quieren de verdad? Lo que se ve con frecuencia es otra cosa. Hay muchas más rupturas que antes. El noviazgo auténtico, con todas sus consecuencias, es una prueba del amor, sobre todo si son capaces los novios de irse conociendo sin relación sexual. Eso lleva a un matrimonio de verdad. Cualquier otra cosa no supone ninguna seguridad.

Me sorprende y me apena la aparición en mi cuenta de vez en cuando de un correo enviado por un sacerdote mayor que pide oraciones por las 56 parejas que va a preparar para el matrimonio en ¡ese fin de semana! En dos días va a dar el visto bueno a un montón de parejas de novios a quienes no conoce, que se quieren casar y que, seguramente, no han tenido valor u ocasión para hablar personalmente con un sacerdote conocido.

Consecuencia, son muchos los matrimonios nulos. Ni pretenden que sea para siempre -habrá que ver cómo van las cosas…-, ni piensan en tener hijos, ni se han parado a calibrar lo que supone un plan para toda su vida de casados. Podríamos decir que estas cosas han ocurrido siempre. Quizá es que ahora es más evidente. Pero el hecho es que tenemos una sociedad cancerosa, porque la célula de esa sociedad debería ser la familia, y está podrida.

 

 

Ángel Cabrero Ugarte

 

 

 

 

 

 

 

 

 

William Somerset Maugham,
Una villa en Florencia,
Ediciones invisibles, 2021.