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«Aprendamos a creer en esta presencia en la noche»

 

Antiguo comando de marina, el hermano Godefroy Raguenet de Saint Albin ha descubierto su vocación monástica gracias al mensaje de Tibhirine. Hoy es superior de la abadía de Acey, en Vitreux (Jura).

 

 

 

06 dic 2021, 17:00 | Christophe Henning, La Croix


 

 

 

 

 

Usted ha sido nombrado superior de Acey en enero de 2020 y los hermanos le han elegido abad el 25 de marzo. Una comunidad que usted ha descubierto.

¡Y continúo descubriéndola! Es una hermosa comunidad, que tiene raíces territoriales sólidas, con esta fuerte identidad del Franco Condado. Modesta, a la vez sólida y frágil, nunca ha sido muy numerosa ni muy brillante. No se fabrica ni el queso ni la cerveza trapista: la abadía ha desarrollado desde los años 1950 una actividad industrial de electrolisis. Es una aventura humana bonita, un instrumento eficaz que asegura nuestra subsistencia.

 

Una técnica puntera en una abadía multisecular?

La vida monástica implica un retiro del mundo, pero se inscribe en una época. En Acey, el cambio posconciliar ha desbaratado muchas costumbres «trapistas» para dejar espacio a algo más auténtico, un poco áspero. La sencillez es el matiz fundamental de nuestra vida. Sin olvidar la dimensión fraterna, que estamos redescubriendo.

 

¿Nunca se termina de ser hermano?

Es el trabajo cotidiano: trabajar esta masa humana, aceptar que el encuentro con el otro es el lugar de nuestra conversión, porque no existe más que el otro. ¿Cómo decir «yo amo a Dios» si no se empieza amando al hermano que está al lado? No somos hermanos yuxtapuestos, con suficiente grasa en los engranajes para que no chirríen demasiado. Nos reunimos para vivir una cita con la gracia, que afina, ajusta, fecunda día a día nuestra humanidad.

 

La vida monástica le ha atraído desde la adolescencia?

Con 15 años estaba en Lérins, una abadía magnífica en la isla de Saint-Honorat e importante lugar turístico: durante el verano se emplea a jóvenes para servir de tapón entre la paz monástica y el ruido de los turistas y visitantes. Fue mi primer contacto con la vida contemplativa: descubrí los salmos y, sobre todo, hombres visiblemente alegres. La experiencia ha necesitado tiempo para que se manifestara como una propuesta de vida: breves periodos en una abadía cisterciense han permitido la paciente incubación de este virus.

 

¿Por eso usted optó primero por el ejército?

Fui a la Escuela naval y elegí la especialidad de los comandos de marina, donde se juntan una sed de aventura y un ideal, al servicio de mi país, de la paz. La experiencia humana era muy rica. Sin embargo, era una sed que crecía: ¡los hombres rana no son exactamente ranas de pila de agua bendita! También he experimentado las ambigüedades de un servicio de paz con las armas, que a veces es causa de futuros conflictos por una comunicación maniquea, cínica, en lo que se refiere a las "víctimas colaterales".

 

¿Cómo ha vuelto el proyecto monástico?

El testimonio de Tibhirine ha hecho que mi búsqueda percibiera otra respuesta. Nombrado agregado militar en Estados Unidos, partí hacía la trapa de Spencer, en Massachusetts, donde el Señor me esperaba. Un monje puso en mis manos el libro del abad general Dom Bernardo Jusqu?où suivre?, que presentaba a los hermanos mártires de Tibhirine. Me hizo descubrir la fecundidad paradójica de esta vida comunitaria, enterrada, que me atraía cuando la frecuentaba durante 24 ó 48 horas en una abadía.

 

¿Cómo entra en la vida monástica?

En Estados Unidos me entero de que hay un intento para volver a Tibhirine: cinco hermanos viven en Argel con esta esperanza. Y yo quiero estar. La primera etapa era el noviciado en la abadía de Aiguebelle (Drôme): me dominaba un sentimiento de urgencia, pero que vale para muchas vocaciones que nos arrancan de nuestra manera de vivir. La continuación del proceso ha sido menos simple: seis meses después de mi regreso con la idea de partir a Tibhirine, ese proyecto de refundación se detuvo de improviso. Y nunca he puesto los pies en Argelia?

 

¿Cómo ha vivido este cambio de ruta?

El fracaso atropella, confunde, escava la verdad del deseo. Es un tiempo doloroso en el que la gracia siempre está presente? a través del rostro de mi maestro, Dom Jean de la Croix, que había sido prior en Tibhirine: yo era el hijo de su vejez. He estado varias veces en Midelt, en Marruecos, que prolonga la comunidad de Tibhirine, y he podido vivir con los dos supervivientes: el hermano Amédée, fallecido después, era un hombre pascual, que ya vivía de la otra parte, y el hermano Jean-Pierre, al que la película De Dioses y Hombres le ha revelado su vocación final de último testigo, que encarna todavía hoy.

 

A falta de Argelia, va a Siria?

En 2014 me encontré con un antiguo novicio del monasterio de Mar Moussa, al norte de Damasco, refundado por Paolo Dall?Oglio, jesuita desaparecido desde 2013. Dos veces he pedido unirme a esta comunidad ecuménica en diálogo con el islam. Dos veces mi comunidad lo ha rechazado. Pero a finales de 2014 me pidieron ser capellán de las trapistas en Azeir, en la frontera con el Líbano. Acepté.

 

¿Cómo vive un monje en un país en guerra?

Este país, en el que la convivencia entre las religiones era extraordinaria, está en ruinas a causa de una guerra importada. Las hermanas llegaron a Alepo en 2005 y se instalaron en una zona alauita, en una colina, teniendo a un lado una aldea maronita y al otro, una sunnita. Un año más tarde se encuentran en la línea del frente, y han pasado horas, por la noche, con el rosario en la mano. Yo llegué después de la batalla, aunque la guerra aún era reciente y la inseguridad palpable. La situación de un capellán es estar al servicio de una comunidad sin ser parte de ella. A pesar del estado de guerra, el aislamiento cultural y lingüístico, tuve la alegría de vivir durante tres años y medio lo que había deseado: ser un pequeño grano de oración en ese mar de sufrimiento. A mi regreso, después de varios meses en la abadía de Hauterive (Suiza), me pidieron ser superior en Acey.

 

Esto le aleja del diálogo con el islam: ¿es eso la obediencia? ¿Dejarse conducir donde lleva el viento?

¡El viento es alguien! Vivir a la escucha del islam viene del Señor; y esta llamada tan concreta como inesperada en tierras del Jura viene también del Señor. Si esto viene de Él, Él sabrá cómo se articularán las dos cosas. El tiempo le pertenece.

 

¿Cuál es el sentido de la vida monástica en el mundo de hoy?

La fecundidad de la vida monástica, nuestros siete hermanos de Tibhirine son un claro ejemplo de ello, corresponde menos al hacer que al ser. Cuando se está enfermo en un barco, se está como en la bodega, y no hay un horizonte. Con los vaivenes de la crisis mundial sanitaria, ecológica, económica, política, nuestra sociedad tiene la enfermedad de no tener un horizonte. La vida monástica, por su simple presencia, abre una brecha: hay algo que es posible. Quien viene a una comunidad experimenta la grieta que nuestra cultura de consumo impide percibir como deseo, vocación, dirección.

 

¿Cómo mantenerse en la oración?

La oración? No me gusta hacer de ella la razón de ser, lisonjera, de una comunidad monástica, considerarnos "corazón" o "pulmón" de la Iglesia? El monje no es un héroe, sino un pobre al que un amor reconcilia paso a paso con su pobreza, y por eso con sus hermanos. Poco a poco, se realiza un cambio: uno se deja orar, se es orado. La gracia nos tiene de su mano, tangible por las manos de los hermanos. Me llevan cuando me encuentro por tierra, incapaz de orar, reducido a este pobre cuerpo y a este espíritu desorientado. Como buzos de combate, nuestras intervenciones a menudo de noche, y siempre en pareja -nunca se sumerge uno solo- atados por una línea de seguridad. No lo ves, pero sabes que el otro está ahí, presente en la oscuridad. Hay que aprender a creer en esta presencia en la noche.

 

¿Cuál es el pasaje de la Biblia que más le interpela?

Una frase de José, en el Génesis, cuando su padre Jacob le envía a buscar a sus hermanos. Caminando, se dice «yo busco a mis hermanos». Hoy, estas palabras son la brújula de mi servicio de pastor.

 

 

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Semblanza del Hermano Godefroy

Hace ya algunos años, el hermano Godefroy, pasando no lejos de la abadía de Acey, se había jurado no vivir nunca en ella. La elegante fachada del siglo XVII era a sus ojos demasiado rica para una vocación cisterciense. Una vez franqueada la puerta, la impresión es muy diferente. Tras la apariencia, se juega el combate espiritual de una comunidad.

Hoy, la belleza sobria y tosca de la iglesia abacial, en la luz desnuda de las vidrieras contemporáneas, ha borrado el temor de aburguesamiento. Él, que no tenía otro deseo que vivir en Tibhirine, deja que Dios escriba las líneas torcidas de una vida monástica hecha de cosas inesperadas. El monje de Aiguebelle, en el Drôme, que llega a ser capellán de las trapistas en Siria, es ahora, a los 50 años, abad en el Franco Condado.

Perfil esbelto, arrastrando los pliegues del hábito en un paso decidido, el antiguo comando de marina conserva un cierto rigor en el aspecto. Venido de fuera, el hermano Godefroy Raguenet de Saint Albin se considera más un servidor que un superior. Barba corta y mirada vivaz, el 64 abad de Acey se pregunta sobre el interés de los medios de comunicación por la vida monástica. Y para él es la ocasión de insistir en la exigencia y urgencia de la vida comunitaria y fraterna. «Los hermanos se servirán mutuamente», dice la regla de san Benito. Comenzando por el abad, al servicio de sus hermanos.

 

 

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La abadía: Acey, desde el siglo XII

Edificada en 1136, la abadía Nuestra Señora de Acey se inserta en una larga historia. Expulsados por Federico Barbarroja ya en los primeros años, los monjes no cesarán de partir para volver de nuevo. En el siglo XIX, bajo la influencia de la abadía de Aiguebelle, los trapistas se asientan establemente en Acey.

A los confines del Jura y del Franco Condado, la comunidad se encuentra a orillas del Ognon, en la localidad de Vitreux. Entre Dijon, Dôle y Besançon, la abadía se encuentra en el corazón de un paisaje verde. Pequeña comunidad de dieciséis monjes, un postulante y un joven profeso, Acey recluta sobre todo en los alrededores de una región todavía muy cristiana.

Abad desde 2003, el hermano Jean-Marc presentó su dimisión a los 75 años. El hermano Godefroy fue nombrado entonces ad nutum (por un tiempo), el 24 de enero de 2020, en vistas a sucederle. Un encargo en el que sido confirmado por el voto de la comunidad el 25 de marzo de 2021.