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La fecundidad de la caridad

 

No siempre es fácil vivir como cristiano. Las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad están ahí para ayudarnos, porque son "regalos" de Dios. En una entrevista, Laurent de Cherisey, director general de la Federación Simon de Cyrène de Vanves, habla de la virtud de la caridad y de su "indicador", la alegría.

 

 

 

07 dic 2021, 14:00 | Christophe Henning, La Croix


Laurent de Cherisey

 

 

 

 

 

Usted ha fundado las casas compartidas Simon de Cyrène, donde conviven personas discapacitadas y sin discapacidad. ¿Es un laboratorio de caridad?

Yo diría que es un laboratorio de confianza. Lo que experimentamos en las casas es que la persona más frágil me interpela: "No te voy a adelantar ni a superar. Con mi frágil cuerpo, te necesito". Este es el corazón de la caridad. La persona frágil me deja entrar por la puerta estrecha de una relación de confianza bidireccional que me libera de la tiranía del rendimiento. Llegamos a ser capaces, a su vez, de decir que necesitamos al otro.

 

¿Cuál es la fuente de su compromiso?

Después de las pruebas y tribulaciones de la adolescencia, recibí una gracia particular. Un día de verano de 1988, en plena búsqueda de sentido, sentí un gran deseo de rezar. Mientras recitaba el Padre Nuestro recibí realmente una unción de amor, un sentimiento de ser profundamente amado. Pensé que era una llamada al sacerdocio. Dejé mi trabajo y me fui a una misión humanitaria durante un año. Esta experiencia volvió a poner mi corazón en su sitio: comprendí que el amor de Dios era gratuito y para todos. Empecé entonces todo un recorrido en mi compromiso con el matrimonio, con mis compromisos profesionales, etc.

 

Como familia, con sus cinco hijos, viajaron por todo el mundo: ¿qué buscaban?

Marie-Hélène y yo teníamos este proyecto de abrirnos al mundo, mirarlo y escucharlo. Las encíclicas de Juan Pablo II nos inspiraron: todo cristiano está llamado a comprometerse con la dignidad humana. Descubrimos que la caridad es universal, no pertenece a los cristianos. Conocimos y dimos a conocer a gigantes de la caridad, "transmisores de esperanza". Este mensaje universal de caridad está en consonancia con la esperanza cristiana: todo ser humano es a imagen de Dios, dispuesto y capaz de amar.

 

La caridad y la esperanza: ¡dos virtudes teologales!

La especificidad cristiana no es la caridad, sino la esperanza, esa pequeña, frágil y vacilante llama. Como cristianos, sabemos que hay una fuente de amor, libre e incondicional. Ya está ganado: ya somos amados, hemos sido salvados y perdonados. Este descubrimiento nos produce una profunda alegría y nos convierte en testigos de la esperanza. Hay grandes desafíos -y lo podemos ver hoy con la pandemia-, pero no hay ninguna fatalidad.

 

Queda la tercera virtud, la fe.

En nuestra época posmoderna, el reto es ante todo la fe en el hombre. ¿Cómo podemos creer en el Creador si no creemos en su criatura? "¿Quién es el hombre?". Pregunta que produce honda angustia? En la historia de la humanidad, siempre hemos sido miembros y actores de una comunidad a escala humana, de una tribu, de una aldea... Hoy, somos miembros de una comunidad de 7000 millones de humanos que tienen que cohabitar en nuestra frágil casa común de la que habla el papa Francisco. Podemos sentir que nuestras vidas son en vano. En respuesta, los más frágiles nos ofrecen un camino de confianza juntos.

 

En 2010, comienza la aventura de la Fundación Simon de Cyrène, con una primera casa en Vanves para acoger a personas discapacitadas.

La historia de Simon de Cyrène es radical, y en primer lugar es dolorosa para mi familia. Desde el accidente de coche de mi hermana Cécile en 1983, formamos parte de las 40 000 familias de Francia que, cada año, se enfrentan a la grave discapacidad de uno de los suyos como consecuencia de un traumatismo craneoencefálico, una apoplejía o una parálisis cerebral. Hace unas décadas, estas personas morían. Los avances de la medicina de urgencias están salvando estas vidas, que nunca volverán a ser las mismas.

 

¿Qué lugar tienen los más frágiles?

Las personas más frágiles no responden a los criterios contemporáneos de una vida de éxito: eficacia, rendimiento, conocimiento, posesión, poder, apariencia... Al hacer este colosal esfuerzo por salvar vidas, la sociedad nos está diciendo que el valor del ser humano va más allá de su rendimiento. Pero, ¿qué lugar ocupan estas personas? ¿Sabemos escucharlas? "Te necesito": la persona frágil me revela que soy capaz de atreverme a esta relación de confianza. No es una caridad fácil. Existe esta exigencia de tomarse el tiempo para entablar una relación de amistad con la persona que es diferente, ya sea un indigente, un inmigrante, un discapacitado, etc.

 

¿Entonces la caridad no es algo que se da por descontado?

El indicador de la caridad es la alegría. Y la fecundidad de la caridad es poder experimentar que me hace bien. La caridad está en consonancia con la llamada de Cristo a amar al prójimo "como a mí mismo". La reciprocidad está en el corazón de nuestros hogares. Una caridad descendente y unidireccional no es sostenible o se volvería tiránica. La revolución del Evangelio es una caridad liberadora.

 

Por supuesto, pero no nos "protege" de nada, y también debemos enfrentarnos a las pruebas de la vida...

En el corazón del misterio cristiano están los misterios dolorosos. Todo ser humano las experimenta, enfrentándose un día a la enfermedad, a nuestra finitud, a la muerte. Cristo nos lleva por el camino de la cruz, a través de las pruebas a algo más grande que la prueba, la vida eterna, la plenitud del amor. En Simon de Cyrène exploramos este tema del paso, de la Pascua.

 

¿Cómo vive usted la Semana Santa?

Tres personajes me conmueven. San Juan en el pecho de Cristo, que interiormente libera todo el espacio de sus miedos y dudas para dejarse llenar por esta superabundancia de amor. Se une a las palabras de Jesús a Catalina de Siena: "Hazte capacidad, yo me haré torrente de amor". Esto es lo que le da la fuerza para ser el único apóstol al pie de la cruz. El segundo es Pedro, el primer papa. En la noche del Jueves Santo sufrió una conversión muy dolorosa y declaró: "No conozco a este hombre". No miente, no reconoce al Jesús que soñó como caudillo. Lleva tres años en la escuela de Cristo y todavía no ha entendido nada: saca la espada. Pedro es como nosotros; a veces vivimos con la ilusión de un Dios que resuelve nuestros problemas. Descubre que el amor es un don gratuito que no puede ser tomado por la fuerza de la espada.

 

¿Y el tercer personaje?

Simón de Cirene, a quien celebramos el Viernes Santo. No me sentí muy cómodo con este nombre elegido para nuestras casas. Tuve que meditar sobre la Pasión: "vi" a este campesino que trabaja todo el día, que llega a casa cansado, sediento... Pasa por las afueras de Jerusalén, se acerca, curioso, un poco como nosotros en las autopistas cuando hay un accidente en el otro lado. Y le reclutan.

A menudo admiramos la caridad de Simón de Cirene, que ayudó a Jesús a llevar su cruz, ¡pero no tenía otra opción! Cuanto más avanza la vida, más nos arrastra por caminos que no hemos elegido. ¿Qué pasa con el amor, con la caridad, cuando no elegimos? Las personas que viven en nuestros hogares no eligieron la discapacidad. Dolorosamente, a veces, la vida nos recluta: no elegimos la cruz. Por otra parte, como Simón de Cirene, al consentir en llevar la cruz, nos encontramos con Cristo.