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¿Por qué se aparece María?

 

Cuando aparece, la Virgen se comporta como una madre: anima, corrige, exhorta, alivia. Nos conduce a su Hijo.

 

 

 

08 dic 2021, 10:00 | P. Ludovic Frère, Vicario general de Gap, rector del santuario Nuestra Señora de Laus. La Croix


 

 

 

 

 

Cuando se es sensible a las manifestaciones de la Virgen a lo largo de la historia, a menudo nos preguntamos «cómo» aparece. Pero preguntarse «por qué» puede ser más beneficioso para la vida espiritual. En Nuestra Señora de Laus, que celebra este año el jubileo de los 350 años de las primeras apariciones en el encantador santuario de los Altos Alpes, el proyecto mariano es evidente. Hay que decir que la «Bella Señora», como la llama Benita Rencurel, se le ha aparecido más de 400 veces a lo largo de 54 años (1664-1718); hay material para elaborar, a partir de esta experiencia espiritual, un verdadero perfil del mensaje mariano tal como también se manifiesta en muchos otros lugares de apariciones.

 

Ayuda a actualizar el Evangelio

En primer lugar, hay que recordar que si la Virgen María se aparece, no es para añadir algo a la Revelación. El Catecismo de la Iglesia católica enseña que las apariciones «no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de ?mejorar? o ?completar? la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia» (1). Permiten una actualización particular y encuentran su legitimidad en los frutos de conversión que pueden suscitar.

Las apariciones marianas son como testimonios de la presencia de nuestra Madre celeste a lo largo de la historia humana y en nuestras vidas. Son como una luz que nos aporta la sensibilidad femenina y materna de María, con tres grandes acentos: testimoniar su maternidad, conducir a su hijo Jesús y abrirnos más a los otros.

 

Porque es nuestra madre

La razón más importante de las apariciones de María es muy sencilla: Maria se manifiesta porque es nuestra madre. Jesús nos la ha dado en la Cruz (cf. Juan 19,25-27); no es inconcebible que recurra a todos los medios de la gracia para testimoniarnos su presencia materna, así como toda madre necesita expresar su amor a sus hijos.

Estas apariciones a la pastora de Laus, simplemente porque «están ahí», son significativas, sobre todo durante los dos primeros meses de apariciones (mayo-junio de 1664), como registran los Manuscritos de Laus: «La Santa Virgen la ve todos los días sin decirle una palabra (?). Pero la colma de sus gracias y bendiciones, y la cambia totalmente» (2). Esta presencia materna es a la vez consoladora y transformante para Benita, y hacen «nacer en su corazón tan grandes consolaciones y abrasándola de tal manera que su corazón está totalmente encendido» (3).

En la historia de Laus, la Bella Señora manifestará particularmente su maternidad siendo también maestra, guía espiritual y consejera. Un ejemplo entre otros muchos: en el uso del tiempo, la Virgen la invita a la paciencia, a vivir más intensamente el momento presente o a huir de la nostalgia del pasado. Así, «Benita ha tenido el honor de ver a la Virgen María, que le ha dicho que advierta a una persona que emplee mejor su tiempo; el día del juicio Dios le pedirá cuentas de ello» (4).

 

Para conducirnos a su hijo

Por su presencia materna, la Virgen revela su atención más importante: conducirnos a su hijo. La pastora de Laus recibe en 1695 esta sorprendente interpelación: «Benita oraba más a María que a Jesús. La Virgen María le advierte que debía recurrir más a Jesús, a su muy querido hijo, que a ella» (5). En otros lugares de apariciones, María muestra la oración como el camino privilegiado de la unión con Jesús. Una oración de adoración, pero también de intercesión: a menudo son llamadas a orar por los pecadores, por el mundo o por los sacerdotes.

Pero esta oración debe estar acompañada por un esfuerzo de verdad. En las apariciones, la Virgen María insiste frecuentemente en la exigencia de la verdad, aunque la palabra no se usa necesariamente. Si María se aparece, es para denunciar las hipocresías, las mentiras, pero también todas las actitudes que no corresponden a la voluntad de du hijo. Cuando la pastora pensaba que agradaba a Dios por sus mortificaciones excesivas, leemos en la historia de Laus: «Benita, llevando sus austeridades al exceso, la Madre de Dios a menudo le ha dicho que no lo hiciera» (6). O también: «La Virgen María dice a Benita, que perdía sus fuerzas porque no comía (?), que comiera más de lo que lo hacía, para servir bien a Dios» (7). Sencillamente, una madre.

 

Para hacernos vivir los sacramentos

Preocupada por el bien de sus hijos, María le anima o incluso les exige que participen asiduamente a los sacramentos. Ya sea para respetarles más, para que participen en ellos más a menudo o para que tomen conciencia de su importancia para la salvación eterna. La Virgen aparece a menudo para conducir a una práctica sacramental más intensa.

Pero la presencia de María por sus apariciones, no remplaza absolutamente los sacramentos. En el caso de Benita Rencurel, es evidente: nunca ha considerado las apariciones marianas como superiores a la Presencia eucarística de Cristo. Más aún, nunca ha puesto estas dos realidades en el mismo plano: los sacramentos siempre han tenido para ella un predominio considerablemente más importante. Quizás es necesario precisarlo, pues sin duda consideramos que los beneficiarios de una aparición han tenido «más suerte» de la que tenemos nosotros. Pero, de hecho, lo que ellos han recibido en las apariciones era poca cosa al lado de lo que los sacramentos nos benefician abundantemente.

 

Para llevarnos a los otros

Además, para vivirlos en profundidad y en toda su lógica, los sacramentos deben sustentar una caridad activa. A Cristo, por María, hacia los otros: es el sano movimiento espiritual al que invitan constantemente las apariciones marianas, donde quiera que se den. Nunca dejan fuera a los otros: al contrario, María llama a menudo a preocuparse por sus necesidades materiales y por su salud. Leemos en la historia de Laus, «la Madre de Dios pide a Benita (?) que se cuide más de los enfermos y los afligidos de lo que ha hecho hasta ahora» (8).

Pero esa preocupación no se refiere solo al cuerpo o a las necesidades materiales. La Virgen pide también que nos preocupemos de la salvación del otro. ¿Existe un único lugar reconocido de apariciones marianas en que la Madre de Dios no pida con insistencia orar por los pecadores?

 

Para nuestra conversión

La Virgen María testimonia que ella aparece sobre todo para animar a la conversión. Se ve en Laus que la Bella Señora «reúne a los pecadores, a los que los confesores y otros que trabajan en la salvación de las almas habían abandonado, para convertirles, para que los hombres sepan que todo se puede obtener por ella» (9); pues «Benita no ha visto a la Madre Buena sencillamente para su consolación, sino para la conversión de los pecadores» (10).

Lo que se dice aquí de la sierva de Laus se podría ver de manera parecida en todos los que han sido objeto de apariciones reconocidas: no es para su vida espiritual personal que se es objeto último de manifestaciones y de palabras marianas, es la conversión de los pecadores. Si la Virgen María tiene algo que decirnos a través de las apariciones es sencillamente: ¡vivid el Evangelio!

 

 

 

 

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Notas

1. Catecismo de la Iglesia católica, § 67.

2. Manuscrits du Laus, Copie authentique, G., p. 242 [288]. Para descubrir la riqueza de los Manuscritos de Laus: ver P. Ludovic Frère, Les Perles du Laus, Éditions du Laus, 2014. En el portal croire.com, se propone un retiro en línea en el mes de mayo, comentando cada día una cita de los Manuscritos de Laus.

3. Op. cit., G. p. 8 II [54].

4. Op. cit., G. p. 172 II [218].

5. Op. cit., G. p. 178 X [224].

6. Op. cit., G. p. 349 VIII [395].

7. Op. cit. G. p. 196 VIII [242].

8. Op. cit., G. p. 167 II [213].

9. Op. cit., P. p. 382 [428].

10. Op. cit., G. 248 [294].