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¿Cuál es el vínculo entre la muerte de Cristo y nuestros pecados?

 

"¿Era necesario que Cristo pasara por su Pasión, sufriera tanta violencia y muriera en una cruz para que nosotros nos salváramos?", se pregunta un lector de Croire. La respuesta de la redacción.

 

 

 

12 ene 2022, 14:00 | Michel Souchon sj, La Croix


 

 

 

 

 

Le preocupa el vínculo entre la muerte de Cristo y el perdón de los pecados. Se pregunta si la muerte de Jesús en la cruz fue realmente necesaria para "redimirnos". Y por qué el Padre, para aceptar "borrar" nuestros pecados, pediría a su Hijo que sufriera y muriera. ¿La muerte de Cristo es una redención, un pago? ¿A quién? ¿Al Padre para "aplacar su ira"? ¿Al diablo que tendría derechos que hacer valer? Tiene razón, todo esto es increíble. Hace usted un buen inventario de todas las formas inaceptables de hablar de la Encarnación y la Redención.

 

Hagamos la pregunta a la inversa

Usted cree -es parte del fundamento mismo de nuestra fe cristiana- que Dios se encarnó en Jesucristo, que Jesús murió y resucitó. ¿Por qué la encarnación, por qué la muerte y la resurrección de Jesús? Desde los primeros credos cristianos, la respuesta es perfectamente clara: "Por nosotros los hombres y por nuestra salvación". Esto es lo que debe creer. Vuelva a estas simples y poderosas verdades: Dios no es indiferente al dolor humano; ama la vida ("la gloria de Dios es el hombre vivo"); nos tiende la mano en las profundidades de nuestros infiernos (recordáis el famoso "descenso a los infiernos" de nuestro Credo que parece tan enigmático); igual que toma la mano del viejo Adán en los iconos ortodoxos de la resurrección, nos toma de la mano para llevarnos de la muerte a la vida.

Después de eso, bien puede rechazar el increíble escenario de un Dios que, indignado por el pecado de los hombres, ¡solo se aplaca con la sangre de su hijo! Y sin embargo, como usted sabe, este escenario no carece de base bíblica. Las palabras redención, redentor, son de origen bíblico. Vienen de la palabra hebrea Goel ("redentor" o redimido). Es un término jurídico. "En la Biblia, un goel es el pariente cercano de una persona en dificultades. Acude en auxilio de la persona en apuros ayudándola, protegiendo sus bienes. En el Antiguo Testamento, este término se aplica al Dios de Israel porque liberó y redimió a su pueblo de la opresión" (Marc Sevin, Grands et petits mots de la Bible). Mire el ejemplo de Job. En su sufrimiento y prueba, grita: "Sé que mi Dios vive" (19,25). ¿Acaso las traducciones griegas y latinas que dieron al español redentor y redención no orientaron a algunos escritores del Nuevo Testamento, y a muchos teólogos después de ellos, hacia el escenario "comercial" de la reparación?

No nos apresuremos a caricaturizar este escenario. Se refiere a experiencias humanas fuertes e indiscutibles. Cada vez que juzgamos que algo vale más que la propia vida, tenemos esa experiencia. Un combatiente de la Resistencia que se comprometió durante la última guerra a favor de la libertad lo hizo muy conscientemente a riesgo de su vida. Estaba dispuesto a jugarse la vida: la libertad, incluso a costa de mi vida.

 

¿Por qué Dios se hizo hombre?

Estoy tratando de dar una respuesta. Jesús, al revelarnos el rostro humano de Dios, quiere enseñar al hombre lo que es ser hombre. Hace unos meses, me impresionaron las palabras de un sacerdote italiano, Paolo Ricca: "Jesús, verdadero hombre, es quizá lo más importante para creer y vivir, aquello de lo que nosotros, la comunidad cristiana, debemos dar testimonio en medio de una humanidad que ha dado tantas pruebas de ferocidad inhumana y que no parece saber aún lo que es la humanidad".

Dios se ha hecho hombre, pero el hombre todavía no es hombre. "El Reino de Dios se ha acercado" es la cercanía de un Dios con rostro humano que llama a la humanidad a hacerse por fin humana. Jesús nos reveló el rostro del Padre, un Dios con rostro humano. Esta es una maravillosa revelación "para nosotros los hombres y para nuestra salvación". Una revelación por la que Jesús puso en juego su propia vida. Nos liberó del pecado a costa de su vida: "No hay mayor amor que dar la vida por los que uno ama".