Iglesia

 

¿Quiénes son los Padres de la Iglesia?

 

Isabelle Jurasz explica el origen y el significado teológico del término "Padres de la Iglesia", así como los criterios utilizados para juzgar si una determinada figura de la Iglesia merece o no este título.

 

 

 

14 ene 2022, 21:00 | Isabelle Jurasz, La Croix


 

 

 

 

 

"Patrología" y "patrística" tienen en común la raíz latina "pater". Esto significa que la noción de "padre" está en el corazón mismo de esta disciplina, pues no hay patrística sin Padres. Por lo tanto, debemos plantear esta pregunta fundamental: ¿quiénes son los "Padres de la Iglesia"? ¿Cuál es la diferencia -si es que hay alguna- entre los "Padres" y otros autores cristianos de la antigüedad? Entre los criterios están: la ortodoxia de la enseñanza, la santidad de la vida, la antigüedad, la aprobación de la Iglesia... Es precisamente aquí donde se distingue entre la historia de la Iglesia o la historia de la literatura cristiana primitiva y la teología patrística en el sentido propio del término.

 

Un título reservado a los grandes teólogos de los primeros siglos

Para responder a estas preguntas de forma más sencilla, se puede decir que el título de "Padre" está reservado a los más grandes teólogos de la Iglesia primitiva. Dado que la "grandeza" de un teólogo no es algo cuantificable, esta definición es demasiado imprecisa para ser utilizada en el trabajo teológico e histórico. Sin embargo, merece ser profundizada en formas más elaboradas. Juan Pablo II, en la carta Patres Ecclesiae (1980), escrita con motivo del decimosexto centenario de la muerte de San Basilio, llama "padres" a los teólogos de la antigüedad "que, con la fuerza de la fe, con la profundidad y riqueza de sus enseñanzas, la engendraron y formaron en el transcurso de los primeros siglos. Son de verdad "Padres" de la Iglesia, porque la Iglesia, a través del Evangelio, recibió de ellos la vida. Y son también sus constructores, ya que por ellos -sobre el único fundamento puesto por los Apóstoles (?) fue edificada la Iglesia de Dios en sus estructuras primordiales". El mismo Juan Pablo II, en la carta Operosam diem (1997) dedicada a San Ambrosio, lo llama "un regalo para toda la Iglesia". De hecho, ésta podría ser también la definición más sencilla de un Padre de la Iglesia: aquel cuya enseñanza es tan amplia que se convierte en un don para toda la Iglesia, incluida la de hoy.

Sin embargo, la noción de "Padre de la Iglesia" es un verdadero concepto teológico y debe abordarse como tal. La atribución del título de "Padre" es el resultado de la elección de uno u otro de los grandes teólogos de la Iglesia primitiva. Esta elección no es casual, ya que revela y articula el pensamiento teológico de un individuo o de una comunidad. Veamos los orígenes de esta expresión.

 

Los criterios para ser llamado "Padre de la Iglesia"

En la época patrística, el título de "padre" se atribuía esporádicamente como signo de estima y gratitud hacia el maestro cuya enseñanza había marcado a uno u otro autor. Así, Clemente de Alejandría e Ireneo de Lyon presentaron a sus predecesores llamándolos "padres". Sin embargo, los predecesores de Ireneo no son Padres de la Iglesia... No obstante, estas informaciones ya nos dan una idea de lo que es la noción de "padre", en el sentido de parentesco teológico. Quien sigue las huellas de un teólogo antiguo y lo reconoce como "padre" se sitúa así en relación con una determinada historia y -más precisamente- con una determinada tradición eclesial.

 

El padre de la Iglesia, una referencia para toda la Iglesia

¿Cuáles eran los criterios para llamar "Padre" a un teólogo y no a otro? Una primera explicación puede parecer trivial: en la época de las disputas dogmáticas, algunos teólogos desarrollaron formulaciones más adecuadas para expresar la fe común y defenderla de las tendencias que luego se juzgaron heréticas. Tal fue el papel de la teología de Atanasio de Alejandría y la de Gregorio Nacianceno en respuesta a los arrianos. Pronto se les unieron muchos otros: Gregorio de Nisa, Cirilo de Alejandría, Ambrosio de Milán, Agustín, etc. Además de ser constantemente citados por las generaciones posteriores, sus argumentos fueron recibidos y confirmados por los concilios. Así, ciertos teólogos se convirtieron en eslabones de la tradición, en excelentes y casi indispensables puntos de referencia. Se recurrió a sus argumentos con ocasión de nuevas controversias dogmáticas, de modo que adquirieron una autoridad cada vez mayor.

 

Referencia de los primeros concilios

En el siglo IV, el título "padre" comenzó a utilizarse en plural para designar a los participantes en los primeros concilios. San Basilio habla de los "santos padres" del Concilio de Nicea del año 325. En este contexto aparece el nombre de "Padres de la Iglesia", que fue dado a los participantes del Concilio de Letrán (649) por Máximo el Confesor cuando tradujo las actas de ese Concilio al griego. Aquí entra en juego otro criterio no menos importante, el de la comunión eclesial: ya no es un individuo, sino la comunidad de la Iglesia la que elige de su patrimonio las doctrinas y los personajes a los que es justo atribuir el título de "padre" y aquellos sobre los que se lanzará el anatema.

 

Un título de la tradición

El título de "Padre de la Iglesia" se asocia muy rápidamente al concepto de Tradición. En el siglo V, Vicente de Lerins, que caracterizaba la Tradición como lo que se ha creído "en todas partes, siempre y por todos", definió también el papel de los "Padres" con respecto a la Tradición: "Si surge alguna cuestión nueva sobre la que no se ha tomado ninguna decisión, hay que recurrir a las opiniones de los santos Padres, al menos de aquellos que en su tiempo y lugar permanecieron en la unidad de la comunión y de la fe, y fueron tenidos por maestros aprobados. Y todo lo que fueron capaces de mantener en unidad de pensamiento y sentimiento, debe ser considerado como la doctrina verdadera y católica de la Iglesia, sin ninguna duda ni escrúpulo."

La canonización del título de "Padre de la Iglesia" se produjo probablemente en el siglo VI y está atestiguada por una curiosa recopilación llamada Decreto de Gelasio, posiblemente compuesta en el sur de la Galia. Su autor lo hace pasar por un texto escrito durante un sínodo romano del siglo IV, pero es muy posterior. El Decreto es famoso sobre todo por sus listas de escrituras canónicas y apócrifas. Da otra lista, la de los "opúsculos de los santos Padres recibidos en la Iglesia católica". Estos opúsculos son de doce autores: seis griegos y seis latinos. Luego viene una fórmula más inclusiva que da el título de "padre" a todos aquellos que "sin haberse desviado en modo alguno de la santa Iglesia de Roma, ni haberse separado de su fe y de su predicación, han participado en su comunión, por la gracia de Dios, hasta el último día de su vida". Vicente de Lerins y el autor del Decreto de Gelasio destacan así algunos criterios importantes que permitirán distinguir a un Padre de la Iglesia de un simple escritor. La marca distintiva, por tanto, es la comunión de fe, un acuerdo unánime sobre las cuestiones esenciales, manifestado "siempre, en todas partes y por todos" -y por todos los Padres, por supuesto-. Los que se desvían de esta comunión son meros escritores eclesiásticos, si no herejes. Esta forma de ver la época patrística adolece de un cierto idealismo histórico, lo que no impide que haya marcado irreversiblemente la teología católica.

A lo largo de la historia, se han hecho algunas aclaraciones a la definición de los "Padres". Melchor Cano (+1560) los llamó "santos" y los separó de los autores escolásticos. Su contemporáneo Sixto de Siena (+1569) fue más inventivo. Elaboró una amplia lista de los "Padres de la Iglesia", a la que añadió muchos autores antiguos que habían comentado las Escrituras. Fue probablemente en el siglo XVII cuando empezó a surgir una distinción entre los "Padres" y los teólogos más recientes, especialmente los escolásticos. Pero esta distinción tiene por objeto trazar una línea entre las distintas épocas y no cambia la definición de los Padres en relación con la Tradición. Hoy en día, no es fácil separar este vínculo.

 

El uso del título "Padre de la Iglesia"

La relación entre la autoridad de un "Padre" y la Tradición es mucho más antigua de lo que a menudo se piensa. La costumbre de citar a los "Padres", para dar más autoridad a una doctrina, apareció bastante pronto en la práctica corriente de los teólogos. Es difícil precisar la hora. Atanasio de Alejandría y Arrio seguían discutiendo con citas bíblicas como argumentos principales, pero casi al mismo tiempo Eusebio de Cesarea introdujo algunas citas de otros teólogos en su polémica contra Marcelo de Ancira. Cirilo de Alejandría presentó en el Concilio de Éfeso de 431 un dossier de textos tomados de Atanasio, Cipriano, Ambrosio y otros grandes teólogos. En el debate cristológico en torno a la definición de Calcedonia, ya vemos antologías bien construidas de citas "patrísticas".

Al parecer, los criterios de elección de los autores eran a menudo poco claros. A primera vista, uno tiene la impresión de que había que recoger el mayor número posible de autores. Sin embargo, algunos personajes tenían más peso que otros. Es fácil ver que la mayoría de los Padres son obispos. Sin embargo, este hecho apenas afecta a los obispos de ciudades como Roma, Constantinopla, Alejandría o Antioquía. Es sobre todo el prestigio del obispo de Roma lo que se destaca a menudo en estas antologías. Otros Padres son mártires. El martirio era un argumento de peso que podía testificar a favor de la ortodoxia de la enseñanza. Sin embargo, este argumento sólo podría utilizarse para unos pocos, como Ignacio de Antioquía, Cipriano de Cartago, Justino el Confesor, Ireneo de Lyon. Los grandes "Padres" del siglo IV no fueron mártires. Este criterio pronto encontró sus límites: por ejemplo, la muerte por martirio de Luciano de Antioquía le había asegurado una gran estima por parte de todos los que le habían seguido. Desgraciadamente, entre sus seguidores también estaba Arrio.

La atribución del título de "Padre de la Iglesia" se explica también por las prácticas que utilizan la referencia al maestro y también la búsqueda de las "raíces" de una enseñanza. Poco a poco, se formó la costumbre de basar la doctrina en la autoridad de los grandes teólogos del pasado. La aparición de esta referencia al pasado constituye una verdadera revolución en la teología de la época patrística, porque a partir de entonces se hace una elección entre los muchos teólogos. Sin embargo, esta operación también podía funcionar en sentido contrario: los teólogos declarados herejes podían llevar a sus maestros a la condena. Así, la condena de Nestorio condujo -un siglo más tarde- a la de los que le precedieron: Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro e Ibas de Edesa. El título de "padre" está, pues, ligado a la verdad doctrinal, ya que quien es sospechoso de haber generado una herejía no puede ser al mismo tiempo "Padre de la Iglesia". Hay que añadir aquí, sin embargo, que la condena de Nestorio y Teodoro no impidió que la Iglesia siria oriental los venerara como "Padres"... ¿Es mejor, pues, hablar de "Padres de las Iglesias"?

En conclusión, podemos decir que la expresión "Padre de la Iglesia" es un verdadero concepto teológico. Reconocer a un teólogo como "Padre" significa situarse ante la historia y hacer de ella la Tradición que estructura el presente de la Iglesia.

 

 

 

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Isabelle Jurasz es profesora en la Facultad de Teología y Ciencias Religiosas del Instituto Católico de París, donde enseña siríaco (en el marco de la ELCOA - École des Langues et Civilisations de l?Orient Ancien) y dirige un seminario de metodología dedicado en parte al estudio del lugar de la patrística en la teología. Coordina el curso de cristología integrada en el ciclo C. Es doctora en Ciencias Eclesiásticas Orientales (Instituto Pontificio de Estudios Orientales) y máster en Historia del Arte (Universidad de Varsovia). Ha publicado Hagia Sophia: topos della teologia patristica greca. Verso un significato dogmatico des titolo della chiesa Hagia Sophia - da Constantino il Grande à Giustiniano, Pontificio Istituto Orientale, Roma, 2004, 120 p.