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"La paciencia permite un tiempo de maduración"

 

En el Antiguo Testamento, la paciencia está del lado de Dios mientras que la impaciencia está del lado del hombre. ¿Por qué nos invita Dios a ser pacientes? Pero, ¿existe la impaciencia legítima? Análisis y respuesta de la filósofa Catherine Chalier, especialista en pensamiento judío, autora de Découvrir la gratitude, au risque de l'asymétrie.

 

 

 

17 ene 2022, 17:00 | Gilles Donada, La Croix


 

 

 

 

 

¿Cuál es el significado de la palabra paciencia en la Torá?

Antes de pasar al hebreo, cabe señalar que en francés, la palabra paciencia tiene la misma raíz que pâtir (sufrir). En el hebreo bíblico, la palabra no existe como tal. Ser paciente se dice que tiene "largo aliento", en contraposición a los impacientes que tienen "corto aliento", como en este pasaje de Isaías (53,11): "Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos". En hebreo está escrito, no "soportará", que indicaría actividad, sino "cargó con los crímenes de ellos". La palabra sufrir que se utiliza está formada por una raíz (s.v.l) que dio paciencia (savlanut) en el hebreo moderno.

 

¿Se atribuye la paciencia a Dios?

Raramente. Sin embargo, hay ocurrencias. En el libro de los Números (14,18), leemos: "Señor, lento a la ira y rico en piedad, que perdona la culpa y el delito, pero no lo deja impune, que castiga la culpa de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación". En hebreo, la expresión significa literalmente: "El Señor tiene las narices largas" (las narices simbolizan la ira). El Señor es paciente y perdona, no se apresura a castigar a la gente. Es la misma expresión que se encuentra en el Salmo 102,8: "El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia".

 

¿La impaciencia está del lado de los hombres?

La impaciencia humana se manifiesta en primer lugar en el sufrimiento (la esclavitud, la travesía del desierto) y algunos salmos expresan su impaciencia ante los malvados que triunfan. En estos salmos, los inocentes denuncian la violencia y exigen justicia. ¡Pero esto no significa que el Señor cumpla inmediatamente!

 

¿Por qué?

Ofrece un tiempo de latencia durante el cual el que sufre (paciencia) deja gradualmente de estar únicamente volcado hacia sí mismo. Esta es una interpretación de los cuarenta años pasados en el desierto. Este es el tiempo que tardaron los hebreos en tomar conciencia del sufrimiento y las consecuencias del periodo de esclavitud en Egipto. Hasta que no hayan hecho este trabajo, no podrán entrar en la Tierra Prometida. Necesitan un tiempo de maduración. También es el momento de curar nuestras heridas. Hay aquí una pedagogía divina que hace que el pueblo esté disponible para recibir el don de la Torá, recogido por Moisés en el Sinaí.

 

¡El pueblo es algo impermeable a esta pedagogía!

Al pueblo le resulta difícil renunciar a su impaciencia por que llegue por fin la liberación. Murmura contra el Señor y contra Moisés. Se "ahoga". Quiere que la salvación llegue de inmediato, no quiere esperar más. En el Cantar de los Cantares (2,7), el verso dice: "Os conjuro, muchachas de Jerusalén, por las gacelas y las ciervas del campo, que no despertéis ni desveléis a la amada hasta que ella quiera". Los sabios interpretaron el final de este versículo como una invitación a no forzar las cosas: no hay que acelerar la llegada del mesías ni el fin de los tiempos, eso le corresponde al Señor. Por esta razón, los judíos ortodoxos se opusieron inicialmente a la creación del Estado de Israel, porque la iniciativa proviene de los hombres y no del Señor.

 

¿Cómo viven los judíos la paciencia?

Rezando y estudiando la Torá. Este último punto es esencial en el judaísmo: la Torá no puede leerse de forma fija y dogmática. Se necesita tiempo de maduración para interpretarla, y esta interpretación nunca es definitiva, cerrada sobre sí misma. También aquí es necesario un periodo de maduración para renovar el sentido de los versos estudiados. El filósofo y teólogo Franz Rozenzweig (1886-1929), al ver que los judíos se alejaban de la tradición para convertirse en socialistas, bundistas [el Bund designaba a la Unión General de Trabajadores Judíos de Lituania, Polonia y Rusia, de inspiración socialista], subrayaba que la paciente fidelidad a la Torá hacía más fuertes a estos judíos pacientes que a los impacientes, a los que calificaba de "mejores" (aquellos judíos que querían encontrar soluciones inmediatas al sufrimiento del pueblo). Porque existe una impaciencia sana: la que moviliza a los hombres y mujeres para luchar contra la injusticia, la pobreza y la discriminación.

 

¿Cuál es entonces la impaciencia equivocada?

Es la impaciencia que nos hace perder a los demás y a nosotros mismos. Ya no miramos, ya no escuchamos. Hay una tensión en nosotros, una codicia que nunca se apacigua ni se satisface. Estamos atrapados en una espiral que nos hace perder el momento presente.

 

¿Cuál es la virtud del paciente?

La persona paciente consiente el tiempo. Sabe que solo la paciencia permite realizar el trabajo interior dentro de sí mismo. Elabora poco a poco los sentimientos y emociones negativas que nos habitan (la angustia, el sentimiento de absurdo, el deseo de venganza). Para un judío, el estudio contribuye a ello porque también permite descifrar lo que hay en nuestro interior. Las ansiedades que hay en nosotros son a menudo positivas, nos obligan a permanecer en alerta. Sin embargo, ser paciente no debe impedirnos advertir las injusticias y las desgracias y ayudar a repararlas.

 

En el fondo, ¡la paciencia es necesariamente positiva!

Puede serlo, pero también puede no serlo. En cualquier caso, hay que distinguir entre la paciencia tal y como la experimentamos nosotros mismos (la maduración a través de una prueba, por ejemplo, y el aplazamiento de nuestro deseo) y la que nos permitimos predicar a los demás: me parece difícil decirle a alguien que madurará si es paciente, incluso puede ser inmoral.