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Atreverse a ayudar a un sacerdote en dificultad

 

Ante un sacerdote en dificultad, las personas que le rodean (compañeros sacerdotes, obispo, laicos, etc.) juegan un papel decisivo para evitar un impasse. Ciertas circunstancias hacen que los sacerdotes sean más vulnerables. Se pueden detectar señales preocupantes. El primer movimiento es atreverse a hablar de ello con la persona afectada.

 

 

 

19 ene 2022, 21:00 | Gilles Donada, La Croix


 

 

 

 

 

Atreverse a hablar

No callar lo que incomoda. Karl-Aymeric de Christen es vicario general de la diócesis de Orleans y vicerrector del seminario Notre-Dame de l'Espérance. Es el encargado de seguir los casos de pederastia. Para que las cosas cambien, subraya, hay que acabar con la cultura del "no es asunto mío".

«La tentación es responder como Caín a Dios: "¿Soy yo el guardián de mi hermano? (Gen 4:9). Tenemos que desarrollar una cultura de ayuda fraterna. Cuando somos testigos de gestos, palabras o actitudes de un sacerdote, un formador o un adulto que nos hacen sentir incómodos, debemos hablar. Este malestar es una señal de alarma. ¿Qué me ha hecho sentirme incómodo? ¿Por qué?».

Lo mejor es compartir las dudas con personas del mismo entorno. Pueden ofrecer otro punto de vista. Si la observación es compartida, el responsable (de la catequesis, de la capellanía, de las colonias de vacaciones, etc.) puede ser la persona más indicada para ir a ver al interesado, ya que su cargo le da legitimidad.

Pero si no nada cambia, subraya el vicario general, tenemos la responsabilidad de actuar. «Una vez que se tiene una idea más clara de lo que se quiere decir, se puede pensar en cómo y cuándo decirlo», explica. Es mejor apartarse con la persona y plantear las cosas en forma de pregunta o duda, describiendo la situación de forma fáctica (dónde, cuándo, con quién), lo que se ha sentido y los pensamientos que nos han venido, nombrando las cosas con claridad: «Cuando ha dicho/hecho tal cosa, y me ha llamado la atención ¿porque?». Es muy importante intervenir cuanto antes, aunque el suceso parezca mínimo, porque cuanto más se espera para decir las cosas, más difícil es decirlas, más crece el malestar, más nos metemos en callejones sin salida.

Esta opinión la corrobora el psiquiatra Marc Fillatre, presidente de la Unión Nacional para la Prevención del Suicidio. «A menudo, tenemos miedo de molestar a una persona que no está bien. Pero no tienen ni idea de cómo salir de ella. Es importante expresar nuestra preocupación, o incluso decirles: "Entiendo que la situación es realmente difícil y dolorosa para ti, y te sugiero que vayas a ver a alguien (SOS Amistad, un psiquiatra, un médico, etc.) que pueda ayudarte". La persona suele estar muy agradecida de que hayas dado este paso».

Detectar un pudor que aísla. «Compartir el propio sufrimiento, cuando se es sacerdote, nunca es fácil, insiste Cédric Burgun, sacerdote de la diócesis de Metz, director del seminario de Carmes y autor de Prêtres, envers et malgré tout (Éd. du Cerf). Cuando los amigos y la familia están lejos, es aún menos obvio hacerlo por teléfono. Abrir el corazón al obispo no es más fácil. Tenemos miedo de ser juzgados? De ahí la importancia de tener verdaderos amigos íntimos». Para Jean-François Noël, sacerdote y psicoanalista, los sacerdotes sienten un doble pudor: «Un pudor personal, que nos empuja a reservar para Dios lo más íntimo; un pudor social para exponer nuestros problemas personales y profesionales a un psiquiatra».

 

Identificar las circunstancias que hacen a las personas vulnerables

Los nombramientos. Los sacerdotes diocesanos están, por definición, llamados a cambiar de parroquia. Esta es una etapa dolorosa. «Las crisis de los sacerdotes suelen producirse en el momento de los nombramientos», señala el padre Jean-François Noël. Su parroquia ha sido un marco protector que se han construido. A lo largo de los años, han creado toda una red de amigos y profesionales. Tienen que ir a un lugar desconocido, sin saber qué tipo de acogida recibirán. Algunos temen que la comunidad lo espere todo del sacerdote o, por el contrario, que haya fijado todo y que el más mínimo indicio de cambio sea tachado de "toma de poder" o "clericalismo".

Fracaso pastoral. «Como todo el mundo, el sacerdote necesita ver que su trabajo da frutos, de lo contrario se pregunta de qué sirve, explica Cédric Burgun. Si se produce un fracaso, puede ser una fuente de sufrimiento y un profundo cuestionamiento personal. Sin embargo, el fracaso pastoral forma parte de nuestra vida. Jesús mismo experimentó muchos fracasos. El joven rico, al que invita a seguirle, se aleja (Mt 19,22). Cuando predicó sobre el pan de vida, los discípulos se escandalizaron (Jn 6,61). Tras su arresto, la mayoría de sus apóstoles huyeron». Frente a su jerarquía, el sacerdote puede enfrentarse a dos actitudes igualmente desestabilizadoras: una mayor presión para hacer las cosas bien, con el riesgo de agotamiento, o una total falta de reacción, dejando al sacerdote solo frente a su problema.

Crítica continua. «Los sacerdotes -continúa el P. Burgun- son especialmente sensibles a las palabras de alabanza, por utilizar uno de los cinco lenguajes del amor descritos por Gary Chapman. ¡Su ministerio es su vida! Sin embargo, a veces escuchan más críticas que agradecimientos. Un obispo suele llamar a un sacerdote si hay un problema, pero raramente para felicitarlo».

 

Prestar atención a las señales de preocupación

Cambio de humor y de comportamiento. Hay formas de "suicidio lento", dice Jean-François Noël, que se manifiestan en el cinismo, la depresión, el aislamiento.

«Hay que empezar a preocuparse cuando el comportamiento de una persona cambia a lo largo de varias semanas o incluso meses, continúa el Dr. Fillatre. Por ejemplo, pierden el interés por sí mismos y por lo que ocurre a su alrededor: no se cuidan, no acuden a tratamiento cuando lo necesitan, faltan a las citas o a los plazos. Están de mal humor e irritables. También hay que estar en guardia cuando alguien que estaba muy mal de repente mejora mucho. Uno piensa: "¡No tenía que preocuparme por eso!". En realidad, es una trampa: si nada ha cambiado objetivamente en la vida de la persona, esto podría significar, en algunos casos, que ha planeado su suicidio. ¡Es una emergencia absoluta!».