Red Iberoamericana de

Estudio de las Sectas

 

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Nº 926

3 de abr. 2022

 

BOLETÍN MONOGRÁFICO: MINDFULNESS

 

1. Mindfulness budista y razón cristiana.

2. Ronald Purser y su crítica al “McMindfulness” o la nueva espiritualidad capitalista.

3. La falsa revolución del mindfulness y sus efectos sociales.

4. Ronald Purser: el mindfulness se presenta como “una panacea, una cura para todo”.

5. Cómo las empresas introducen el mindfulness sin afrontar su culpa en el estrés que generan.

6. Así aplica un colegio público español el mindfulness y la “neuroeducación” a los niños.

7. Los médicos españoles critican los cursos de mindfulness como solución a su estrés laboral.

8. España: taller de mindfulness para el estrés laboral de los médicos andaluces.

9. Thich Nhat Hanh, el monje budista que enseñó el mindfulness a Occidente.

10. El mindfulness reduce reacciones negativas que pueden ser necesarias.

 

 

1. Mindfulness budista y razón cristiana.

FUENTE: Fórum Libertas

 

 

Reproducimos a continuación el artículo que ha escrito Jaime Vilarroig, profesor de la Universidad CEU Cardenal Herrera, y ha publicado el portal español Fórum Libertas, de la asociación E-Cristians.

Los cursos, libros y maestros sobre Mindfulness abarcan ya a día de hoy proporciones oceánicas. Google arroja un resultado de 160 millones de páginas hablando sobre el tema. Parece que se trata de una técnica que triunfa en el mundo de los ejecutivos y hombres de negocios. Últimamente el mundo de la educación se ha apuntado a la moda y algunos colegios ya lo están implantando como parte de su programación. En una Universidad pública cualquiera de provincias (pongamos Castellón) se ofrece hasta un Curso de experto en Mindfulness como formación de posgrado. Ante tal proliferación se impone una aclaración del término, una indagación en sus orígenes budistas y una contrastación a la luz de la razón y la fe cristianas.

El problema del Mindfulness empieza al no tener clara su propia definición, y de ahí la sospecha de que la conservación del nombre en inglés esconda una vacuidad sustantiva. Aunque la traducción es sencilla (conciencia plena), cuando se intenta concretar de qué se trata exactamente cada autor da su opinión. En un esfuerzo de síntesis podríamos aventurar que el Mindfulness consiste en la plena conciencia del momento presente, aquí y ahora, contemplando la realidad fenoménica sin juzgarla y aceptándola tal cual es. No se trata de dejar la mente en blanco, como superficialmente se piensa, sino atender con plena conciencia al momento presente empezando por ser conscientes de la propia respiración. Mientras se inspira y expira, se va atendiendo a una parte del propio cuerpo (un dedo, el esófago, etc.), luego se va atendiendo a las sensaciones (bienestar, alegría, tristeza, etc.), y se puede acabar centrándose en las percepciones de la realidad circundante (un sonido, un color, etc.). Todo esto hay que hacerlo sin pensar en ello, sin elucubrar o emitir juicios: sólo atender y aceptar.

El término tal como se emplea hoy en cursos y libros de autoayuda lo difundió Jon Kabat-Zinn, profesor de medicina de la Universidad de Massachusets, que ideó un Programa de Reducción de Estrés Basado en el Mindfulness (en inglés MBSR). A partir de este exitoso programa han ido surgiendo en Norteamérica primero y en otros países después otros seguidores que difunden sus enseñanzas por el mundo. En España, por ejemplo, dos autores de reconocido prestigio en el tema son Vicente Simón, médico psiquiatra de Valencia, y Andrés Martín, biólogo que reorientó su vocación hacia estos temas. El Mindfulness viene supuestamente avalado por la investigación científica: cuando se medita el cerebro cambia de estructura como evidencian las técnicas de neuroimagen, se reduce el estrés y los resultados académicos mejoran. Aunque algunos análisis de metadatos muestran la poca consistencia de estos estudios (M. Goyal, 2016), así como los efectos adversos que estas prácticas pueden tener sobre algunas personas: alucinaciones, cuadros depresivos, etc. (Cebolla, 2017).

Muchos entusiastas del Mindfulness se empeñan en afirmar que éste nada tiene que ver con el budismo. Pero la cosa no está tan clara. Aunque el fundador de esta disciplina, Kabat-Zinn, no se declare budista él mismo reconoce que empezó en esto desde que siguiera unos cursos de meditación budista. De los autores españoles arriba reseñados uno se declara abiertamente budista (Martín Asuero, 2016, p. 217) y el otro acaba su curso invitando a formar parte de una shanga (comunidad) budista (Simón, 2011, p. 194). Pero es que el término Mindfulness fue inventado para traducir la palabra en pali Sati, el séptimo elemento del noble óctuple sendero predicado por Buda y el primer paso de los siete peldaños del Nirvana. Las técnicas de atender, con cada respiración, al cuerpo o a los estados de conciencia son técnicas que aparecen tal cual descritas en algunos escritos del Canon Pali (Tripitaka) como el Anapanasati Sutta o el Satipatthana Sutta (pueden consultarse las traducciones de estos textos por A. Baron).

El Mindfulness se presenta como una técnica para superar el sufrimiento (Duhkha) de la vida, sea en forma de estrés o en cualquier otra forma, y en esto coincide con el impulso original de la predicación de Buda en tanto que soteriología negativa. Decía el Buda histórico que ante un hombre herido por una flecha él no se detenía en cuestiones como quién disparó la flecha, o si había sido herido justa o injustamente, sino que únicamente aspiraba a extraer la flecha para eliminar el sufrimiento. También el concepto de compasión (Karuna) en el sentido discutible de aceptación de la realidad aparece transvasado del budismo al Mindfulness. Aunque por otro lado también es cierto que el Mindfulness no llega hasta el extremo en la asimilación de otros conceptos budistas, necesarios para suprimir definitivamente el sufrimiento: la impermanencia o ausencia de sustancialidad de la realidad (Anitya), la ausencia del alma o sujeto (Anatman), la vacuidad de todo lo que existe (Shuniata), el surgimiento condicionado de todas las cosas (Pratityasamutpada) o la más conocida ley del Karma (Arnau, 2017; Byung-Chul Han, 2015). Así que el Mindfulness copia explícitamente técnicas budistas que tienen como objetivo la eliminación del sufrimiento, intentando depurar estas técnicas de los conceptos ideológicos más profundos del budismo.

Lo cierto es que no hace falta convertirse en practicante de Mindfulness para vivir la vida de modo más consciente. La filosofía ha predicado desde hace más de 2500 años la superioridad del que vive despierto frente al que vive dormido en la inconsciencia. Sentencias tales como “Age quod agis” (haz lo que estás haciendo) o “Carpe diem” (vive el día) pueden ser entendidas como una invitación a vivir el momento y apurar el presente. Más en concreto, la fenomenología como escuela filosófica enseña en occidente desde hace ya más de cien años a ponerlo todo entre paréntesis con el único objetivo de describir la esencia de lo que está ante nuestros ojos. Y sin embargo desde la razón filosófica son difícilmente asumibles conceptos últimos hacia los que apunta el Mindfulness.

¿Cómo va a ser el objetivo de la vida la contemplación de la realidad fenoménica y no más bien la acción directa sobre ella? ¿Cómo no voy a juzgar la realidad que se me pone por delante cuando se trata de una realidad injusta que clama al cielo? ¿Cómo contentarme con sentir benevolencia hacia el prójimo cuando el amor auténtico no es sentimiento sino entrega? ¿Cómo confundir el amor con la autocompasión? Además de esto, desde la sociología crítica alguien podría apuntar, no sin ausencia total de razón, que el Mindfulness se trata de una transformación de lo espiritual que, aliada nuevamente con el capitalismo, se dedica a engrasar las piezas humanas de la maquinaria social para que rindan y el estrés no les haga bajar la producción.

El Mindfulness tampoco resiste la comparación con el cristianismo. En tanto que espiritualidad despotenciada, predica la atención al aquí y ahora, mientras que el cristianismo predica una vida tendida entre la memoria de lo que Dios ha hecho por nosotros y la esperanza del futuro escatológico que nos aguarda. Si el Mindfulness repite que hay que autocompadecerse, el cristianismo predica que hay que desvivirse por Dios y por el prójimo. En el cristianismo, además, existe para la caridad un motivo de fondo: ya hemos sido amados primero; pero sin el recuerdo de este amor que nos precede ¿por qué tengo que entregarme al otro? La soteriología cristiana es positiva (Dios nos hace felices) no negativa como en el Mindfulness (la atención consciente nos libera del sufrimiento).

Algunos se preguntan si el Mindfulness es peligroso (Brinkmann 2017) para la fe cristiana. No lo parece: Es más bien una soberana pérdida de tiempo. El rezo del Rosario también reduce el estrés y hasta podrá rastrearse su influencia sobre el cerebro con un buen escaneado de neuroimagen.

Bibliografía

  • Arnau J. (2017) Budismo esencial. Madrid: Alianza.
  • Brinkmann, S. (2017) A Catholic Guide to Mindfulness. CreateSpace Independent Publishing Platform.
  • Byung-Chul Han (2015) Filosofía del budismo zen. Barcelona: Herder.
  • Cebolla A., et al. (2017). ‘Unwanted effects: Is there a negative side of meditation? A multicentre survey’ en PLoS ONE 12(9).
  • Goyal M. et al. (2014) ‘Meditation Programs for Psychological Stress and Well-being: A Systematic Review and Meta-analysis’ en JAMA Internal Medicine, Enero, 6.
  • Martín A. (2016) Con rumbo propio. Disfruta de la vida sin estrés. Barcelona: Plataforma.
  • Simón V. (2011) Aprende a practicar Mindfulness. Barcelona: Sello editorial.

 

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2. Ronald Purser y su crítica al “McMindfulness” o la nueva espiritualidad capitalista.

FUENTE: Ethic

 

 

En el ‘mindfulness’, las causas del sufrimiento están en nuestro interior, obviando en los marcos políticos y económicos que determinan la forma en que vivimos. En el libro McMindfulness (traducido al español por Alianza Editorial), Ronald E. Purser disecciona con profundidad los rasgos más problemáticos de esta disciplina espiritual. Este es un fragmento de la obra que ha sido divulgado por el portal Ethic.

Avalado por celebridades como Oprah Winfrey, Goldie Hawn y Ruby Wax, el mindfulness (frecuentemente traducido como atención plena o conciencia plena) se ha puesto de moda. Al tiempo que una serie de instructores de meditación, monjes budistas y neurocientíficos se codean con directores ejecutivos en el Foro Económico Mundial de Davos, los fundadores de este movimiento son cada vez más fanáticos. Al vaticinar que su híbrido entre ciencia y disciplina de meditación «tiene el potencial de despertar un renacimiento universal o mundial», el inventor del programa de Reducción del Estrés Basado en la Atención Plena (Mindfulness-Based Stress Reduction o MBSR), Jon Kabat-Zinn, tiene mayores ambiciones que dominar el estrés. Según proclama, «el mindfulness puede ser la única promesa que tienen las especies y el planeta para sobrevivir los próximos 200 años».

Pero ¿qué es exactamente esta panacea mágica? En 2014, la revista Time mostraba en portada a una mujer joven y rubia que desprendía serenidad con el título: «The Mindful Revolution». El artículo relacionado describía una escena emblemática del curso de formación estandarizado de MBSR: comerse una pasa muy lentamente. «La capacidad de centrar la atención durante unos minutos en una sola pasa no es absurda si las habilidades que ello requiere son la clave para sobrevivir y tener éxito en el siglo XXI», explicaba el autor.

No me lo acabo de creer. Cualquier cosa que aporte éxito en nuestra injusta sociedad sin tratar de cambiarla no es revolucionaria, simplemente ayuda a la gente a salir del paso. Aunque también podría empeorar las cosas. En lugar de fomentar una acción radical, el mindfulness asegura que las causas del sufrimiento están principalmente en nuestro interior, y no en los marcos políticos y económicos que determinan cómo vivimos. Y, aun así, los acólitos del mindfulness consideran que prestar más atención al momento presente sin emitir juicios de valor tiene el poder revolucionario de transformar el mundo entero. Pensamiento mágico a lo bestia.

Que no se me malinterprete. Practicar mindfulness tiene ciertos aspectos positivos. Dejar de cavilar ayuda a reducir el estrés, la ansiedad crónica y muchas otras enfermedades. Ser más consciente de las reacciones automáticas puede potenciar la tranquilidad y la amabilidad de las personas. La mayoría de los impulsores del mindfulness tienen buen carácter; conozco personalmente a algunos de ellos, incluidos los líderes del movimiento, y no me cabe duda de que son buena gente. Pero esa no es la cuestión. El problema es el producto que venden y cómo lo presentan. El mindfulness no es más que la simple práctica de la concentración. Aunque deriva del budismo, ha sido despojado de las enseñanzas éticas que lo acompañaban, así como del objetivo liberador de deshacer el apego a un falso sentido de nosotros mismos a la vez que se promulga la compasión por los demás.

Lo que queda es una herramienta de autodisciplina disfrazada de autoayuda. En lugar de liberar a las personas que lo practican, las ayuda a adaptarse a las propias condiciones que causaron sus problemas. Un auténtico movimiento revolucionario intentaría derrocar este sistema disfuncional, pero el mindfulness sólo sirve para reforzar su lógica destructiva. El orden neoliberal se ha impuesto de forma sigilosa en las últimas décadas, aumentando la desigualdad en busca de la riqueza de las grandes empresas. Lo que se espera de las personas es que se adapten a lo que este modelo exige de ellas. El estrés se ha patologizado y privatizado, y a los individuos se les ha impuesto la carga de gestionarlo. Ahí es cuando aparecen los vendedores de mindfulness para salvar la situación.

Aunque esto no significa que el mindfulness deba prohibirse ni que cualquier persona que lo encuentre útil esté siendo engañada. Reducir el sufrimiento es un objetivo noble y debería fomentarse. Pero, para hacerlo de forma eficaz, los instructores de mindfulness deben reconocer que el estrés personal también tiene causas sociales. Al no abordar el sufrimiento colectivo y el cambio sistémico que puede eliminarlo, despojan al mindfulness de su auténtico potencial revolucionario, reduciéndolo a algo banal que mantiene a la gente centrada en sí misma.

Una libertad privada

El mensaje fundamental del movimiento de mindfulness es que la causa subyacente de la insatisfacción y de la angustia está en nuestra cabeza. Al no lograr prestar atención a lo que sucede realmente en cada momento, nos perdemos en arrepentirnos del pasado y temer el futuro, lo que nos hace infelices. El hombre al que se conoce como el padre del mindfulness moderno, Jon Kabat-Zinn, denomina a este fenómeno «enfermedad del pensamiento». Aprender a concentrarse reduce el pensamiento circular, por lo que el diagnóstico de Kabat-Zinn es que «toda la sociedad padece a gran escala un trastorno por déficit de atención». No se contemplan otras fuentes de malestar cultural. En el libro de Kabat-Zinn La práctica de la atención plena, la única vez que se menciona la palabra «capitalista» es en una anécdota sobre un inversor estresado que afirma: «Todos padecemos una especie de TDA [trastorno por déficit de atención]».

Los defensores del mindfulness, tal vez involuntariamente, favorecen el statu quo. En lugar de debatir cómo monetizan y manipulan la atención empresas como Google, Facebook, Twitter y Apple, sitúan la crisis en nuestra cabeza. El problema inherente no es la naturaleza del sistema capitalista, sino la incapacidad de los individuos para ser conscientes y resilientes en una economía precaria e incierta. Luego nos venden soluciones que nos convierten en capitalistas conscientes y satisfechos.

La ingenuidad política que eso conlleva es asombrosa. El pregón de la revolución no se produce a través de las protestas y de la lucha colectiva, sino en la cabeza de los individuos atomizados. «No es la revolución de las personas desesperadas o desfavorecidas de la sociedad», apunta Chris Goto-Jones, especialista crítico con las ideas del movimiento, «sino una revolución pacífica dirigida por estadounidenses blancos de clase media». Los objetivos no están claros, aparte de obtener la paz mental en el ámbito privado.

Al practicar mindfulness, la libertad individual se obtiene supuestamente a través de la «conciencia pura», sin dejarse distraer por influencias externas y corruptivas. Basta con cerrar los ojos y controlar la respiración. Y ese es el punto crucial de la supuesta revolución: el mundo cambia lentamente, de individuo consciente en individuo consciente. Esta filosofía política recuerda extrañamente al «conservadurismo compasivo» de George W. Bush. Con el repliegue a la esfera privada, el mindfulness se convierte en una religión del yo. La idea de una esfera pública se deteriora, y cualquier goteo de compasión se produce de casualidad. Como resultado, señala la teórica política Wendy Brown, «el cuerpo político deja de ser un cuerpo y se convierte en un grupo de emprendedores y consumidores individuales».

El mindfulness, como la psicología positiva y la más amplia industria de la felicidad, ha despolitizado y privatizado el estrés. Si estás triste porque te han despedido, has perdido tu seguro médico o ves cómo tus hijos se endeudan con préstamos universitarios, es tu responsabilidad aprender a ser más consciente. Jon Kabat-Zinn nos garantiza que «la felicidad es un trabajo interno» que sólo requiere prestar atención al momento presente de forma consciente, deliberada y sin emitir juicios. Otro expresivo impulsor de la práctica meditativa, el neurocientífico Richard Davidson, sostiene que «el bienestar es una habilidad» que se puede entrenar, igual que entrenas los bíceps en el gimnasio.

Lo que se conoce como revolución del mindfulness acepta sumisamente los dictados del mercado. Guiada por unos valores terapéuticos centrados en reforzar la resiliencia mental y emocional de los individuos, respalda los supuestos neoliberales de que cada cual es libre de elegir sus respuestas, gestionar las emociones negativas y «florecer/progresar» mediante varias formas de cuidado personal. Al plantear su oferta de esta manera, muchos instructores de mindfulness excluyen del programa afrontar de forma crítica las causas del sufrimiento en las estructuras de poder y en los sistemas económicos de la sociedad capitalista.

Si esta versión del mindfulness tuviese un mantra, sus seguidores corearían: «Yo, mí, me, conmigo». Como apunta mi colega C.W. Huntington, lo primero que preguntan muchos occidentales cuando se plantean practicarlo es: «¿Qué me puede aportar?». El mindfulness se vende y comercializa como un medio de ganancia y gratificación personal. Lo que se llama optimización propia. Quiero reducir mi nivel de estrés. Quiero potenciar mi concentración. Quiero mejorar mi productividad y mi rendimiento.

Se invierte en mindfulness como quien invierte en bolsa, esperando recibir un buen dividendo. El escéptico David Forbes lo resume en su libro Mindfulness and Its Discontents: «¿Quién quiere quitarse el estrés y ser feliz? ¡Yo! El Complejo Industrial del Mindfulness quiere ayudarte a ser feliz, promover tu marca personal y, claro está, llevarse unos cuantos billetes (tuyos y míos) por el camino. La simple premisa es que, al practicar mindfulness, al ser más consciente, serás más feliz, independientemente de cuáles sean tus pensamientos, sentimientos o acciones en el mundo».

Esto es claramente un reflejo de las normas capitalistas, que distorsionan muchos elementos del mundo moderno. Sin embargo, el movimiento de mindfulness las acoge activamente, desestimando a los críticos que preguntan si de verdad hace falta que sea así.

 

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3. La falsa revolución del mindfulness y sus efectos sociales.

FUENTE: Open Democracy

 

 

El “McMindfulness” es la nueva espiritualidad capitalista. Su fetiche por 'vivir el presente' es una práctica que cultiva la amnesia social, fomenta el olvido de la memoria histórica y excluye eficazmente la imaginación utópica. Recogemos a continuación el artículo de Ronald Purser que ha publicado el portal Open Democracy, en la línea de lo que hemos reproducido en el artículo anterior en este mismo boletín InfoRIES. El nuevo libro de Purser, McMindfulness: How Mindfulness Became the New Capitalist Spirituality, ha sido publicado por Repeater Books.

Según sus patrocinadores, estamos en medio de una “revolución de la conciencia”. Jon Kabat-Zinn, recientemente apodado el “padre del mindfulness”, llega a proclamar que estamos al borde de un renacimiento global, y que el mindfulness “puede ser realmente la única esperanza que la especie y el planeta tienen para sobrevivir los próximos doscientos años”. ¿En serio? ¿Una revolución? ¿Un renacimiento global? ¿Qué es exactamente lo que ha sido volcado o transformado radicalmente para obtener un estatus tan grandioso?

La última vez que vi las noticias, Wall Street y las corporaciones seguían haciendo negocios como de costumbre, los intereses especiales y la corrupción política seguían sin control, y las escuelas públicas seguían sufriendo de falta de fondos y negligencia masiva. La concentración de la riqueza y la desigualdad se encuentra ahora en niveles sin precedentes. El encarcelamiento masivo y el hacinamiento en las cárceles se han convertido en una nueva plaga social, mientras que los disparos indiscriminados de la policía contra los afroamericanos y la demonización de los pobres siguen siendo moneda corriente. El imperialismo militarista de Estados Unidos continúa extendiéndose, y los desastres inminentes del calentamiento global ya se están mostrando de manera más evidente.

En este contexto, la arrogancia y la ingenuidad política de las porristas de la “revolución” consciente es asombrosa. Parecen tan enamorados de hacer el bien y de salvar al mundo que estos verdaderos creyentes, no importa cuán sinceros sean, sufren de una enorme ceguera. Parecen no tener en cuenta el hecho de que, con demasiada frecuencia, la atención se ha reducido a una técnica de autoayuda mercantil e instrumental que, sin saberlo, refuerza los imperativos neoliberales.

Para Kabat-Zinn y sus seguidores, los culpables de los problemas de una sociedad disfuncional son los individuos descerebrados e inadaptados, y no los marcos políticos y económicos en los que se ven obligados a actuar. Al transferir la carga de la responsabilidad de la gestión de su propio bienestar a los individuos, y al privatizar y patologizar el estrés, el orden neoliberal ha sido una bendición para la industria del mindfulness, que ahora se cotiza en 1.100 millones de dólares.

El mindfulness ha surgido como una nueva religión del “yo”, libre de las cargas de la esfera pública. La revolución que proclama no ocurre en las calles o a través de la lucha colectiva y las protestas políticas o las manifestaciones no violentas, sino en las cabezas de individuos atomizados. Un mensaje recurrente es que el hecho de que no prestemos atención al momento presente -que nos perdamos en reflexiones mentales y en vagar por la mente- es la causa subyacente de nuestra insatisfacción y angustia.

Kabat-Zinn lleva esto un paso más allá. Afirma que nuestra “sociedad entera está sufriendo de un desorden de atención generalizado”. Aparentemente, el estrés y el sufrimiento social no son el resultado de desigualdades masivas, prácticas empresariales nefastas o corrupción política, sino de una crisis dentro de nuestras cabezas, lo que él llama una “enfermedad del pensamiento”. En otras palabras, el capitalismo en sí mismo no es intrínsecamente problemático; más bien, el problema es la incapacidad de los individuos para ser conscientes y resistentes en una economía precaria e incierta. Y no es de extrañar que los mercaderes atentos tengan justo los bienes que necesitamos para ser capitalistas atentos y contentos.

El mindfulness, la psicología positiva y la industria de la felicidad comparten un núcleo común en términos de despolitización del estrés. La ubicuidad de la retórica individualista del estrés -con su mensaje cultural subyacente de que el estrés es un hecho- debería hacernos sospechar. Como señala Mark Fisher en su libro Realismo capitalista, la privatización del estrés ha llevado a una “destrucción casi total del concepto de lo público”.

El estrés, nos dicen los apologistas del mindfulness, es una influencia nociva que destroza nuestras mentes y cuerpos, y depende de nosotros como individuos el 'estar atentos' y 'ser conscientes'. Es una proposición seductora que tiene potentes efectos de verdad. En primer lugar, estamos condicionados a aceptar el hecho de que hay una epidemia de estrés y que es simplemente una fatalidad de la era moderna.

Segundo, como el estrés es supuestamente omnipresente, es nuestra responsabilidad como sujetos estresados manejarlo, controlarlo y adaptarlo consciente y vigilantemente a los esclavos de una economía capitalista. La atención se centra en esta vulnerabilidad y, al menos en la superficie, aparece como una técnica benigna para el auto-empoderamiento.

Pero en su libro “Una nación bajo estrés”: El problema del Estrés como Concepto, Dana Becker señala que el concepto de estrés oscurece y oculta “los problemas sociales al individualizarlos de manera que perjudican más a aquellos que tienen menos que ganar con el statu quo”. De hecho, Becker ha acuñado el término estresismo para describir “la creencia actual de que las tensiones de la vida contemporánea son principalmente problemas del estilo de vida individual que deben resolverse mediante el control del estrés, en oposición a la creencia de que estas tensiones están vinculadas a las fuerzas sociales y necesitan resolverse principalmente mediante medios sociales y políticos”.

Al ingerir de manera acrítica las premisas culturales del estresismo, el movimiento del mindfulness se ha promovido a sí mismo como un remedio científico. Pero el foco sigue estando puesto en el individuo que espera que sane la llamada “enfermedad del pensamiento” de la civilización moderna. Se nos dice que, al practicar el mindfulness, podemos cambiar hábilmente nuestro frenético “modo de hacer” a un “modo de ser” más armonioso, aprendiendo a soltar y a fluir en situaciones estresantes.

El mindfulness es la nueva inmunización, una vacuna mental que supuestamente puede ayudarnos a prosperar en medio del estrés de la vida moderna. Depende de nosotros convertirnos en lo que Tim Newton ha llamado “individuos en forma contra el estrés”. El mindfulness se comercializa a menudo como una forma de mejorar nuestra productividad, una técnica útil para desarrollar la aptitud mental necesaria para que podamos convertirnos en trabajadores más productivos y eficaces. No es coincidencia que el lema de la aplicación de meditación más exitosa de mindfulness, Headspace, sea “una membresía de gimnasio para la mente”.

La máxima de este movimiento es 'vivir el presente'. Para los devotos conscientes, el cambio social y político depende de la fantasía de convertir a las masas distraídas para que sigan este consejo y vivan 'conscientes'. El fetiche del presente auspiciado por el mindfulness es una práctica que cultiva la amnesia social, fomentando el olvido colectivo de la memoria histórica y, al mismo tiempo, excluyendo eficazmente la imaginación utópica.

Este momentismo actual aparece, al menos en la superficie, como un solvente terapéutico para todos nuestros problemas, haciendo más soportable nuestra situación actual. Pero esta capacidad de soportar el statu quo equivale a un retiro permanente al refugio psíquico contra bombardeos de ahora, una especie de enterrar la cabeza en la arena, que actúa como un paliativo desinfectado para los sujetos neoliberales que han perdido la esperanza al pensar alternativas al capitalismo.

El movimiento mindfulness opera en resonancia con lo que Eric Cazdyn en su libro The Already Dead: The New Time of Politics, Culture and Illness caracteriza como “la nueva crónica”. Cazdyn explica que la nueva crónica “extiende el presente hacia el futuro, enterrando en el proceso la fuerza de lo terminal, haciendo que parezca que el presente nunca terminará”. Sólo tienes que estar en el momento presente y todo estará bien. Viviendo conscientemente, podemos continuar nuestras vidas aplazando, evadiendo y reprimiendo cualquier crisis en curso.

La falsa revolución de la conciencia proporciona una forma de enfrentar sin cesar los problemas del capitalismo refugiándose en la fragilidad del momento presente; la nueva crónica nos deja conscientes de mantener el statu quo. Se trata de un optimismo cruel que anima a conformarse con una pasividad política resignada. El mindfulness se convierte entonces en una forma de manejar, naturalizar y perdurar los sistemas tóxicos, en lugar de convertir el cambio personal en un cuestionamiento crítico de las condiciones históricas, culturales y políticas que son responsables del sufrimiento social.

Pero nada de esto significa que la conciencia debe ser prohibida, o que cualquiera que la encuentre útil sea engañado. Hay formas emergentes de conciencia social y cívica que evitan esta trampa. Estos métodos se están liberando del enfoque biomédico en la patología individual al integrar el activismo por la justicia social con la investigación contemplativa, cultivando el pensamiento crítico en lugar de la separación sin prejuicios.

Los innovadores en este campo están reescribiendo los planes de estudio de mindfulness mediante el empleo de pedagogías críticas y anti opresivas. Por ejemplo, Beth Berila ha desarrollado métodos de atención plena que ayudan a los practicantes a descubrir cómo han interiorizado la opresión, así como formas de desmantelar y desaprender el privilegio. Mushim Patricia Ikeda, junto con los maestros del Centro de Meditación de East Bay, ha desarrollado numerosos programas que conectan las preocupaciones por la justicia social con las enseñanzas budistas sobre la interdependencia, a fin de fomentar la solidaridad y el activismo comprometido con la causa. Y la Red de Mindfulness y Cambio Social del Reino Unido está experimentando con prácticas de mindfulness que abordan cuestiones sociales, políticas y ambientales.

Cuando reconocemos que el descontento, la ansiedad y el estrés no son sólo culpa nuestra, sino que están relacionados con causas estructurales, la atención se convierte en combustible para encender la resistencia.

 

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4. Ronald Purser: el mindfulness se presenta como “una panacea, una cura para todo”.

FUENTE: Huffington Post

 

 

El mindfulness no es exactamente una pseudociencia, aunque las razones de su éxito no difieren demasiado de las que han otorgado popularidad a las pseudoterapias. El profesor Ronald Purser ha publicado McMindfulness (Alianza, 2021), un ensayo dedicado a poner en contexto la reciente banalización de la meditación y de la llamada atención plena. Meditar es como alimentar el alma, sí, pero conviene recordar que hay quienes comen a base de hamburguesas… Reproducimos a continuación la entrevista que le ha hecho Andrés Lomeña para el portal informativo Huffington Post.

- El éxito del mindfulness se dio gracias a la resistencia cultural de los monjes budistas Theravada contra el Imperio Británico. Por tanto, este sería otro ejemplo de colonialismo que importa prácticas espirituales despojándolas de su contexto filosófico e histórico. Señala a Jon Kabat-Zinn como el responsable del éxito actual del mindfulness. ¿Quiénes son sus cómplices?

- Hablamos de algo que se ha convertido en una industria de 2.200 millones de dólares. Lo que empezó como una intervención terapéutica sencilla en el sótano de un hospital para quienes padecían dolor crónico y estrés se ha transformado en una espiritualidad capitalista que se vende como una oferta amable del mercado. La popularidad del mindfulness llevó su tiempo. Los médicos y científicos tuvieron que subirse a ese carro para proporcionar cierto sello de legitimidad. La terminología y el lenguaje tuvieron que cambiar para mistificar el mindfulness y que este apareciera como algo secular, no como una práctica con raíces budistas. Una vez que se dio esta recontextualización, llegaron “empresarios espirituales” para venderlo como una marca y como un estilo de vida a la moda.

Mi libro McMindfulness interpela a los consumidores que buscan la espiritualidad. Al igual que en el viejo oeste, los empresarios del mindfulness pueden reivindicar con esta creencia casi cualquier cosa que tengan en mente: es una panacea, una cura para todo. Todo vale. Lo que es común entre la variedad de ofertas de mindfulness, ya sea terapéutico o comercial, es una llamada al yo interior para encontrar la serenidad, desconectando de las preocupaciones y cargas de la vida cotidiana. Por eso es una venta fácil, lo que en parte explica su éxito arrollador. Eso explica por qué el mindfulness ha interesado a atletas olímpicos como Simone Biles o a adolescentes que escuchan una app de mindfulness en su móvil. Hay alrededor de cien mil libros en Amazon con la palabra mindfulness o mindful en el título (Mindful Finance, Mindful Sex y Mindful Dog Owners, entre otros). Si buscas en Google mindfulness, hay unos 240.000 resultados.

En definitiva, el mindfulness es una mercancía tan de moda que Kentucky Fried Chicken ofrece una meditación en la que te debes concentrar en su pastel KFC.

- Usted es budista y critica el cliché de centrarse en el presente porque eso lleva a una amoralidad del ser. Llega a comparar a Donald Trump con Jon Kabat-Zinn: ambos venden soluciones fáciles contra los problemas del mundo.

- En la tradición budista, las descripciones canónicas diferencian entre el buen y el mal mindfulness. El bueno es una facultad de la mente que permite discernir entre acciones y estados mentales provechosos de otros que son improductivos. Eso se hace mediante la expansión de nuestra visión del campo temporal. A esto lo podemos llamar sabiduría. Esa facultad puede representar todo el tiempo, no sólo la efímera franja del presente inmediato. En este sentido, el mindfulness no es una atención meramente pasiva del presente basada en la suspensión del juicio. Un marine estadounidense adiestrado en mindfulness puede centrar su atención en el presente inmediato para matar al enemigo de forma efectiva. Por eso fijarse en el presente a través de una técnica que es, en esencia, una manera de mejorar la atención no es un buen mindfulnesss desde el punto de vista del budismo. El mindfulness moderno ha infravalorado o ignorado las dimensiones cognitivas que incorporan el juicio y el discernimiento, así como el papel de la ética en promover el desarrollo del mindfulness. Todo eso ha llevado a una comprensión sesgada y superficial del mindfulness como una mera forma terapéutica de lograr calma o relajación.

Hay aspectos de la tradición budista que apelan a la aplicación de nuestra inteligencia analítica y crítica para así cuestionar muchos prejuicios y presupuestos de nuestras percepciones, las cuales tienden a ver los objetos (incluida nuestra autopercepción) como algo permanente y que existe de forma independiente. Lo que ahora se ofrece es un mindfulness disuelto en una aspiración de sentirse bien que puede ser fácilmente asimilado en nuestros estilos de vida consumistas.

- El tufo del mindfulness también está llegando a la escuela. ¿Qué necesita de verdad la educación pública?

- Sólo puedo hablar de lo que veo en Estados Unidos. Las escuelas públicas están infrafinanciadas y politizadas: se han vuelto centros de entrenamiento para alimentar el sistema capitalista, no para proporcionar una educación crítica, que es la base de una democracia próspera. Se suele valorar la buena actitud, condicionando a los estudiantes para que cumplan con las normas y los comportamientos que se esperan de ellos. Hay exámenes obligatorios y muy estandarizados, por lo que los profesores tienen poca autonomía sobre qué enseñar y cómo hacerlo. Además, hemos tenido grandes desigualdades sistémicas en nuestra sociedad, lo que representa un espejo de la calidad de la educación; la juventud más desfavorecida y las minorías raciales asisten a escuelas en pésimas condiciones cuya falta de recursos ni siquiera garantiza que el estudiante asista a clases. El mindfulness se ha vuelto muy popular en escuelas de grandes ciudades donde se pide a los estudiantes que sigan sentados, que controlen sus emociones y que sean obedientes y solícitos. Esos programas ensalzan la pasividad más que al compromiso social y político.

- Un familiar me habló muy bien del mindfulness, a pesar de mi incredulidad nada respetuosa. ¿Qué debería decirle?

- Nunca he negado que el mindfulness o el yoga puedan ofrecer algunos beneficios terapéuticos. La ciencia, a pesar de tener sus propias debilidades metodológicas, al menos muestra que hay pequeños beneficios. El mindfulness se promueve por sus beneficios en la salud para que sea fácil de vender y de digerir. Se integra fácilmente en los sistemas preexistentes y funciona como un mecanismo exento de problemas o como una fuerza salvadora que nos ayuda con los efectos perjudiciales del capitalismo. En este sentido, se ha subordinado al reino económico. Así que, para salir de aquí, tendremos que hablar un poco de la ideología neoliberal porque lo que ocurre con el mindfulness es que forma parte de la cultura terapéutica… y la cultura terapéutica tiene su propio lenguaje, una narrativa propia. Por ejemplo, dentro del paradigma biomédico, hablamos de intervenciones y de otros conceptos. En el caso del mindfulness, el discurso hegemónico es asumir la responsabilidad personal. Afloran palabras cargadas de sentido, como resiliencia o felicidad, y se nos dice que sólo tenemos que mirar en nuestro interior para encontrar a nuestro auténtico yo.

Tenemos que ser conscientes de hasta qué punto el estrés se ha despolitizado en las economías neoliberales. La cultura de la salud asume que el estrés es una preocupación individual sin conexión con la esfera política o social, de ahí que haya una industria que se ha formado en torno al sujeto estresado. El estrés se describe como el resultado de malas elecciones de vida y se reduce a explicaciones biologicistas.

Rechazo el estrés como algo inevitable y natural cuyo cuidado depende de nosotros mismos, ya sea con mindfulness o yoga. La participación política y aliarse con otros en acciones colectivas para cambiar el ambiente sociopolítico también puede mitigar el estrés, la angustia y la soledad; los individuos se pueden empoderar y reivindicar sus capacidades como ciudadanos de una democracia. Buscar un alivio pasajero del estrés escuchando una meditación guiada en el metro está bien, pero las fuentes estructurales del estrés permanecerán después de que terminemos los tres minutos de meditación en Headspace o en Calm. Las aplicaciones de autoayuda fallan porque el estrés que pone nuestras vidas en tensión se queda después de que hayamos hecho el tratamiento. Las personas que pueden encontrar los recursos que necesitan en su entorno tienen más probabilidades de éxito que los individuos que buscan un alivio temporal con una app.

Esto no equivale a decir que cuidar de uno mismo es un error. Como dijo la feminista lesbiana afroamericana Audre Lorde: “Cuidar de mí misma no es autoindulgencia, sino autoconservación y un acto de lucha política”. La subjetividad también es un lugar de lucha. Sin embargo, esta forma de autocuidado como resistencia está orientado a rechazar discursos y mensajes culturales sobre individuos que necesitan ajustarse, adaptarse y aceptar el statu quo.

Necesitamos una visión colectiva y más holística del bienestar mental. Deberíamos observar las variables estructurales, como el acceso a la sanidad, la calidad de la educación, el salario digno, el empleo seguro y las condiciones básicas de existencia. Una visión holística requiere incluir todos esos aspectos e incluye todos los sectores de la sociedad, no solo el ámbito de la salud. En cualquier caso, las desigualdades fundamentales de la salud tienen que resolverse en el nivel de la política gubernamental.

- Te dejo para meditar con plena conciencia de todo lo que me ha contado…

- Hay que poner la práctica del mindfulness dentro de una perspectiva social y ecológica que vaya más allá del alivio del estrés personal. El mundo en el que estamos se ha formado a través de una red compleja de condiciones y causas colectivas. No somos individuos atomizados que sólo buscan su bienestar psicológico tejiendo pequeñas y frágiles esferas privadas de autocuidado.

La COVID-19 ha expuesto claramente los problemas de la ideología neoliberal occidental. Se abandonó el bienestar general de la sociedad y se dejó a los individuos competir por su propia supervivencia. Esta situación, que alimentó la codicia y el interés propio, se normalizó. ¿Por qué íbamos a querer volver a semejante “anormalidad” institucionalizada? Más que permitir que el mindfulness active y perpetúe ese mito que mantiene las cosas como están, podemos revolucionar el mindfulness aplicándolo de tal modo que sirva a las grandes necesidades de la sociedad. Eso significa explorar cómo el mindfulness puede mejorar nuestra atención colectiva para analizar las injusticias sistémicas, las desigualdades estructurales y las políticas públicas que dañan a la población marginada y más vulnerable, así como a los ecosistemas naturales.

Hay algo mejor que dedicar nuestra atención a una meditación que nos ofrezca una felicidad fugaz. Podemos orientarnos concienzudamente hacia las demás personas para construir un nuevo movimiento de liberación, usando el mindfulness para una transformación personal y social realmente efectiva.

 

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5. Cómo las empresas introducen el mindfulness sin afrontar su culpa en el estrés que generan.

FUENTE: Hipertextual

 

 

Talleres de ‘mindfulness’, consejos sobre salud mental y mucho más son las intervenciones de algunas empresas para disimular que en realidad son ellas la fuente del estrés de sus empleados. Así arranca en el portal Hipertextual el artículo que ha escrito Azucena Martín.

Para Natalia (nombre ficticio) hace tiempo que el estrés y la ansiedad se convirtieron en sus compañeras de trabajo más fieles. La situación en su empresa es vertiginosa, con un goteo incesante de horas extra sin remunerar, prisas y mucha tensión. Sin embargo, poco a poco la compañía ha ido introduciendo un plan de salud mental dirigido, supuestamente, a cuidar de sus trabajadores. Y su caso no es el único. A día de hoy son muchas las empresas que ofrecen cursos de meditación o mindfulness a sus empleados, a la vez que siguen endureciendo sus condiciones de trabajo.

Les supone un buen lavado de cara ahora que parece que la salud mental está de moda. Es casi comparable al greenwashing de las compañías de comida rápida que ponen pajitas de papel en sus bebidas a pesar de seguir con una huella de carbono inmensa. O de las empresas de telecomunicaciones que intentan luchar contra el problema de la basura espacial, pero sin prestar especial atención a las voces expertas a las que les preocupa la posición de sus satélites en el cielo. Vivimos en la era del bienquedismo. Si lo que hacemos parece positivo de cara a la galería, quizás podamos seguir realizando actividades menos positivas.

Esa es una actitud que beneficia a unos pocos y daña a otros muchos. Por eso, las personas como Natalia están cada vez más quemadas. Porque de nada sirven los consejos para gestionar el estrés cuando es la propia fuente del mismo la que los brinda. Es un parche que a menudo hace más daño que bien.

Estrés laboral y salud mental en las empresas

Natalia es consciente de que lo que ella sufre no es algo exclusivo de su empresa. Cada vez son más las personas que asumen que deben aprender a vivir con una intensa tensión en el trabajo. Y eso, poco a poco, va haciendo mella en su salud mental. “Todo es para ayer, cada semana lo que has hecho se suma a nuevo trabajo, reuniones que se salen de la jornada laboral, encargos que llegan de viernes para lunes y hay que hacerlos por supuesto sin cobrar más, esa sensación de no poder irte a dormir tranquila si no miras el correo a las once de la noche…”, se lamenta la joven. “Siento que vivo para trabajar, que hasta mis fines de semana son propiedad de mi empresa”.

Eso, lógicamente, le genera un gran estrés, que poco a poco está calando en su salud mental. “En los últimos meses el nivel de estrés ha subido, estoy menos creativa, más irascible, duermo peor y tengo pensamientos intrusivos acerca del trabajo incluso en mi tiempo libre”. Esto es algo normal. Las malas condiciones laborales, entre las que predominan sueldos que no se corresponden con el trabajo o jornadas excesivamente largas, afectan cada día al bienestar emocional de más personas. Lo ha explicado a Hipertextual la psicóloga Noelia Vargas.

“Son unas condiciones que suponen un alto coste en todos los niveles, por muy vocacional y enriquecedor que sea el puesto. Condiciona el resto de áreas vitales al no poder conciliar, dedicar el tiempo necesario a tareas de autocuidado (algo como cocinar se puede volver una tarea más, con el riesgo que supone alterar hábitos saludables) y tampoco acceder a tareas de ocio. Puede llevar al aislamiento social y también afectar al sueño por altos niveles de activación derivado del estrés”.

Además, la especialista incide sobre todo en los sueldos demasiado bajos. “Si el sueldo es muy bajo, implica reducir también ese tiempo de ocio y cuidado, comprar comida de peor calidad o echar más horas de trabajo para poder llegar a fin de mes”, recuerda. “Esto se agrava en núcleos urbanos donde los precios del alquiler son absolutamente desproporcionados”.

¿Es el 'mindfulness' la solución?

En realidad, no todas las empresas optan por el mindfulness. De hecho, esa no ha sido precisamente la estrategia de la compañía en la que trabaja Natalia. “De momento han comenzado una campaña de comunicación interna, la típica newsletter con consejos genéricos, que vayas a un psicólogo si lo necesitas, que busques a alguien con quien hablar, que hagas meditación o algo así”, explica. “Lo que son cambios de verdad o quitar a personas tóxicas, que yo sepa nada”.

En general, los consejos no son malos. Está bien tener unas pautas sobre cómo actuar en caso de que se resienta nuestra salud mental. Y es maravilloso que se desestigmatice el hecho de acudir a un psicólogo cuando es necesario. Pero estos consejos deben ir acompañados de una política de mejoras para lidiar con la fuente del estrés. Si no, no sirve de nada.

Y no, tampoco sirve el mindfulness que tan de moda está en las empresas. Esta técnica consiste en entrenar la mente para centrar la atención de forma intencionada en lo que hacemos en un momento concreto, sin juzgar, rechazar o apegarse a los pensamientos, las emociones o las sensaciones que se perciben en el proceso.

A pesar del aura de misticismo que puede envolver a esta herramienta por sus orígenes budistas, lo cierto es que son cada vez más los psicólogos que la añaden a su lista de intervenciones de salud mental. De hecho, según un estudio publicado en 2019, aunque la base de su evidencia tiene limitaciones significativas, muestra patrones consistentes. Ese mismo estudio señalaba que, si se hace un buen uso de ella, sus resultados son comparables a los de “otros tratamientos establecidos para múltiples objetivos clínicos, incluidos la depresión, la ansiedad, el dolor y el uso de sustancias”.

Por otro lado, en 2017 se había publicado otro estudio que se centraba en la ansiedad y la depresión y concluía que los resultados son muy similares a los de la terapia cognitivo-conductual. La depresión y los trastornos de ansiedad generalizada son muy comunes entre personas sometidas a altos niveles de estrés laboral. ¿Podrían ser entonces beneficiosos estos talleres? Para Vargas no es tan sencillo. “Depende de cómo se utilice y con qué fin”, aclara. “Hay personas a las que no les va a funcionar y en diversos problemas psicológicos incluso está contraindicado”. Por lo tanto, el mindfulness constituye una herramienta más, pero no debe tratarse por sí solo para tratar un problema para el que ya han empezado a saltar las alarmas del organismo.

“El estrés nos está diciendo que nuestro cuerpo necesita poner límites y eso no va a solucionarlo una herramienta. Al final se trata de intentar estructurar nuestro día a día, así como preservar nuestros propios espacios. Y por supuesto acudir a un profesional si tenemos dificultades para poder verlo u organizarlo, además de trabajar con otras estrategias adaptadas a nuestras necesidades”, señala Noelia Vargas. Por último, la psicóloga recuerda que, aun pudiendo ser beneficioso como herramienta, el mindfulness es sólo un parche si no se hace algo por detener las condiciones laborales injustas. “No va a dejar de ser un parche para el problema de fondo y lo único que se consigue es alargarlo”.

Y lo peor es que puede ser un parche inconsciente o totalmente consciente, como parece que ocurre en la mayoría de casos. Como la propia Natalia percibe en su empresa: “Me da la impresión de que estas cosas son para subirse al carro de lo que está de moda y contarlo en LinkedIn y para que los clientes se queden tranquilos”.

Cuando la culpabilidad se adueña de nosotros

Uno de los grandes problemas de las condiciones laborales injustas y el exceso de trabajo es que se crea en los empleados una situación de culpabilidad difícilmente solucionable con algo como una newsletter con consejos o un taller de mindfulness. De hecho, es algo que también nos ha contado Natalia que le pasa a ella. “Ha llegado un momento de exigencia en el que incluso irme, ya no te hablo de mi hora, sino trabajando sólo media hora más por las tardes en vez de una, dos o tres horas me hace sentir mala persona y que no estoy dando la talla”.

Esto es consecuencia del estrés, pero también de que la empresa haga sentir a los empleados que todo depende de cómo manejen ellos la frustración. Se disfraza de empoderamiento y capacidad para gestionar nuestras vivencias algo que en realidad es una estratagema para depositar todo el peso de los errores de la compañía en las espaldas del trabajador.

Es más, para la psicóloga entrevistada por este medio todo esto se convierte en una privación de la libertad. “Lo que se está dando es una privación de la libertad de la persona, que le puede llevar a una situación de indefensión”, relata. “Muchas personas interpretan la situación desde su propio control, con altos niveles de autoexigencia y culpándose a sí mismas de lo que les pasa”.

Por otro lado, así se consigue que los trabajadores dejen de reclamar sus derechos. Al fin y al cabo, se les está haciendo creer que es todo su responsabilidad. Y que puede que simplemente no estén trabajando lo suficiente. “Si el problema es individual, va a ser muy difícil que tus trabajadores se organicen y pidan unas mejores condiciones”, explica Vargas. “No son pocas las entidades que promueven esta cultura de empresa, donde los valores pasan por todo un filtro de responsabilidad individual, haciendo caso omiso incluso a los propios convenios colectivos o coaccionando de forma individual para que no se formen comités de empresa”. En conjunto, todo esto es tan peligroso que incluso están proliferando los casos de ideaciones suicidas. O de suicidios, directamente.

Ojo con quién te enseña a usar el 'mindfulness'

Si al instaurar una actividad lo único que te interesa son las apariencias, es más que probable que no busques que dicha actividad se haga de la forma más correcta posible. Por eso, a menudo quienes realizan los talleres de mindfulness y otras actividades relajantes no son psicólogos. En realidad se trata de coaches. Este es un término muy actual que básicamente se usa para disfrazar de modernidad el intrusismo laboral. Los coaches nutricionales, que hacen (mal) el trabajo de los nutricionistas, y los motivacionales, que pretenden sustituir a los psicólogos, son los más comunes. Y ninguno hará jamás un trabajo tan bueno como el de los profesionales a los que intentan suplir.

En el caso de los últimos, su trabajo suele ir envuelto en un velo de buen rollo que es precisamente lo que buscan las empresas. Ayudar es lo de menos, lo importante es que parezca que hay interés por la felicidad de los empleados. Pero esto, como era de esperar, no es lo que los trabajadores necesitan. Y tampoco los psicólogos. Lo tiene muy claro Noelia Vargas, quien nos ha explicado también cuáles son las diferencias entre su profesión y el trabajo realizado por coaches motivacionales. “Un profesional de psicología va a llevar a cabo una evaluación exhaustiva para detectar las necesidades y establecer los objetivos necesarios”, relata. “Con una formación adecuada detrás y teniendo en cuenta siempre la evidencia científica en el campo. No se va a limitar a meras charlas o talleres motivacionales”.

Al final, si los empleados realmente necesitan ayuda (y desde luego muchos la necesitan) sólo les queda buscar ellos mismos un psicólogo. Dada la situación pública, a menudo eso conlleva tener que recurrir a uno privado. Y eso supone tener que gastar un dinero extra, por lo que no conviene estar a malas en el trabajo. Así se forma un círculo vicioso en el que la salud mental sigue siendo la gran olvidada de las empresas. Por mucho que se pongan medallas por fingir que se preocupan por cuidarla.

 

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6. Así aplica un colegio público español el mindfulness y la “neuroeducación” a los niños.

FUENTE: La Voz del Sur

 

 

Siete niños y niñas se mueven sin parar por un aula donde se mima al desarrollo personal más allá de rellenar fichas en el pupitre, tal como relata Patricia Merello en La Voz del Sur. En la clase de Infantil del CEIP Al Ándalus de Jerez (Cádiz, España), los pequeños de 5 años reptan, se balancean, saltan, colorean o aprenden a ordenar números a través del juego. Ejercicios ideados por la profesora de Educación Especial y compensatoria Sara Álvarez Mota, de 37 años.

Esta jerezana planteó hace unos tres años una iniciativa novedosa en el colegio, enclavado en la plaza del Cristo de la Expiración. Un aula de neuroeducación donde se pusiera el foco en dar rienda suelta a otras habilidades. Era el momento de descubrir cómo aprende el cerebro para mejorar la enseñanza y trabajar con las emociones y los estímulos.

“Surge por la inquietud de darle un giro al refuerzo educativo. Estuvimos indagando y tomamos conciencia de la importancia de trabajar el movimiento y conocer cómo funciona el cerebro para poder acompañar a los pequeños”, explica la docente que le comentó el proyecto a sus compañeros para asomar la cabeza en un mundo cada vez más extendido.

Tras completar cursos y formaciones en el centro —además del estudio personal de cada uno—, comenzaron probando en las clases de refuerzo. Enseguida vieron que funcionaba y las sesiones se sumaron al horario escolar. Todos los cursos tendrían una hora semanal para trabajar la inteligencia emocional, el mindfulness o el coaching grupal.

“Empezamos en el sótano del colegio con colchonetas y, después el aula de inglés se transformó”, señala Sara mientras prepara un circuito repleto de actividades. El idioma se siguió aprendiendo en las clases de cada curso y, el espacio acogió otra dinámica. Según la docente jerezana, “aquí damos importancia al movimiento para un desarrollo integral y algunas pinceladas de atención al cuerpo”.

Los pequeños se colocan unos carteles con números en la barriga con ayuda de Carmen Ferrari, la tutora del grupo, que también participa en estas clases. Están preparados para merodear, explorar, probar y alborotar con unas sonrisas que no se borran de sus rostros ni aunque les cuelguen bocabajo. “El objetivo es trabajar desde la prevención para ir detectando a tiempo las dificultades que puedan tener tanto a nivel motor como en aspectos lingüísticos o matemáticos”, comenta Sara, que se mantiene al tanto de las formaciones al mismo tiempo que termina un máster en Neuropsicología.

En la sesión de un jueves cualquiera, la profesora entona rimas mientras los pequeños, tumbados, mueven los brazos. “Estrellita la primera que yo anoche divisé haz que sea verdadera la ilusión que yo soñé”. Una voz dulce invade el aula donde unos minutos después, la relajación da paso a la revolución. El sistema táctil, el vestibular relacionado con el equilibrio y el control espacial, o los reflejos primitivos se fortalecen en las distintas acciones que propone Sara. Desde colocarse en una hamaca recién estrenada y dejarse llevar por el balanceo hasta reptar por las colchonetas, revolcarse y colorear desde el objeto de tela. Todas componen una serie de juegos que los niños realizan en orden con un hilo musical de fondo idóneo para la estimulación.

Lola forma una letra en un soporte de madera después de haber ordenado los números del 0 al 10, mientras Pablo disfruta en la hamaca demostrando una evolución sorprendente. “Al principio no quería ni quitarse los zapatos”, comenta la profesora que ayuda a los presentes en cada ejercicio. En el aula se respira armonía, se nota que están encantados. “El juego les interesa y la motivación es la base del aprendizaje”, recalca la docente que los prepara a nivel cerebral y emocional para que el día de mañana se enfrenten a Primaria.

En el colegio, uno de los pioneros en apostar por la neuroeducación en su programa a nivel andaluz, los niños y niñas de entre 6 y 12 años también asisten a este tipo de sesiones una vez a la semana. Sara prepara ejercicios diferentes según el curso. El coaching en grupo, tiempo para reflexionar, por ejemplo, sobre qué es la felicidad, hacer meditación o hablar del duelo a partir de un cuento son algunos. Desde su experiencia, el alumnado responde “muy bien” y se implica. “Ellos piden espacio de escucha, los días que no hay sesiones me preguntan por ellas”, añade.

Atender a la combinación de la mente y la educación aporta beneficios como incrementar la curiosidad o adquirir capacidades útiles para el futuro. Por eso, algunas familias se plantean buscar sitios donde se practique cuando cambien de ciclo educativo. “Es un viaje al autoconocimiento, les aporta herramientas para la vida tan importantes como las académicas”, explica Sara a La Voz del Sur. Ella piensa que cada vez más colegios toman conciencia y hacen un hueco a la inteligencia emocional. “Yo siento que estamos en el camino y que muchos ya la están trabajando”. Sus palabras se pierden entre las risas de los pequeños que siguen moviéndose. Para la docente jerezana, el proyecto continúa su curso gracias al apoyo del equipo del Al-Andalus. “Nos creemos esto”.

 

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7. Los médicos españoles critican los cursos de mindfulness como solución a su estrés laboral.

FUENTE: Redacción Médica

 

 

“La solución que ofrecen muchos hospitales al estrés o el burnout de los sanitarios es un curso de mindfulness y de manejo del estrés”. Con esta afirmación un MIR (médico interno residente, en prácticas) de primer año criticaba la manera en la que varios centros de salud gestionan la ansiedad y el estrés de los profesionales sanitarios, “en lugar de aumentar el personal, los salarios, eliminar las guardias de 24 horas o elaborar contratos estables”. Lo leemos en el medio especializado Redacción Médica.

Una opinión que comparten muchos compañeros de profesión que también critican esta solución para terminar con el burnout que sufren. “¿Qué es menos costoso? ¿Cursos o aumento del personal? No hay que darle más vueltas”, escribía un médico de Familia al respecto. Además, varios facultativos señalaban que “hay sanitarios derivados a salud mental esperando cita desde hace cuatro meses”.

Sin embargo, algunos usuarios se preguntaban “en qué punto el aumento del salario te elimina el estrés y el burnout”. Una cuestión para la que la Asociación MIR ha tenido respuesta. “Tener un salario indigno, como el que tienen los MIR, quema y también es una de las causas del burnout”, escribían desde su cuenta de Twitter, admitiendo que “cuando ves que trabajos que tienen mucha menos responsabilidad que el tuyo cobran más que tú también te quemas”.

Por último, una enfermera ha querido contar la experiencia que vivió en primera persona en uno de los cursos de mindfulness que ofrecen los hospitales a los sanitarios. “Antes de la pandemia vino a mi centro una médica que había colgado la bata por estrés, y que ahora trabajaba en gerencia, a darnos un curso de mindfulness”, criticaba la profesional sobre que la persona que les impartió el curso no era la más apropiada para darlo. “Nos fuimos unos cuantos a los 5 minutos”, admitía.

 

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8. España: taller de mindfulness para el estrés laboral de los médicos andaluces.

FUENTE: Redacción Médica

 

 

Contra el estrés, mejor relajarse. El Servicio Andaluz de Salud (SAS) está llevando a cabo un proyecto piloto de gestión del estrés para formar a los profesionales sanitarios en técnicas de relajación dentro del programa de Intervenciones Basadas en Mindfulness (MBI) +27/21. En concreto, junto a los profesionales de los servicios de Rehabilitación, los trabajadores de seis hospitales andaluces están recibiendo sesiones con ejercicios de estiramientos y movimientos conscientes basados en la atención plena.

Los hospitales elegidos para desarrollar los primeros talleres de gestión del estrés han sido el Hospital Universitario Virgen del Rocío, el Área de Gestión Sanitaria de Jerez, el Hospital Virgen de las Nieves, el Hospital Reina Sofía de Córdoba, el Hospital Virgen de la Victoria en Málaga y Hospital Universitario de Jaén. Así, con estas herramientas de medicina participativa se pretende dar instrumentos a los profesionales para que puedan afrontar el estrés derivado de su actividad laboral.

Cabe destacar que las formaciones se llevan a cabo durante sus jornadas laborales, y preferentemente en espacios al aire libre o en los que se pueda garantizar la distancia de seguridad. Inicialmente, tres profesionales sanitarios de las unidades de Rehabilitación de cada centro facilitarán entre sus compañeros este programa.

El Proyecto Humanización Positiva Compartida +27/21 es un programa planteado por la Dirección General de Personal del SAS durante la primera ola de la pandemia para gestionar el estrés de los trabajadores. El objetivo de este proyecto es fomentar el autocuidado de la propia salud de los trabajadores en la rutina de su actividad sanitaria e impulsar ambientes laborales amables. Para ello, el sistema sanitario público andaluz cuenta también con la colaboración de la Facultad de Psicología de Sevilla para investigar las huellas que la pandemia está dejando en los trabajadores. Asimismo, se evaluarán los resultados de la implementación del Programa MBI +27/21 con el objetivo de extenderlo de manera sistemática a todos los centros asistenciales del SAS de manera colaborativa.

 

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9. Thich Nhat Hanh, el monje budista que enseñó el mindfulness a Occidente.

FUENTE: BBC

 

 

“Mientras uno lava los platos, sólo debe lavar los platos, lo que significa que mientras lava los platos uno debe ser completamente consciente del hecho de que está lavando los platos”, dijo el influyente monje budista vietnamita Thich Nhat Hanh, fallecido el pasado mes de enero (véase el boletín InfoRIES nº 913). Quizás sorprenda que un maestro zen, escritor, poeta, erudito y pacificador de renombre mundial dé instrucciones sobre cómo hacer las labores del hogar, pero es que Hanh además es conocido como el “padre de la atención plena”, según leemos en BBC.

Pero ¿cuál es su historia? Hanh, o Thây, empezó a transitar el sendero que lo llevaría a todo eso a los 24 años, cuando fundó el Instituto Budista An Quang en Saigón, Vietnam, tan sólo 8 años después de ser ordenado. En 1961 se fue a Estados Unidos para estudiar y enseñar religión comparada en las universidades de Columbia y Princeton. Regresó a Vietnam dos años más tarde para ayudar a liderar el esfuerzo de paz budista.

En una noche de luna llena de febrero de 1964, estableció la Orden Tiep Hien o la Orden del Interser, en un momento en que la guerra de Vietnam se intensificaba y las enseñanzas de Buda “se necesitaban desesperadamente para combatir el odio, la violencia y la división que envolvía a su país”. La Orden estaba compuesta por un pequeño número de dedicados seguidores —tres mujeres y tres hombres— que estaban involucrados en el trabajo social y eran fieles a los principios del Budismo Comprometido.

La Orden se fundó sobre los Catorce Preceptos de la Orden del Interser, combinación de moralidad budista tradicional y preocupaciones sociales contemporáneas. Para que te hagas una idea, he aquí unos cuantos: “No seas idólatra ni te apegues a ninguna doctrina, teoría o ideología, incluso las budistas. Los sistemas budistas de pensamiento son medios de guía; no son la verdad absoluta.

No pienses que el conocimiento que posees actualmente es una verdad absoluta e inmutable. (...) La verdad se encuentra en la vida y no meramente en el conocimiento conceptual. Prepárate para aprender a lo largo de toda tu vida y para observar la realidad en ti y en el mundo en todo momento. No obligues a otros, incluidos los niños, por ningún medio a adoptar tus puntos de vista, ya sea mediante autoridad, amenaza, dinero, propaganda o incluso educación. Sin embargo, a través del diálogo compasivo, ayuda a los demás a renunciar al fanatismo y la estrechez.

No evites el contacto con el sufrimiento ni cierres los ojos ante el sufrimiento. (...) Encuentra formas de estar con quienes sufren, (...) despiértate a ti mismo y a los demás a la realidad del sufrimiento en el mundo. No acumules riquezas mientras millones pasan hambre. No tomes como fin de tu vida la fama, el provecho, la riqueza o los placeres sensuales. Vive con sencillez y comparte tiempo, energía y recursos materiales con los necesitados”.

Durante muchos años no se permitió que nuevos miembros se unieran a la comunidad central de la Orden. Hoy en día, miles en todo el mundo que recitan regularmente los Catorce Preceptos del Budismo Comprometido.

“Un apóstol de la paz”

Ese mismo año, junto con un grupo de profesores universitarios y estudiantes en Vietnam, fundó la Escuela de Jóvenes para el Servicio Social, en la que equipos de jóvenes iban al campo para establecer escuelas y clínicas de salud y reconstruir pueblos que habían sido bombardeados. Dos años después, en 1966, fue exiliado de su país por oponerse a la guerra de Vietnam.

Siguiendo al 12º Precepto de la Orden del Interser —”No mates. No dejes que otros maten. Encuentra todos los medios posibles para proteger la vida y prevenir la guerra”—, en EE.UU. se reunió con Martin Luther King y persuadió al líder de los derechos civiles para que hablara en contra del conflicto. King lo describió como “un apóstol de la paz y la no violencia”. Y en 1967, lo nominó para el Premio Nobel de la Paz, diciendo: “Este gentil monje budista de Vietnam es un erudito de inmensa capacidad intelectual. Sus ideas para la paz, si se aplicaran, construirían un monumento al ecumenismo, a la hermandad mundial, a la humanidad”.

En 1969, Hanh dirigió la Delegación de Paz Budista a los Acuerdos de Paz de París y fundó la Iglesia Budista Unificada (UBC) en Francia. UBC estableció el Centro de Meditación del Camote en 1975. Se corrió la voz sobre sus enseñanzas, la comunidad creció y en 1982 el centro se convirtió en la Comunidad del Ciruelo, en el sur de Francia.

Comenzó como una granja pequeña y rústica, y se convirtió en el monasterio budista más grande de Europa, con más de 200 monjes y monjas residentes, que viven y practican en cuatro aldeas diferentes repartidas por la campiña francesa. Ahora el Movimiento de la Aldea del Ciruelo cuenta con ocho monasterios más, ubicados en Estados Unidos, Alemania, Tailandia, Hong Kong y Australia, a los que anualmente llegan miles de personas de todo el mundo para asistir a retiros.

La enseñanza de Hanh se destaca por su énfasis en la alegría, el compromiso con el mundo y la integración de la práctica de la atención plena en la vida diaria. Ser consciente es tomar conciencia de lo que sucede en nuestro cuerpo, nuestra mente y el mundo que nos rodea, indica. Su enseñanza se centra en la respiración consciente y la conciencia plena de cada respiración.

¿Y los platos?

Lo de los platos apareció en su exitoso libro El milagro de mindfulness (1975), uno de los más de 100 libros que escribió Hanh, que fueron traducidos a más de 40 idiomas, incluidos los bestsellers La paz es cada paso, Buda viviente, Cristo viviente y La ira. Pero ¿por qué insistía en que había que prestarle atención al lavado de platos? ¿No es mejor distraerse pensando en otra cosa?

La idea es que cuando pensamos en el pasado o el futuro, según él, “no estamos vivos”, pues o estamos reviviendo lo que ya fue o “succionados por un futuro” que existe sólo conceptualmente. Así que únicamente cuando estamos atentos a lo que estamos haciendo, estamos verdaderamente vivos. Claro que no es tan sencillo lograr concentrarse en el presente, pues los humanos tenemos una notable capacidad para existir fuera de él.

Aunque esa costumbre tiene muchas ventajas —revivir el pasado y anticipar el porvenir nos permite aprender de nuestras experiencias y planear para el futuro— ser plenamente consciente en el momento actual era, para Hanh, el secreto de la felicidad. Y ahí es donde entran en juego los platos: para entrenarte en el arte de vivir en el presente, practica mientras haces actividades cotidianas, como fregar la loza, enseñó Hanh. Es más: cualquier acto es una oportunidad para tocar lo sagrado, ya sea conducir un automóvil o, adivinaste, lavar los platos.

Además de volver al presente, el monje aconsejaba detener las guerras interiores y aquietar las mentes distraídas. “Si somos pacíficos, si somos felices, podemos sonreír, y todos en nuestra familia, toda nuestra sociedad, se beneficiarán de nuestra paz”. Eso permite descubrir que “No hay camino a la felicidad. La felicidad es el camino”.

En 2017, Hanh regresó a Vietnam y las autoridades le permitieron pasar sus últimos días en el templo de Tu Hieu. Su último libro se publicó en octubre de 2021. El 22 de enero de 2022, a los 95 años, el maestro Zen que escribió “La muerte es una ilusión” falleció. No fue que se equivocó: para los budistas, la conciencia comienza antes de que empiece la vida biológica y continúa después de que termina: “El nacimiento y la muerte son sólo una puerta por la que entramos y salimos”. Lo importante, recuerda, es que entre esa entrada y esa salida, vivas en el momento.

 

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10. El mindfulness reduce reacciones negativas que pueden ser necesarias.

FUENTE: Saber Vivir TVE

 

 

Las técnicas del manejo del estrés, como el yoga o el mindfulness, tienen indudables beneficios, según explica el periodista Pablo Cubí del Amo en el portal Saber Vivir TVE. No obstante, un estudio ha planteado que la meditación o atención plena también cuenta con desventajas imprevistas a nivel social.

El mindfulness (o meditación de atención plena) es una de las prácticas de gestión del estrés que más se ha extendido en los últimos años en los países occidentales. Su éxito se basa en que ofrece muy buenos resultados y evidentes desde el principio y no requiere de grandes aprendizajes. Se basa en centrarnos en el momento presente, dirigiendo la atención plena a lo que estamos haciendo. ¿Puede ir mal en algún sentido? Podría parecer que no. Sin embargo, investigadores del comportamiento de la Universidad de Washington (Estados Unidos) han presentado un estudio con desventajas imprevistas.

Emociones negativas necesarias

Los investigadores querían saber qué repercusiones tenía el mindfulness en la reducción de emociones negativas, como la culpa, la rabia o la ira. “Las emociones negativas pueden no ser agradables, pero nos ayudan a abordar situaciones sociales y a mantener relaciones con los demás”, ha explicado el profesor Andrew Hafenbrack, primer autor de la investigación.

Hay situaciones evidentes: si una persona se enfada, le grita a su jefe o a otros, puede provocar que le despidan o causará una situación de inseguridad en los demás. “Sabemos que eso no es bueno”, explica. “Sin embargo, no todas las emociones negativas son iguales y dependen del tipo de comportamiento que generan”. ¿Cuándo se dan esos otros comportamientos positivos? Pues si uno se siente culpable, intenta centrarse en enmendar el error y realizar acciones reparadoras.

“Meditar puede reducir los sentimientos de culpa, limitando así algunas reacciones como la generosidad que son importantes para las relaciones humanas”, ha añadido el profesor Hafenbrack. Los investigadores creen que es una obligación de la ciencia destacar los aspectos positivos de las técnicas de meditación, relajación y gestión de sentimientos negativos. Igual que también es necesario plantear sus posibles efectos contraproducentes. “Y relajar de vez en cuando nuestra brújula moral supone un riesgo”, apunta este investigador.

La meditación durante cortos periodos de tiempo es una herramienta que puede hacer que la gente se sienta mejor. “Es como tomarse un analgésico cuando tienes dolor de cabeza”, ejemplifica. Sentirse mejor no siempre es lo que conviene. Para entender bien cómo afecta las prácticas de meditación, el equipo de investigación reclutó a más de 1.400 personas para que practicaban mindfulness en Portugal y Estados Unidos.

Su primer objetivo era comprobar si la meditación de atención plena reducía el sentimiento de culpabilidad. Se pidió a unos voluntarios que escribieran de una situación pasada que les hacía sentirse culpables y a otros escribir que habían hecho ayer. Se les puso a continuación una grabación de un guía de mindfulness que les invitaba a dejar vagar su mente. Todos admitieron sentirse después menos culpables por lo que habían hecho. También algunos de los que en su escrito del día previo también habían apuntado a una situación de la que se arrepintieron inicialmente.

Otros experimentos con mindfulness

Los investigadores provocaron hasta seis experimentos diferentes para confirmar si el mindfulness afectaba a comportamientos sociales reparadores. Por ejemplo, en uno de estos experimentos se buscó ver si este tipo de meditación entorpece las acciones de hacer las paces con un amigo, después de haberle perjudicado de alguna manera. Se pidió a los participantes que decidieran qué hacer con cien euros: donarlos a una oenegé en África, comprar un regalo para un amigo con el que se portaron mal o quedárselos. Entre los que habían practicado mindfulness justo antes, hubo un 17 % menos que lo dedicaron al amigo.

Según el estudio, la conclusión es que el mindfulness reduce la tendencia a reparar los daños que causamos a los otros. “Esta investigación sirve de advertencia a aquellos que buscan en la meditación reducir sentimientos negativos, sentimientos que a veces son necesarios para tener un comportamiento moralmente aceptable”, añaden los investigadores.

Los estudios se han hecho sobre todo con las técnicas de meditación que se centran en la respiración. También se han empleado otras, como la meditación de bondad. Consiste en meditar evocando otras personas y enviándoles sentimientos de felicidad y bienestar. “Nuestra investigación sugiere que estas meditaciones bondadosas tienen beneficios en la reducción del estrés sin que en este caso se produzcan afectaciones en los sentimientos de reparación de daño”, añade el estudio.

El hecho de que se centre en los otros y en sentimientos de amor compensa esa posible desviación moral del mindfulness. Así se comprobó en otro de los experimentos. Tras seguir esta técnica de meditación, el efecto fue al contrario. Hubo más intención de reparar el daño hecho entre los voluntarios.

 

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