Tribunas

 

La ELA que eleva

 

 

Ángel Cabrero

 

 

 

 

 

Nunca había leído un testimonio tan completo de una persona que, junto con su familia, sufre la enfermedad de ELA. Águeda está casada y tiene tres hijos. Está casi inmóvil pero puede hablar y, por lo tanto, dictar esta historia de su enfermedad. En general, ante un caso así, hablaríamos de la tremenda historia de esta mujer, pero no es el caso. Águeda se ha encontrado con Dios en estos años y ha “negociado” con Él la posibilidad de tener un tiempo para prepararse, quizá pensando sobre todo en su familia.

Y así tenemos por escrito, en este libro preparado por Borja Martínez-Echevarría, una emotiva historia de acercamiento a Dios. Ha sido capaz de ir a algunos lugares, parroquias, a dejar su testimonio, pero además ha tenido buen interés en ir escribiendo su blog. Y este libro, que se puede leer con mucho gusto, se titula “Alejandro y Águeda”. El lector descubre enseguida el por qué del título. Nos encontramos aquí a dos protagonistas: la enferma, Águeda, y el marido que vive para ella, ayudándola en todo momento, Alejandro.

“He dado el salto a lo que se llama gran invalidez, pues ya no realizo ninguna tarea por mí misma. Gracias a Dios me voy acostumbrando bien, aunque no deja de ser difícil tener que pedir ayuda hasta para rascarse la nariz. Curiosamente, esta dificultad de, podríamos decir, aceptación me permite sentir una gran alegría en un aspecto de mi enfermedad que entiendo que es transgresor para este mundo. Sé que no es fácil de comprender, pero precisamente por eso, y porque creo que no soy la única a la que le ocurre, me he decidido a escribir sobre ello.

Ese aspecto de mi ELA es que me hace sentirme muy feliz por poder poner mi enfermedad al servicio de la Redención del mundo, realizada por Jesús en la Cruz. Cuando me duele, cuando me cuesta pedir ayuda, cuando me imagino el futuro totalmente inmóvil, tengo un doble sentimiento: sufrimiento, sobre todo moral, y a la vez gozo por poder ofrecer a Dios un sacrificio realmente importante. Sé que para Dios tiene un valor enorme cuando en la dificultad me esfuerzo por estar alegre, positiva por amor a Él. Lo sé porque veo cómo esta ofrenda mía redunda en gracias a mi alrededor, sobre todo de conversión” (p. 88).

Esta es la realidad de la historia de Águeda, que dicta con detenimiento y con detalle. La realidad de conversiones, empezando por ella misma y por su familia. Los detalles, los pasos, los momentos de la historia de Alejandro, su marido, son enternecedores. Descubrir hasta dónde puede llegar el amor conyugal es todo un ejemplo práctico, muy emocionante, que se descubre en esta historia. Y cómo el amor conyugal y familiar puede llevar a Dios, es patente en esta historia escrita en un libro breve y sustancioso.

En una entrevista le preguntan a Alejandro ¿cómo piensas que será tu encuentro con Dios? (…) “Mi ángel, que me quiere mucho, sacará una radiografía de mi corazón” y cuando la ve San Pedro dirá “¿Te refieres a Alejandro Simón de Águeda, el que acogió y eligió amar la cruz de la ELA de su esposa, los que se dedicaron a sembrar amor en los corazones de sus hijos, familiares y amigos, pese al gran sufrimiento que produce una enfermedad así. Los que ayudaron a otros matrimonios a seguir viviendo su sacramento?”.

Este es el convencimiento de Alejandro, que durante años se mantuvo al margen de la fe, aun conociendo la conversión sufrida por su mujer, y que llegó a Dios por las oraciones de su esposa, pero sobre todo por el amor a su mujer enferma. Muchos años de vivir con su trabajo, pendiente de sus hijos, pero sobre todo, minuto a minuto pendiente de su ella.

 

 

Ángel Cabrero Ugarte

 

 

 

Borja Martínez-Echevarría,
Alejandro y Águeda,
Fundación Gospa Arts, 2021.