Tribunas

¿Triunfo de la Vida?

 

 

Ernesto Juliá


 

 

 

 

 

La reciente sentencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos ha sido examinada con lupa desde los diferentes ángulos de visión que prevalecen hoy en el mundo occidental.

La manipulación del lenguaje que pretenden manejar las diferentes ideologías, lleva a no pocas personas a dejar de usar la razón y el pensamiento cuando surgen cuestiones de este calado, y lanzarse a calificativos para pretender resolver los problemas planteados.

Los adjetivos conservadores y progresistas, derechas e izquierdas, nazis y liberales, antiguos y modernos, actuales y anticuados, científicos y no científicos, acogedores y rígidos, abiertos y obtusos, etc., etc., lo único que consiguen es desviar a la mente humana de plantearse la realidad del problema en cuestión. Y en este caso, el problema está, sencillamente, en defender la Vida de un ser humano. Y saber, además, si alguien tiene el derecho, respaldado por una ley de un gobierno cualquiera, de Matar a un ser humano.

La Corte Suprema de USA ha tenido no sólo la valentía, sino, y muy especialmente, el sentido común de enfrentarse con una sentencia de la misma Corte de años atrás y rectificar lo afirmado entonces: No hay en la Constitución de los Estados Unidos ninguna base para conceder a los ciudadanos americanos el derecho a matar, el derecho a abortar.

“La Constitución no hace ninguna referencia al aborto y ninguno de sus artículos protege implícitamente este derecho”, así lo ha reconocido uno de los jueces de la Corte.

Alguno de los comentaristas de la sentencia ha hablado de una vuelta atrás, de una vuelta a los principios del siglo XX. Yo me pregunto si no será, más bien, un paso adelante en la historia cultural del hombre, que abre la posibilidad de reafirmar lo que la ciencia ha dejado ya muy claro: que el ser humano comienza ya en la unión del espermatozoide del hombre con el óvulo de la mujer. Desde ese instante, el ser humano es ya un alma y un cuerpo que irá desarrollando todos los tesoros de su naturaleza hasta el final de su vida en la tierra. Y seguirá adelante en la vida eterna.

La aceptación y la práctica del aborto –un pecado contra Dios Creador, reflejo sin duda del pecado original- ha abierto en todo el mundo occidental la entrada de la corrupción en la sociedad, y lleva consigo la desmembración de la familia, la desconfianza social, y un individualismo radical que hace imposible un acuerdo de base sobre los fundamentos de la convivencia humana.

¿Se han preguntado los políticos que tratan de imponer leyes abortistas de todo tipo y a todos los niveles, si les hubiera gustado que sus madres se hubieran acogido a esas leyes cuando los llevaban en sus senos?

El Tribunal Constitucional de este país lleva ya un buen número de años sin responder a una demanda sobre la inconstitucionalidad del derecho a abortar. ¿Por qué ese silencio? ¿Presiones políticas?  La presión política sobre los jueces es una de los signos más claros de la corrupción de una sociedad, de un país.

La Corte Suprema de Estados Unidos ha manifestado, al menos, la conciencia y la libertad de unos Jueces que no se dejan influir por presiones sociales, políticas, etc. Un buen ejemplo. Y esperemos que su sentencia haga recapacitar aquí y allá; y los concebidos, no-nacidos, que no hayan salido todavía del seno de sus madres, puedan llegar un día a ver la luz del sol, y descubrir un día que también ellos son hijos de Dios.

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com