Tribunas

Lo que el Papa le dijo a Cáritas

 

 

José Francisco Serrano Oceja


 

 

 

 

 

El pasado lunes el papa Francisco se reunió con una Delegación de Cáritas España, según la terminología vaticana. Tengo que confesar que dediqué unos segundo a ver quiénes estaban en esa audiencia.

Poco me debo mover por ese entorno, porque excepto al cardenal Omella, siempre reconocible, al obispo responsable, al presidente de Cáritas y la Secretaria General, no supe poner nombre a nadie más. Quizá deba ser así.

Lo interesante del encuentro fue, sin duda, el discurso del Papa. Lo escrito y las espontáneas interpolaciones que añadió. Lógico en el Papa Francisco, poco dado a los esquemas.

Dijo el Papa que Cáritas se ha ganado el respeto de la sociedad española, de los creyentes y de los no creyentes. Sin duda, respeto y admiración. E inmediatamente surge la pregunta ¿Cómo ha sido posible esto? ¿Qué es lo que ha hecho que Cáritas sea una marca reconocible y aceptada por todos? ¿Acaso alejarse de la identificación con la Iglesia, con los obispos, con los curas?

“No son los resultados –dijo el Papa- los que nos mueven, cumplir objetivos programados, sino ponernos delante de esa persona que está rota, que no halla su lugar, acogerla, abrir para ella caminos de restauración, de modo que pueda encontrarse a sí misma, siendo capaz, a pesar de sus limitaciones y las nuestras, de buscar su sitio y de abrirse a los demás y a Dios”.

Esta, creo, es la primera clave de Cáritas. Las miradas que se entrecruzan los voluntarios con las personas que hasta allí han llegado. Día tras día, semana tras semana. Historias de vida que luego comentan entre ellos, que refieren a sus familiares, que mueven el corazón de las personas, que hacen a los niños y a los jóvenes preguntarse por qué yo tengo todo lo que tengo, y esa persona, nada.

“Mirar al hermano que está caído, no olvidemos que el único momento en que nos es lícito mirar a una persona de arriba hacia abajo es para ayudarlo a levantarse, después nunca más”, añadió luego el Papa.

Es cierto que la referencia del Papa a las bolsas de comida era una invitación a no quedarnos con esa razón necesaria, pero insuficiente.

No pocas personas que se acercan a Cáritas necesitan comida para la semana, pagar las facturas de la luz, el alquiler del piso antes de que la echen, el material escolar para que sus hijos puedan tener cuadernos en los que hacer los deberes.

Pero también es cierto hay que dar un paso más, sin desatender que lo primero es vivir. Hay que extender la mano de Cristo, metáfora del papa, invitación a la realidad del Papa, para ofrecer “a la persona una puerta abierta hacia una vida nueva”.

Y esto se hace no con grandes diseños de políticas macroeconómicas, sino mano sobre mano, inteligencia, capacidad y voluntad. Es evidente que Cáritas no es la mano de ningún Estado benefactor, ni un regulador del estado de bienestar. No hay más política de Cáritas que la de las miradas y las manos, y la de esa necesaria visión sobrenatural a la que el Papa está invitando a todos en el discurso, como clave de la actuación. De ahí que el protagonista de Cáritas sea Cristo pobre que se acerca, Cristo don que se entrega.

Por último, el Papa, que aclara que no se está refiriendo en concreto a Cáritas España, habla de uno de su temas preferidos, el riesgo de que se convierta en una “gran empresa de la caridad”. También en la gestión de los recursos.

Ah, y gracias santo padre porque no tenía idea del libro “Hermanito” de Ibrahima Blade. Primera noticia de esa historia quizá porque no suelo ver ni oír el programa “Carne cruda”.

 

 

José Francisco Serrano Oceja