Tribunas

La despedida de don Luis Argüello

 

 

José Francisco Serrano Oceja


 

 

 

 

 

Ahora que monseñor Argüello ha dejado de ser secretario general de la Conferencia Episcopal Española, es el momento de hablar de lo que su paso por ese servicio ha significado para la Iglesia en España.

Dicen que durante la pasada semana, sobre todo a partir del miércoles, se le veía con la cara sonriente por los pasillos de la Conferencia Episcopal, relajado, como si se hubiera quitado un notable peso de encima. Y no es para menos. Ahora podrá dedicarse a su diócesis de Valladolid, que no es poca tarea.

Atrás queda una gestión más que notable en la calle Añastro en tiempos en los que habría que analizar si los mayores problemas, en ese organismo que tiene mucho de gestión, de burocracia, siempre tendente a la coordinación de la comunión de las Iglesias, son de carácter interno o externo.

Es decir, los propios de la presencia de la Iglesia en el mundo, una Iglesia, signo de contradicción, que decía san Juan Pablo II, o más bien los que se generan a partir de las dinámicas internas relacionadas con el reverso de la comunión, la sinodalidad, la trasparencia.

Es decir, la contradicción que nace de la distancia entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que se proclama y lo que se vive, entre lo que se enuncia y lo que se practica.

Don Luis inauguró, si cabe, una nueva forma de argumentación pública de la Iglesia, quizá hasta ahora inédita, en la que se percibía con claridad, incluso en sus comparecencias en las ruedas de prensa, su mentalidad laical.

Don Luis, por historia y, entiendo por convicción, no parece que en su vida se haya limitado a lecturas de carácter espiritual, teológico y pastoral. Algo que sin duda está bien y que habría que recomendar a quienes incluso han perdido ese hábito.

Lecturas, las suyas, frescas, aseadas, con una especial incidencia por las ciencias sociales, por la economía, la política, el derecho, la sociología. Creo que vamos a echar de menos sus reflexiones sobre el Estado de Bienestar o sobre los procesos de desvinculación social, el rol de la tecnología en el capitalismo o la emergencia de las nuevas clases sociales.

Recuerdo, por cierto, que siempre ha habido en la Conferencia Episcopal un grupo de obispos que se caracterizaban por esa afición a lecturas no limitadas a lo eclesial. Personalmente conocí a don José Delicado Baeza, también a don Elías Yanes. Pero claro, ésa era otra generación.

Me ha llamado particularmente la atención que, una vez que monseñor Luis Argüello ha dejado la secretaría General de la CEE, a la hora de adscribirle a una Comisión Episcopal, no se haya hecho a ninguna de ellas, sino a dos organismos de reciente creación: el nuevo Consejo de Estudios y Proyectos de la CEE y el Servicio de Pastoral Vocacional, que también se ha puesto en marcha recientemente.

El nuevo Consejo de Estudios y Proyectos sigue siendo un organismo inédito para la opinión pública y publicada. Tiene cierta lógica que con la experiencia de secretario general, precisamente en esa clave antes aludida de relaciones con la sociedad, don Luis entre a trabajar en una dinámica que le pega.

Y respecto al servicio de Pastoral Vocacional, otro organismo inédito aún, es sin duda una de las prioridades más importantes que tiene la Iglesia en este momento de la historia.

Fijémonos en los datos. Si en 1971 había 24.589 sacerdotes en España, en 2005 la cifra estaba en 19.329. En la actualidad rondan en torno a los 17.000.

Está claro que el criterio principal no es el de la cantidad sino el de  la calidad, es decir, el de la vida. Pero en un momento en el que parece que se cruzan los modelos sacerdotales y que hay cierto surfismo a la hora de proponer a los jóvenes el ideal del sacerdocio, o el de la vida consagrada, hay que agradecer que don Luis se implique en esta tarea.

Por lo demás, si ustedes quieren saber qué ha hecho monseñor Luis Argüello como secretario general de la CEE, se ha publicado una especie de informe sobre sus años de servicio. Está en la web de la Conferencia. A ella me remito. Seguro que lo encuentran.

 

 

José Francisco Serrano Oceja