Tribunas

El núcleo de decisión del pontificado

 

 

José Francisco Serrano Oceja


 

 

 

 

 

Una vez que ha expirado el primer mandato del Consejo de Cardenales, el famoso C9, figura jurídica que creó el Papa Francisco a los pocos meses de ser elegido, se ha hecho pública la nueva composición de este organismo.

Como novedad destacada, en un modelo de equilibrio de procedencias, escuelas y sensibilidades, está el hecho de que ha metido a dos españoles, el cardenal Fernando Vérgez, responsable del Gobernatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano, y el cardenal español Juan José Omella. Probablemente el español pasará a ser una lengua de uso frecuente en las reuniones, dado que la manejan también, entre otros el cardenal Parolin.

Dos nombramientos de confianza para dos ámbitos de particular sensibilidad para el Papa, la maquinaria interna de Roma y la influencia de España en el orbe católico.

Esto quiere decir, entre otras razones, que aunque el cardenal Omella tenga que dejar la presidencia de la Conferencia Episcopal en la primavera de 2024, el año que viene, seguirá en el centro de mando de la gestión de los asuntos ordinarios de la Iglesia.

Gestión que, indudablemente, afectará a España. Una España de varias encrucijadas eclesiales, algunas no menores.

Lo que ha hecho el Papa con el nombramiento del cardenal Omella es formalizar una situación de hecho en una de derecho.

De todos es sabida la relación frecuente del cardenal Omella con el Papa Francisco y no solo para las cuestiones que afectan a España. Sabida más por los efectos que por los datos, por las causas. El hecho es que el cardenal Omella pertenece a la Congregación de Obipos, entre otros dicasterios, y que pilotaba la límbica comisión de ayuda al Nuncio para nombramientos episcopales.

La presencia del cardenal Omella en ese organismo le permitirá tener, de forma oficial, una aquilatada visión del conjunto de la Iglesia. De la Iglesia, que no solo del Vaticano.

De esta manera será solidariamente responsable de lo que se aborde y de lo que se decida. Incluso de lo que se proponga al Papa para su ejecución.

No es  necesario que se insista en que Omella es el hombre del Papa en España, una formulación de contenido e intención periodísticas. Es una evidencia. Y como evidencia se manifiesta en el día a día. Ese ser el hombre del Papa tampoco es un salvoconducto, como algunos le atribuyen.

La insistencia a la hora de entender en clave dialéctica la relación del cardenal Omella con los obispos españoles responde a un esquema mental destinado a generar religación y dependencia, y no a una gestión de la responsabilidad compartida en clave sinodal.

Es cierto que el Consejo tiene un modelo de representación territorial, continental. Dado que de la Curia están Parolin y Vérgez y, en cierto sentido, Jean-Claude Hollerich, se podría decir que Omella hace presente a Europa.

Da la impresión, además, de que este C9 será el Consejo de un final del pontificado, del que todo el mundo habla con a veces más deseo encubierto que realidad, y del tránsito hacia el nuevo tiempo. La Salus del papa, por lo que se comenta es de hierro.

No es ilógico pensar que este C9 se convertirá, en cierta media, en prescriptor de nombres y tendencias de cara al siguiente pontificado.  Al menos lo será según lo que vayan haciendo su miembros.

 

 

 

José Francisco Serrano Oceja