Tribunas

Debate doctrinal abierto (I)

 

 

Ernesto Juliá


Cardenal Robert W. McElroy, obispo de San Diego (USA).

 

 

 

 

 

Dentro de las diversas cuestiones surgidas en el seno de la Iglesia en estos últimos tiempos y que afectan a la doctrina y a la práctica pastoral, el card. Mc Elroy, arzobispo de San Diego, Estados Unidos, ha dado lugar a un nuevo debate que ha provocado ya reacciones fuertes.

En pocas palabras, el cardenal pedía la “radical inclusión” de las personas que se consideran formando parte de lo que pretende representar el acrónimo L.G.B.T.Q.I; y de los divorciados, divorciadas, vueltos a casar civilmente, en toda la actividad de la Iglesia; y por supuesto la “radical inclusión” consistiría, entre otras cosas, en que pudieran recibir la Eucaristía al participar en la celebración de la Santa Misa.

El arzobispo de Kansas City, Joseph F. Naumann salió pronto a contrarrestar las propuestas del cardenal, y lo hizo en el periódico de la diócesis, diciendo, entre otras cosas:

“El artículo del cardenal Robert McElroy en la revista jesuita America ha denunciado que la Iglesia católica “contiene estructuras y culturas de exclusión que alejan a demasiados de la iglesia o hacen que su camino en la fe católica sea tremendamente oneroso”. El cardenal McElroy defiende lo que él llama inclusión radical que abraza a todos en plena comunión con la iglesia en sus términos. El mandato de Jesús dado a los apóstoles de hacer discípulos de todas las naciones se interpreta como si significara agrandar la tienda de la iglesia acomodando comportamientos contrarios a las propias enseñanzas de Nuestro Señor”.

“El cardenal McElroy parece creer que la iglesia durante 2000 años ha exagerado la importancia de su enseñanza moral sexual y que la “inclusión radical” reemplaza la fidelidad doctrinal, especialmente en el área de la enseñanza moral de la iglesia con respecto a la sexualidad humana”.

“En mi opinión, este es un error muy grave y peligroso. Nuestra comprensión de la moral sexual impacta significativamente el matrimonio y la vida familiar. No se puede subestimar la importancia del matrimonio y la familia para la sociedad, la cultura, la nación y la iglesia”.

“Los defensores de la inclusión radical citan la asociación de Nuestro Señor con los pecadores. Ante las duras críticas a los líderes religiosos, es cierto que Jesús manifestó una gran preocupación, compasión y misericordia por los pecadores. En cada caso, Jesús también llama al arrepentimiento y a la conversión a quienes desean convertirse en sus discípulos”.

“¿Debemos entender que el llamado de Nuestro Señor al arrepentimiento está fomentando una cultura de exclusión? La clara y desafiante enseñanza de Jesús sobre el matrimonio o las consecuencias de la lujuria, ¿tenía la intención de enajenar, o era una invitación a la liberación y la libertad? ¿Era la inclusión radical la máxima prioridad de Nuestro Señor, cuando muchos discípulos se alejaron después de su discurso sobre el Pan de Vida?”

El obispo Thomas Paprocki, de Springfield (Illinois), publicó unos días antes un escrito en el que cita las palabras de McElroy, como uno de los dos «ejemplos» de opiniones contrarias a una «verdad que debe ser creída por la fe divina y católica» y, por tanto, heréticas. Y recordó que la pena por herejía es la excomunión automática. Paprocki es, además, presidente electo del Comité de Asuntos Canónicos y Gobierno de la Iglesia de la Conferencia Episcopal de EE.UU.

«Hasta hace poco, sería difícil imaginar a cualquier sucesor de los apóstoles haciendo declaraciones tan heterodoxas. Desgraciadamente, hoy en día no es raro oír a líderes católicos afirmar puntos de vista heterodoxos que, no hace mucho, sólo habrían sido propugnados por herejes».

En su escrito, McElroy pedía «una teología eucarística que invite efectivamente a todos los bautizados a la mesa del Señor, en lugar de una teología de la coherencia eucarística que multiplique las barreras a la gracia y al don de la Eucaristía.» McElroy más tarde, en una entrevista de podcast, aclaró que por «los bautizados» se refería a todos los católicos bautizados, y dijo que su punto de vista se derivaba de la descripción del Papa Francisco de la Eucaristía «no como un premio para los perfectos, sino como una fuente de sanación para todos nosotros.»

Para defender su posición, McElroy utiliza tres argumentos: dos frases del Papa Francisco: “la Iglesia es un hospital de campaña”; la Eucaristía “no es un premio para los perfectos, sino una medicina y un alimento para los débiles”; y la afirmación de que “la conciencia es el lugar privilegiado para que los fieles tomen decisiones”.

¿Emplea estas frases correctamente, o da pie a pensar que las entiende con un significado muy incompleto?

Que la Iglesia se puede comparar con un hospital de campaña es obvio. Sanos y enfermos, pecadores, jóvenes y ancianos, mujeres y hombres, personas de todos los colores y de todas las razas, etc., tienen las puertas abiertas para arrepentirse de la enfermedad más grave: el pecado; y volver así a descubrir el Amor que recibe de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

McElroy parece olvidar que los hospitales están para curar enfermos, no para alojarlos, acumularlos en cualquier sitio, y dejarlos morir sin asistencia alguna. Y que la Iglesia tiene la misión divina de curar las enfermedades espirituales; y la peor de ellas es el pecado. La Iglesia ha de ayudarnos a todos a reconocer nuestros pecados, animarnos a arrepentirnos y a pedir, humildemente, el perdón de nuestros pecados en el sacramento de la Confesión, de la Penitencia.

Que la Eucaristía “no es un premio para los perfectos”, y que es “medicina y alimento para los débiles” es otra verdad obvia. Pero no es en modo alguno “excluyentes”, como la califica McElroy. La Iglesia no hace más que recordar la clara afirmación de san Pablo, que se ha vivido en la Iglesia desde los primeros pasos en la evangelización del mundo: “Así pues, quien coma el pan o bebe el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor…, porque el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11, 27-29).

La actuación de la conciencia en la toma de decisiones lo veremos en el próximo artículo.

 

 

(continuará)

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com