Tribunas

Vida y resurrección (II)

 

 

Jesús Ortiz


El profesor Jérôme Lejeune, científico francés en proceso de beatificación,
luchó por la igualdad de las personas discapacitadas.

 

 

 

 

 

Hemos considerado en la primera parte que el profesor Jêrôme Lejune ha sido un servidor de la vida contra viento y marea. Después del proceso canónico el Papa Francisco aprobó en enero del 2021 la promulgación del decreto que reconoce la heroicidad de las virtudes del médico francés, primer paso para el proceso de canonización.

 

Un hombre de fe

El papa Pablo VI nombró a Lejeune miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias, y más tarde Juan Pablo II le distinguió con su amistad y le propuso organizar la Academia Pontificia por la Vida. Tiempo antes, en 1981, y para rebajar la tensión internacional le pide que se entreviste con el presidente de la URSS, Brezner, para entregarle las conclusiones de los trabajos de la Academia Pontificia, sobre los efectos comprobados de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima y Nagasaki.

Lejeune lee: «Señor presidente, si hemos venido a verle a usted a petición del Santo Padre, es porque los científicos hemos llegado a la conclusión de que no existe ninguna solución tecnológica, militar o médica para reparar los desastres de una guerra atómica. Los científicos sabemos que, por primera vez, la humanidad se enfrenta al hecho de que su supervivencia depende de la aceptación por parte de todas las naciones del mundo de los preceptos morales que trascienden todo sistema y toda especulación» (p. 69).

 

Últimos tiempos del científico

Juan Pablo II le regala con su amistad y frecuenta el Vaticano. Un día, el 13 de mayo de 1983 después de participar junto con su esposa en la Misa en la capilla privada del Papa y desayunar juntos, regresan a Francia y se entera de que precisamente de que un rato después el Papa sufre el atentado en la Plaza de san Pedro. Lejeune queda profundamente impresionado; por la noche sufre un cólico biliar y tiene que ser hospitalizado de urgencia; estuvo dos días inconsciente y solo Dios sabe la sintonía y comunión en el dolor con el Papa.

En 1993 y poco después de liderar la Academia por la Vida descubren en Lejeune un cáncer de pulmón de difícil curación, y muere en abril de ese año, precisamente en la mañana de Pascua, cuando celebra la Resurrección de Jesucristo. Unos días después se celebra el funeral en la catedral de Notre Dame de París, completamente abarrotada de fieles, y se lee la siguiente carta enviada por Juan Pablo II glosando el Evangelio: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá (Juan 11,25): Nos vienen a la mente esas palabras de Cristo en este momento en que nos hallamos ante la muerte del profesor Jérôme Lejeune. Si el Padre celestial se lo ha llevado de esta tierra el mismo día de la resurrección de Cristo, es difícil no ver en esta coincidencia un signo.

La resurrección de Cristo es un gran testimonio de la vida, que es más fuerte que la muerte. Iluminados por estas palabras del Señor, vemos en toda muerte humana una participación en la muerte de Cristo y en su resurrección, especialmente cuando la muerte tiene lugar el mismo decía de la Resurrección. Esta muerte testimonia con mayor fuerza la vida a la que el hombre está llamado en Jesucristo. Durante toda la vida de nuestro hermano Jérôme, esta llamada representó una línea directriz. Como sabio biólogo, sintió pasión por la vida. En su campo fue una de las mayores autoridades mundiales. Diversos organismos lo invitaban a dar conferencias y le pedían sus consejos. Lo respetaban incluso quienes no compartían sus convicciones más profundas».

Lejeune no era un joven de temperamento aguerrido con liderazgo aunque sí ejercitará una fortaleza heroica, que sostiene tantos años después la esperanza de miles de familias y miles de criaturas que han nacido gracias a sus luchas y a su fe.

La fe en la Resurrección impulsa a todo cristiano coherente a promover la vida y defenderla de sus agresores, a poner los talentos y el trabajo al servicio de los hombres necesitados, intentando dar luz a la sociedad, puesto que el trabajo puede ser medio de santidad y camino para instaurar todo en Jesucristo Señor de la Vida.

 

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Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico

 

 

 

 

 

 

 

 

 


[II]
Aude Dugast.
Jérome Lejeune, Un retrato espiritual.
Palabra, 2021. 270 págs.