Tribunas
23/01/2024
La propuesta de Pedro Sánchez contra la pornografía
Carola Minguet Civera
Doctora en CC. de la Información.
Responsable de Comunicación de la Universidad Católica de Valencia.
Pedro Sánchez ha anunciado en una entrevista en el diario El País que su Ejecutivo quiere hacer frente a una “auténtica epidemia de menores que tienen acceso a contenidos pornográficos”. Para ello, ha previsto tres ejes: aprobar una “estrategia multidisciplinar desde el ámbito de la educación, de las competencias digitales, también en el ámbito de la igualdad”; impedir que los dispositivos puedan ofrecer contenido pornográfico a los niños y adolescentes; así como redactar una ley integral para protegerlos en Internet.
No está mal la iniciativa, pero permítanme cierto escepticismo. Primero, porque este problema no se soluciona con educación en valores ni con destrezas digitales. Lo que urge es educar la sexualidad, y en tanto que la sexualidad es una dimensión de la persona, de lo que se trata es de educar la naturaleza humana, donde la huella decisiva es el amor. Es de cajón: puesto que la sexualidad está vinculada al amor, en lo que hay que educar es en amar bien.
Esto implicaría, entre otras cuestiones, recuperar el pudor y la castidad (denostados por considerarse añejos y puritanos) pues defienden el amor, así como advertir de la lujuria (que no está sólo en estos macabros portales web, sino a la orden del día) porque lo deforma. También requeriría explicar a los jóvenes que las personas tenemos alma y que la pornografía la va matando. Pero, claro, la gente se tiraría las manos a la cabeza por tal “retroceso” pedagógico.
Por otro lado, no acabo de entender que el presidente del Gobierno haya recurrido al término igualdad. Seguramente sea porque la pornografía fomenta una vivencia de la sexualidad tiránica y violenta por parte del hombre respecto a la mujer. Bueno, sí, pero no sólo. También si una mujer ve pornografía tiene una visión distorsionada de la sexualidad y eso repercute en ella misma y en su compañero. Es decir, puede que la igualdad esté vinculada a este asunto, pero no es el tema central.
Además, con la igualdad ocurre como con otros valores en boga: se ofrecen de modo descafeinado, distorsionado, incluso contradictorio, porque en el mundo de la educación se postula por una versión muy pobre de la ética: haz lo que te dé la gana, pero no molestes a los demás. Sin embargo, todo lo que hacemos repercute en uno mismo, con un efecto intransitivo, inmanente. Nos convertimos en un tipo de persona o en otra a través de nuestras acciones. Esta visión exigua y antagónica se entrevé en las declaraciones de Sánchez, pues quiere preservar a los menores. Sin embargo, cuando alcancen la mayoría de edad, ¿podrán ver pornografía? ¿Depende? ¿A veces? ¿En pequeñas dosis? Aunque sea especialmente perniciosa para los niños y jóvenes, no lo es sólo para ellos. La pornografía no daña a los menores, daña a las personas. Si cuando sean adultos pueden consumirla es un sinsentido. Por otro lado, difícilmente puede ayudar a un niño a no caer en esta adicción un adulto esclavo de la misma.
En relación a la segunda propuesta, es mejor que haya filtros, evidentemente, pues ayudan a defender a los pequeños de los cazadores que tratan de apresarlos en el bosque oscuro de Internet. Ahora bien, si los controles no están vinculados a esta propuesta pedagógica servirán para poco, porque la incoherencia nunca funciona. Y es que se les mete con calzador en los medios de comunicación y en los colegios que la sexualidad es una práctica autorreferencial, una suerte de ocio que pueden ejercer como, cuando y con quien quieran, únicamente regida por el nuevo mantra del consentimiento (siendo un disparate que se hable de acuerdo consentido cuando se conviene la mutua cosificación). En este sentido, quizás se pueda impedir que consuman por un tiempo contenidos pornográficos, pero encontrarán la forma de experimentar por otras vías sobre las que no se no sólo no les alertan, sino que se les venden como oportunas.
Respecto al tercer eje -la propuesta de ley- provoca cierto hastío al quedarse en la superficie, como los cosméticos. No se puede legislar sobre temas que tocan la sexualidad sin entenderla ni valorarla; es tan absurdo como ponerse a estatuir sobre economía internacional cuando no se tiene ni idea de mercados cambiarios o de balanzas de pago. Además, en la raíz de la lacra de la pornografía está la educación integral y ésta apunta, a su vez, al problema en mayúsculas de nuestra época, que es el de la verdad respecto de nosotros mismos. Ahí es donde habría que meter a fondo la cuchara. Pero bueno, desde la ceguera antropológica gobernar tantas veces consiste en maquillar. Y el maquillaje dura lo que dura.