Tribunas
24/01/2024
Hermanos de sangre
Jesús Ortiz
Semana de oración por la unidad de los cristianos.
Culminamos el Octavario por la Unidad de los cristianos, unos días de especial invocación al Espíritu Santo para que avancemos en la necesaria unidad entre los discípulos de Jesucristo, para cumplir su voluntad: «Que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti». Ese es el propósito principal del ecumenismo actual.
Unidad querida por Jesucristo
En el evangelio de estos días se proclama la llamada a los apóstoles junto al Jordán con el Bautismo del Señor, en primer lugar y poco después en el lago de Genesaret cuando Jesús anuncia la llegada del Reino y elige de nuevo a los cuatro primeros, Simón y Andrés, Santiago y Juan, por este orden según lo presenta Marcos en el capítulo 1,16-17. En esta ocasión Simón es mencionado delante de Andrés, a diferencia del primer encuentro junto al Jordán, según Juan 1,40, señal de que Jesucristo piensa en algo especial para él, cuando más adelante le otorgue el primado con una misión determinada en el proyecto de una Iglesia estructurada jerárquicamente.
Más tarde y siguiendo a Juan, en el importante capítulo 18, Jesús ha reunido al grupo de los Doce en el cenáculo con sabor a despedida y habla a corazón abierto con el Padre: «Yo en ellos y Tú en mí, para que sean consumados en la unidad, y conozca el mundo que Tú me has enviado y los has amado como me amaste a mí».
La unidad es manifestación de vida en todos los órdenes, vegetal, animal, humano y por lo mismo la muerte llega cuando se pierde la unidad del organismo y cada elemento se desvincula del conjunto. Así una rosa se descompone en sus elementos básicos, una oveja se precipita y muere por parada del corazón, y así los hombres entran en la eternidad al morir a la vida natural cuando el alma se separa del cuerpo y empieza también la primera descomposición.
El cuerpo vivo de Jesucristo
Esta Octava de petición por la unidad termina con la celebración de la conversión de Saulo llamado directamente por el Señor resucitado para cumplir la importante misión de ser el apóstol de las gentes. Jesús le llama e indica expresamente que acuda a Ananías en Damasco para que le instruya en el Camino. Un tiempo amplio de preparación profunda que le llevará después hasta Pedro y Santiago para vivir la comunión con la Iglesia madre de Jerusalén. De nuevo aparece la estructura jerárquica de la Iglesia como algo más que un movimiento espiritual indiferenciado.
En su Primera Carta a los Corintios, capítulo 12, el mismo Pablo utiliza la comparación con el cuerpo humano vivo, con variedad de miembros unidos a la cabeza rectora, distintos pero necesarios al servicio del conjunto. Cuando uno enferma todo el organismo reacciona para preservarlo y en el límite tiene que prescindir de él en beneficio de la unidad vital. Así ocurre en la Iglesia con la diversidad de dones y de acciones con un mismo Espíritu.
De acuerdo con la voluntad de Jesucristo sabemos que la unidad de la Iglesia es originaria y se desarrolla en la historia. Esa comunidad está para comunicar eficazmente la salvación a los hombres, introduciéndolos en el Reino de Dios, tiene una dimensión sobrenatural y otra humana inserta en la historia, en el tiempo en el espacio y en la cultura. De hecho se han dado divisiones, como el docetismo, el arrianismo, las Iglesias llamadas ortodoxas, el luteranismo, el anglicanismo y tantos otros ismos, causados tantas veces por la confusión, los errores, la desobediencia y el orgullo.
Octavario por la unidad y ecumenismo
La oración por la unidad de los cristianos no mira tanto al pasado para recuperar un tiempo perdido sino al futuro pues esa vida sobrenatural de expansión del Reino de Dios tiene una dimensión escatológica camino de la plenitud, obra de la libertad humana bien empleada con la gracia del Espíritu Santo, no por simple evolución. Hablamos pues de «hermanos separados» y nos tratamos como tales en la historia con la misma sangre, la fe apostólica, los sacramentos, la Eucaristía en muchos casos, la comunión jerárquica y unos carismas para el provecho espiritual de todos. Precisamente este año el tema es «Ama al Señor tu Dios… y ama tu prójimo como a ti mismo», y el papa Francisco invita a rezar para que los cristianos alcancen la plena comunión y den un testimonio unánime de amor a todos, especialmente a los más frágiles. Esta comunión con Jesucristo está en la base del ecumenismo renovado en el Vaticano II.
De acuerdo con el Evangelio y el desarrollo apostólico posterior la Iglesia no aparece como una federación de iglesias locales pues desde Jerusalén, con Pedro a la cabeza como vicario de Cristo, la Iglesia vive y actúa a la vez en cada comunidad apostólica. No debe ser vista como un puzle de muchas piezas variadas que poco a poco van construyendo un paisaje completo o una realidad nueva; no es así, pues como enseña el Magisterio actualizado en el Vaticano II, la Iglesia de Jesucristo subsiste hoy en la Iglesia católica por la sucesión apostólica y la plenitud de medios de santificación, aunque sin excluir la presencia de Cristo en otras Iglesias (Lumen Gentium, n. 8).
Pescador de hombres
Volviendo a la elección de los primeros apóstoles en fácil evocar la conocida canción de la barca, «Pescador de hombres», que han coreado millones de jóvenes desde las primeras Jornadas con el inolvidable Juan Pablo II, el papa de la esperanza:
Tú has venido a la orilla
No has buscado ni a sabios ni a ricos
Tu solo quieres
Que yo te siga* Señor me has mirado a los ojos
Sonriendo
Has dicho mi nombre
En la arena he dejado mi barca
Junto a ti buscare otro marTú sabes bien lo que tengo
En mi barca no hay oro ni plata
Tan solo redes y mi trabajo* Señor me has mirado a los ojos
Tu pescador de otros mares
Ansia eterna de almas que esperan
Algo bueno que así me llamas* Señor me has mirado a los ojos
Tu necesitas mis manos
Mi trabajo que otros descansen amor
Que quieras seguir amando* Señor me has mirado a los ojos
Jesús Ortiz López
Doctor en Derecho Canónico